Capítulo III

2958 Palabras
Años atrás… Me encuentro en el muelle, veo el amplio y ancho mar azul, podía claramente subir al pequeño yate de Noah, pero solo quería venir un largo rato a este lugar y despejar mi mente de los problemas, los recuerdos y todo. Desde que llegamos a Andorra simplemente volví al principio, a no tener amigos, a no tener con quien salir un rato. Esta claramente Pia Tanner, pero realmente por culpa del idiota de mi hermano ella no es muy apegada a nosotros los Malyk. Quisiera saber cuando seria el día en que por fin mi hermano admita que la castaña le gusta, ella es muy bonita, ella para mi es una gran admiración, no tengo queja alguna de ella. Adoptada por una reconocida familia, recibe el amor de sus padres como si fuera hija propia de ambos, tiene unos encantadores y maravillosos hermanos, pero para mi el mas chic, siempre será Roger. Lo adoro, es increíble, es el más divertido de esa familia. Quisiera amigas, como Pia, como Jema, ambas son muy unidas desde que tengo uso de razón, ambas se llevan tal y como si fueran hermanas. Nunca, nunca he tenido ese privilegio, tener amigas, pasar una noche de tragos o quizás helados juntas, siempre estoy sola, con Noah, mis padres o simplemente los trabajadores de nuestra casa. Yo y mi mala suerte siempre vamos de la mano. El cielo me da el aviso de que ya esta por anochecer, de inmediato me levanto. Tengo mis pies mojados y llevo mis sandalias a la mano, la brisa es fuerte, pero agradable, la disfruto, la siento en todo mi rostro, una sonrisa se forma en mis labios y continúo mi trayecto fuera de la playa. _ Decidida a ir por las calles de la ciudad busco quizás un lugar donde comer algo. En la casa siempre preparan una deliciosa comida, pero siendo honesta, necesitaba salir por un rato de esas cuatro paredes. Así que busco un restaurante de comida rápida y al dar con uno –que claramente sé que preparan unas maravillosas hamburguesas–, aparco mi coche y al bajar me adentro de inmediato. Busco una mesa donde tomar asiento, espero por la chica que me traiga el menú y al tenerlo en mis manos por una amable trabajadora, ella me da mi tiempo para pensarme muy bien que debo ordenar. Llevo la vista por todo el lugar, parejas, abuelitos, incluso familias completas disfrutan de este día, llevo la mirada al menú y ya teniendo en mente lo que ordenare, busco de un lado a otro a la chica que hace un momento me atendió. – ¿Si? –alguien aparece a mi lado, por la repentina aparición volteo y lo noto. –Lo siento, no quise asustarte, es solo que mi compañera esta en su horario de cena, ¿Ya sabe que ordenar? Lo observo fijamente, es alto, quizás un metro setenta o más, no lo se, cabello castaño oscuro, sus cejas no tan finas, pero algo pobladas, nariz solo un poco ancha, pero tiende hacer respingada y unos labios finos y muy bonitos. Sus ojos son oscuros, quizás marrones, piel pálida y unos jodidos pómulos perfectos, me mira confundido, espabilo y llevo la mirada al menú. –Una hamburguesa doble carne, por favor mucha cebolla acaramelada, queso fundido para las papas, algunos aros de cebolla, ah, y una coca cola grande –cierro el menú y al mirarlo nuevamente me mira fijamente, yo no sé dónde mirar. – ¿Qué? –¿Tú te comerás todo eso? –esbozo una sonrisa y asiento. –Aja, pediría una malteada, pero no me apetece algo dulce por ahora –me encojo de hombros, sonríe. –Este bien, ahora mismo entregare tu orden. –Gracias, ehm... –Martin, Amaro Martin –asiento y le sonrió. –Malyk, Bruna Malyk. Asiente y dándose media vuelta se marcha, por mi lado me quedo en mi lugar observando por donde él camina. Le veo entregar el papelito de mi orden y luego aparto la mirada para llevarla a mi móvil. En ese momento le envió un texto a mamá informándole que no cenare en casa, bloqueo mi móvil y espero por mi orden. Observo nuevamente todo el lugar, escuchar a las personas reír y disfrutar todos juntos me hace sentir muy bien. No es que yo no tenga esto con mis padres, todos