El día de mi cumpleaños no es tan importante, al menos yo lo veo así, pero si tuviera que pedir un deseo, ese es dormir hasta que mi cuerpo ya no pueda más.
Sin embargo, parece que mi madre está en contra de la idea, porque ella es la que me llama a las seis de la mañana, despertándome. Después de una hora hablando con ella y evadiendo el tema de ir a su casa para navidad, creo que puedo dormir otra vez, pero no, el timbre del apartamento suena y lo único que hago es maldecir internamente antes de volver a levantarme.
Sé que si no lo hago va a volver a sonar y quiero evitarlo. Cuando estoy por abrir la puerta, vuelve a hacerlo; digo en voz alta que ya estoy yendo y la abro sin siquiera ver por la mirilla, encontrándome con la persona que menos creí que lo haría. Theo está parado ahí.
Pa
