—¿Has preparado tu ropa de trabajo, Rosa?
La pregunta de la madre hizo que Rosa Gallardo, que se negaba a salir de la casa, se congelara los pies y giró la cabeza hacia atrás para mirarla.
—Uh... volveré en la mañana para cambiarme, mamá.
—¿Estás segura de que no es una pérdida de tiempo?
—Oh… ¿estás segura, mamá? Uh… me iré primero, por favor.
—Cuídalo bien, hija. — La madre sonrió y asintió su permiso.
Solo pudo sonreír levemente, antes de salir de la valla para ir directamente a la gran mansión de la familia de Esteban.
¿Qué debería hacer ella? Los guardias estaban solos con él.
Sus manitas estaban empapadas de sudor cuando dos pies cruzaron el umbral de una gran entrada a un edificio hermoso y profusamente decorado.
Su corazón tembló como si estuviera siendo sacudido. Sus ojos
