—“Buenos días, ¿no está Asmara?”, dijo Bob desde la mesa del desayuno. —“No, no desayuna mucho, sólo café y zumo de frutas, pero no le gusta verme comer diez torreznos grasientos por las mañanas”. Tomó asiento. “¿Qué hiciste anoche?” —“No mucho. Di un paseo por el barrio árabe, me tomé unas cervezas, me hice el perdido, pero me mantuve alerta. Sólo las cosas rutinarias que uno hace cuando sale a divertirse. Todos hablan también de los atentados, pero no he oído nada sospechoso… No es que mi árabe sea perfecto, ni mucho menos, pero entiendo algunos trozos, lo suficiente para captar lo esencial. ¿Dijo Asmara algo que deba saber?” —“No, su familia podría ser comprensiva, pero son peces pequeños, no sabrían de nada ni nadie que sepa algo de los atentados”. —“No, me doy cuenta de eso, aunq

