El reloj de la pared de la habitación señala que eran la una y media. La cotorra se despertó, pero no porque haya despertado por sí misma sino porque su parte inferior estaba siendo lamida.
—Ah... Chupa. Ah... Jefe... Ah... Ah...
Levantó la cabeza para mirar, y podía ver que estaba entrecerrando los ojos.
—Auch, ah... ah... aterrador, ah…
El jefe no se detiene de tanto lamer y sacar los dedos que se mueven profundamente con un ritmo rápido.
—Ooooh, Jefe Keller ... Joder, Joder... Ah... Karen. Ah... Ah...
Ella escuchó al joven rugir con satisfacción antes de que manejara la petición, embutiendo su falo con toda su fuerza sin piedad.
—Ah... ohhh ohhh ohhh ohhhhhhhh…
—Hmmm, ohhh... apretado... mordisquea muy bien el pezón, ohhh... ohhh... mi cabeza da vueltas... Oh…
Comenzó a balancearse con un ritmo suave, mientras se inclinaba para besar su boca con fuerza. Ella se apresuró a abrir la boca para besar en respuesta y satisfacer de buena gana su lujuria.
—Auch... Ah... Más fuerte... Jefe mío... Rebota fuerte. Ah... Ah... Tan genial.
—Suficiente... ummm, oh..
Golpea con fuerza y pide con voz ronca.
Ella sonríe dulcemente gimiendo todo el tiempo.
—Otra vez, un poco más de potencia, un poco a la izquierda, ah... mira, a la derecha también, rómpeme, jefe. Ah... ah... así, ah... Gafas... Gafas está a punto de romperse… Ah... ah…
Ella trató de ser paciente. Pero la sensibilidad no entra en nada ni en nadie. Finalmente, ella estalló en una explosión de fuego.
—Grita, ah... ah... ah... ah…
Ella rebotó y se dejó insertar en las nalgas regordetas, que no pudieron quedarse pegadas a la cama ni un segundo.
El jefe sigue avanzando con una racha caliente. Se retiró con la longitud completa, antes de apuñalar profundamente hasta la mitad del agarre.
—Auch, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ahh, ahh, ahh…
—Oh... Estoy a punto de romperme... Oh…
Se introdujo de golpe sin abrir los ojos, tropezó con una gran fuerza frecuente. Su esbelta cintura se estrelló contra el callejón.
—Oh... Se ha roto... Oh...
Y antes de que su rico fluido saliera disparado de la cabeza del falo, el joven lo sacó aceleradamente y rápidamente lo metió en su dulce boca.
—Chupa... Chúpame los fluidos... Oh... Oh... Lame también... Oh... Así. Oh... Súper excitante…
Ella hizo lo que él le ordenó. Ambos chupaban y lamían, mientras se deslizaban con sus manos para empujar el falo. Él no dejaba de machacar. Se metió dos veces en la boca y le chupó completamente el seme*n.
Cuando dejó de retorcerse, se tumbó de espaldas a él. Colocó su mano sobre su carne regordeta antes de quedarse dormido.
Los grandes y redondos ojos de la cotorra seguían muy abiertos. Intentó encontrar una solución a lo que había sucedido y finalmente encontró la respuesta.
Tiene que apresurarse a salir de allí…
Sí... Tiene que apresurarse a salir de esta suite antes de que el jefe se despierte y descubra que la mujer a la que lamió, chupó, ensartó y penetró no era Jessica.
Ahora es su momento…
La cotorra no pudo evitar mirar a la persona que dormía a su lado, con cara de luto. Probablemente no tendrá la oportunidad de volver a probar la dulzura de su jefe.
Tuvo que volver a ser la secretaria genial, un trabajo sobresaliente, pero nunca a la vista.
Pero, ¿qué puede elegir ella?
Cuando ella nació así sólo lo amó en secreto, sólo lo amó el papel y tuvo una noche maravillosa con él, así uno debe inclinarse ante los cielos.
La muchacha levantó su mano para tocar las lágrimas que fluyeron suavemente de las esquinas de sus ojos y salió de la cama con la mayor precaución.
Se apresuró a agarrar su propia ropa, la recogió y se la puso con una mano temblorosa y cuando estuvo vestida, no pudo evitar mirar de nuevo al hombre que seguía desnudo en la cama.