nuestros domingos son en familia y es algo que papá siempre no los ha impuesto como costumbre. Así que quizás así nos veremos nosotros, compartiendo los cuatro y riendo con los chistes de papá. Se pasan diez, quince e incluso treinta minutos y mi comida aún no está aquí, comienzo a pensar que quizás el chico no entrego mi orden, –pero yo lo vi–, así que decidida a tomar camino y reclamar lo veo venir. Trae una bandeja en sus manos, pero noto que es mas comida de lo que yo ordene, tomo asiento nuevamente, él coloca la bandeja delante de mí y observo lo que yo pedí, pero es por dos, frunzo el ceño, toma asiento delante de mí y sonríe. –Cenemos... –es lo único que dice, yo me siento extraña y tomo una de mis papas. –Creí que... – ¿Lo había olvidado? Es mi turno para cenar, quise acompañarte, estas sola – toma su hamburguesa y le da un mordisco. –Bueno, estabas sola –se señala y sonríe. –Vaya, nunca la había probado con tanta cebolla acaramelada, maravilloso –eso me hace sonreír. –Nunca falla y las papas con queso fundido, increíbles –asiente y toma un par. – ¡Santa madre! –ambos reímos, de pronto sonrió al mirarlo, lo miro fijamente. –Gracias –le doy un mordisco a mi hamburguesa, me mira confundido. –Por acompañarme, hacia bastante que no comía en un lugar como este, en compañía de alguien que disfrutara su cena conmigo. – ¿A quién no le gustaría compartir su cena contigo? Eres como de porcelana, una muñeca de porcelana. – ¿Una muñeca de porcelana? –sonrío, él asiente. –Pero no estoy hueca. –Lo sé, no tienes pinta de ello –bajo mi cabeza un poco y sonrío, continúo comiendo, él hace lo mismo. Me cuenta un poco de su familia, el tiempo que lleva trabajando en este lugar y lo que intenta lograr en su vida. Por su forma de hablar, de expresarse, sé que es alguien que se esfuerza para ayudar a su madre y hermanitos, personas como él, de esa manera son quienes alcanzan grandes logros para toda su vida. Escucharlo es tan agradable, tan divertido, tiene una manía al hablar y es el arrugar un poco su nariz, aquello se me hace tan bonito. Siempre había querido tener una amistad con alguien que fuera transparente en el primer momento de conocerle, para mí, Amaro es eso y espero coincidir más y más veces con él. Escucharlo hablar, verlo arrugar su nariz, observarlo sonreír, disfrutar unas cuantas cenas con él, con el conocido de la comida rápida. … Actualidad. Me encuentro en mi oficina, la mirada fija en la pantalla del computador, el olor a té a mi lado, leo y releo el artículo recién publicado de una revista de Andorra. Su nombre en grande, su foto junto a grandes y conocidos empresarios de ese país, papá es parte de la foto, está junto a él, sonriendo, ambos con una sonrisa que muy fácilmente te podría entumecer las mejillas. Muerdo un poco el interior de mi mejilla y tomo de mi taza de té, los Di Lorenzo se marcharon luego de llegar a un amigable acuerdo y ahora serán inversionista de este emporio. Controle mi enojo y ansiedad, controle mis recuerdos, controle mis ganas de echarme a llorar como estúpida y continúe con mi trabajo. Firmar un par de papeles, estrechar mis manos con esas dos personas y ponernos en marcha para su nuevo comienzo. Al darme un sorbo de mi té nuevamente lo dejo sobre mi escritorio, tomo el mouse del computador y continúo leyendo nuevamente. ‘Reconocido empresario es parte del linaje Malyk.’ ‘Amaro Martin es casi un hijo para el grande y muy reconocido Noel Malyk.’ ‘Fue su aprendiz, comenzó desde muy bajo para ser colocado de Gerente en las empresas de Noel.’ ‘Dice que vienen grandes cambios para la empresa y que promete será una de las más reconocidas en toda Europa.’ –Gracias a mí... –susurro con cierta arrogancia, pero termino por negar. –Ya basta, Bruna, detente. Cierro la página y girando en la silla quedo con mi vista al gran ventanal de mi oficina. Aquí, sentada y con mirada fija en esta maravillosa panorámica de la ciudad, me pierdo en mis pensamientos. Inhalo, exhalo, dejo salir todo mi coraje en cada expulsada de respiración, escucho la puerta de mi oficina abrirse y luego cerrarse, me giro nuevamente y encuentro a Luther de brazos cruzados y sonriendo. Lo observo, él no dice nada, tomo el teléfono y marco la línea que da con Wanda, espero por que responda, Luther me mira con confusión. –Si señorita Bruna. –Wanda, que nadie nos interrumpa, los señores estaremos ocupados por un momento, sin excepción. –Como usted diga señorita. Termino la llamada y me levanto de mi asiento, al caminar paso junto a él, cierro la puerta con seguro, cierro las cortinas junto a la puerta que dan con el pasillo y dándome media vuelta enfrento a Luther. Necesito un modo para drenar todo este maldito enojo que tengo en mi cuerpo, llevo mis manos hasta mi cuello suelto el agarre de mi braga y comienzo a quitarla de a poco, mis senos desnudos, mis diminutas bragas. –Princesa... –dice Luther en un hilo de voz, mientras comienza a quitar su corbata. –Solo ven, hace ya bastante que no lo hacemos acá –muerdo mi labio inferior dejo mi braga roja a un lado y comienzo a caminar directamente hasta él. –Eres jodidamente hermosa –rodeo sus hombros, mis labios uniéndose a los suyos. – ¿En el escritorio o en el sofá? –esbozo una sonrisa, lo beso. –El escritorio. En ese momento y con prisa, Luther me toma y me coloca de espaldas en el escritorio, su mano acaricia mi espalda, su suave tacto, suave y ardiente mientras me apretuja. Baja con prisa mis bragas y escucho el sonar de su cinturón, abre mis piernas, siento ese delicioso roce de su erección en mi humedad, me siento desesperada y ansiosa. Sus manos se aferran en mi cintura y en ese momento una fuerte estocada me hace ahogar un gemido. Muerdo mis labios, lo hago para no hacer ruido, para que nadie sepa que hacemos los dos en la oficina. Me levanto un poco, siento como mi esposo va sin camisa, siento su duro y definido abdomen en mi espalda, sus manos toman mis pechos, tomando mis pezones y los acaricia, me hace jadear. Sus penetraciones son más y más rápida, con prisa lo detengo y me giro para mirarle. Al verlo me subo sobre el escritorio y abro mis piernas, lo tomo de su nuca y lo atraigo hacia mí. Él me toma con fuerza de la cintura y como una pieza que encaja perfectamente vuelve dentro de mí y sus estocadas me hacen reprimir mis gemidos. Luther toma mis mejillas y me hace mirarlo, al verlo fijamente y sonreír, fugazmente esos ojos oscuros y sonrisa ancha aparecen en mi mente. –Dame más –susurro. –Por favor, hazme delirar Luther, hazlo. –Si princesa, sí. Me besa con total frenesí, lo abrazo, disfruto de su calor, de su cercanía, siento mis piernas temblorosas, me arqueo un poco y cubriendo mi boca dejo salir un gemido que le hace saber que he llegado. Vuelvo a mirarle y él sonríe, le imito, acerco mi rostro al suyo. – ¿Te estas cuidando? –pregunta. –Como siempre. Mi respuesta lo hace sonreír y después de un par de penetraciones más, se viene dentro de mí. Ambos exhaustos, con respiración entre cortada nos abrazamos, vuelvo a mis jodidos lamentos de querer utilizarlo para calmar mi enojo, para olvidarme de todo por solo unos largos minutos de sexo. Con prisa bajo del escritorio, coloco mi ropa interior y corro para ponerme mi braga, él me ayuda y arreglo mi cabello desordenado. Tomo mis cosas y quito todo rastro de maquillaje corrido, de que recién hemos follado aquí en mi oficina. Él arregla su traje y al darme una mirada rodeo nuevamente el escritorio y vuelvo a él, tomo su mano y salimos con rumbo a las afueras, Wanda nos observa y solo le pido que envié a alguien a ordenar mi oficina y que nos veremos mañana. _ El agua tibia me relaja, tengo el cuerpo sumergido en la tina, la espuma me cubre un poco y el olor a sales es una maravilla. Solo me limito a observa a Luther arreglarse, me pidió ir a cenar luego de llegar de la empresa, acepte, muy poco tiene esos momentos conmigo así que mientras él se prepara yo disfruto de mi baño. Cierro