—Es sólo un sueño, jefe…
Ella forzó una sonrisa, pero las lágrimas fluyeron en su lugar. El dorso de su mano es pequeño, por lo que tiene que apresurarse y desechar la etiqueta, antes de finalmente decidir salir de la suite
***
El jefe ha llegado...
Caminó con la misma postura grácil y se detuvo frente a ella.
Los sucesos de la noche anterior aún estaban calientes en la memoria y en las grietas de sus piernas, aún había cuernos enterrados en lo más profundo, el largo falo que ella quería tragar cada noche.
"¡Deja de pensar, Karen...!"
—Eh... Hola Jefe.
Él le sonrió. Su rostro seguía siendo apuesto y su expresión estaba rejuvenecida. Era como si anoche no hubiera sudado el sexo caliente.
—Hoy me he levantado tarde. Así que llego tarde al trabajo. Dudo que la última noche sea muy borracha.
—Eh... No es demasiado tarde, jefe.
Ella desvió su aguda mirada y miró su reloj de pulsera.
—Sólo son las nueve y media.
—De acuerdo, sígueme al salón.
—Sí, jefe.
La alta figura del jefe ya había desaparecido en el despacho, así que ella levantó la vista. Lo miró a través de los gruesos cristales de las gafas. Las lágrimas brotaron, pero tuvo que disimularlas con una dolorosa sonrisa.
"Ya ha pasado. Fue sólo un sueño", se dijo a sí misma mientras agarraba el horario del día antes de entrar en el despacho.
—Siéntese primero.
La expresión del jefe parecía seria hasta que se sorprendió de que acabara de entrar, pero luego se sentó en una silla frente a un escritorio de madera.
—Esta es la agenda del jefe para hoy.
Deslizó la carpeta que tenía en la mano delante de él. Un dedo delgado abrió la página de la carpeta y señaló la hora de la cita.
—A las once tiene una reunión con los accionistas. Y a las dos de la tarde tiene una cita con un cliente que…
No terminó de hablar, porque él intervino primero con voz tranquila.
—¿Dónde ha ido a parar su pulsera?
La pulsera fue comprada por la oficina hace cuatro años, que es una recompensa para la secretaria sobresaliente de la sala destacada, la lleva en el brazo todos los días y nunca se le olvida.
—Eh...
Ella miró su muñeca. antes de cerrar la boca con fuerza en una línea recta.
—Ehm, yo tampoco estoy segura. Dudo que la haya perdido en la fiesta de anoche, seguro.
Ella sabía esa mañana que se había perdido, pero no podía saber dónde había caído.
—¿Ya ha vuelto?
—Eh... alguien debe haberla recogido ya.
—¿No te arrepientes?
—Uh…
Es una pena, porque es un regalo de él, pero... pero no puede expresar sus sentimientos.
—Bueno... Un poco, jefe. Pero cuando se va, Karen no sabe qué hacer.
Vio una sonrisa burlona en la esquina de su boca ligeramente torcida, antes de que se desvanezca pronto.
—Anoche, no pude recordar nada.
¿Por qué tenía que mirarla con esos ojos? La pone cachonda por todos lados. Por esos ojos con los que la miraba, mientras se balanceaba en su cuerpo apretado e inocente.
La cotorra desvía la mirada, antes de responder con voz baja y tartamuda.
—El jefe estaba muy borracho y…
—¿Y qué?
—Y luego vomitó.
Se apoyó en el respaldo de un gran sillón de cuero, pero sus afilados ojos la miraban fijamente todo el tiempo.
—¿Y después qué?
Ella sopló aire por la boca y apretó los dientes, levantó los ojos para encontrarse con él, antes de decirle sólo la mitad de la verdad.
—Entonces... el personal masculino trajo al jefe a la suite.
—Um, ¿qué más?
—Entonces... Gafas…
—¿Por qué tú?
Acercó su rostro. Dos brazos estaban extendidos sobre un banco trabajado de madera.
Ella quiere huir de aquí. Quiere liberarse de esta situación incómoda y dolorosa, pero todo lo que puede hacer es sonreír... Sí, una sonrisa esconde las lágrimas.
—Karen... trajo a Jessica al jefe.
—¿Jessica?
—Sí, el jefe ya le ha pagado un adelanto.
Ella no sabía lo que había en sus ojos oscuros. Estas eran las pocas veces que no podía leer el sentimiento que escondía dentro.