mis ojos y me sumerjo completamente, duro unos segundos y vuelvo a la superficie, suspiro y lista salgo de la tina. Luther me pasa la toalla y envuelvo mi cuerpo en ella, me seco por completo y vuelvo a la habitación, aplico mi crema con olor a chocolate y coco, coloco mi ropa interior, envuelvo mi cabello en una toalla más pequeña y luego coloco mi vestido que me queda a la altura de mis rodillas, de lentejuelas doradas. Paso a maquillarme, nada tan extravagante, pero resalto mis labios en un color rojo vivo, mascarilla para pestañas, ruborizo mis mejillas, resalto un poco mis cejas y aplico una crema escarchada en mi escote. Una cadena, obsequio de Luther con una pequeña corona y un diamante rosa, mi anillo de matrimonio y mi reloj favorito. . –Es de hombre, ¿Cómo podría llevarle? –ríe y deja un beso en mi frente. –Fue el único regalo que me dio papá en todo su tiempo que ejerció su rol, quiero dártelo a ti muñeca, acéptalo –él lo coloca y yo lo observo. –Debo arreglar un poco la correa, pero me queda bien –alejo mi brazo un poco y lo observo. – ¿Quedarte bien? ¡Te queda perfecto! –volteo a verlo y beso sus labios. –Gracias, te adoro. –Y yo muñeca, yo más. . Cierro mis ojos, espanto ese recuerdo y tomando una bocanada de aire lo alejo muy lejos de mí. Ya con mi maquillaje listo, suelto mi cabello húmedo y mientras lo cepillo lo seco con el secador, agradezco de tener un cabello entre liso ondulado y no se vuelve un nido de paja. Lo arreglo de la mejor manera y aplicándome un poco de perfume, paso a colocar mis sandalias y tomar mi cartera. Luther aparece, un traje de color gris, sin corbata, los dos primeros botones abiertos, su cabello castaño estilizado y todo su porte es tan perfecto y elegante, sonriéndole me acerco y dejo un casto beso en sus labios. Al salir de inmediato fuimos a su coche y nos pusimos en marcha, iremos a un reconocido hotel donde tienen un maravilloso restaurante, allí en ese lugar siempre se reúnen sus amigos y algunos conocidos. Ser la esposa de Luther suele quizás en ocasiones ser algo asfixiante, solo debo escuchar temas de negocios y cosas de empresarios, pero no me queda de otra que soportar un poco. Ya en nuestro destino, de la mano de Luther entramos al restaurante y tal y como pensaba sus amigos se encuentran aquí, les saludos y nos unimos a su mesa. Luther a mi lado derecho, Betsa la prometida de uno de los amigos de mi esposo y alguien no muy amistosa para mi criterio, ambas nos damos una corta sonrisa y solo nos dedicamos a escuchar el tema que tienen los hombres en esta mesa. – ¡Buenas noches, amigos! –en ese momento una sonrisa se forma en mis labios al notar que Kebi, una trigueña alta de cuerpo esbelto y hermoso aparece. –Dios, Bruna –ella toma camino hasta mí, me levanto y nos abrazamos. –Dichoso los ojos que te ven, cuanto tiempo, estas hermosa, radiante, esplendida como siempre, a excepción de otras –dice en un susurro lo último y me hace reprimir una sonrisa. –Kebi, ¿Qué tal tu viaje por Latinoamérica? –Le pido a la santísima virgen, que me envié un latino a mi cama por las noches, lo anhelo... –Kebi... –la voz de su esposo, Tom, se escucha y ambas sonreímos. –Bruna, que placer verte nuevamente, disculpa a mi esposa, ya sabes, tan directa y original. –Por Dios, Tom, adoro escuchar a Kebi y sus cosas, me alegran que han vuelto a casa. Ambos sonríen, Tom es el gran y mejor amigo de Luther, Kebi es su esposa desde hace cuatro años, son una pareja increíble. Él, aunque es un poco más serio, siempre admite que la llegada de la trigueña a su vida ha sido lo mejor que pudo ocurrirle, ella claramente está feliz junto a él, ambos se necesitan. Tomamos asiento, Betsa se aparta de nosotros y aunque no lo crea le agradezco, Kebi junto a mí y seguido Tom, entrelazo la mano con Luther, el castaño voltea y me sonríe, un casto beso en mis labios y todos nos unimos en una amena y muy agradable cena entre amigos.
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