Capítulo 2

1200 Palabras
CAESAR La noche estaba siendo muy frustrante y la poca paciencia que tenía estaba abandonando mi cuerpo. El mes pasado se dieron señales que los secuaces del dios del tiempo estaban despertando y, aunque no había nada que indicara el despertar del líder del bando enemigo, su grupo comenzaba a moverse entre las sombras. Movimientos extraños entre los bancos y adquisición de almacenes viejos y en las afueras de Nashville fueron las primeras noticias de las que nos enteramos, luego fueron los secuestros de jóvenes humanas en plena noche, todo eso nos decían que algo estaba comenzando a formarse, lo que más preocupaba a mí y a mis compañeros era la adquisición de armamento y los secuestros. ¿Planeaban una guerra humana antes de que su cabeza despertara? ¿se habían metido en la trata de mujeres para solventar esos gastos enormes en armamento? ¿deseaban dejar el campo libre para la coronación de su rey? ¿querían crear un harén para él? Muchas preguntas corrían por mi mente, era en esos momentos cuándo necesitaba que el espíritu de mi Dios despertara y nos iluminara. Mientras esperaba dentro de un auto, observando a algunos humanos entrar con cajas de madera y salir con las manos vacías, repitiendo el mismo proceso me preguntaba qué tipo de dios ocupaba parte de mi alma. Mis recuerdos momentáneamente se remontaron a muchos años atrás, cuando el mundo era más primitivo, cuando era un comandante orgulloso de Grecia, fiel seguidor del emperador y creyente del dios Zeus y los olímpicos. Como mi*mbro de una familia noble tradicional, mi formación fue estricta, como hijo único me formaron con el fin de poder heredar el poder de su padre al mismo tiempo que ejercitaba y perfeccionaba el arte de la batalla y la estrategia. No cumplí ni veinte años cuando ingresé al ejército ateniense, no pedí consideración por ser un noble de alto nivel, deseaba ganarme los títulos por mi propio esfuerzo, no había honor en buscar un camino fácil para lograr mis objetivos, necesitaba probarme a mí mismo y así lo hice. Logré estar entre los mejores mientras los años pasaban, en cada batalla me encomendaba a Zeus, ni una sola vez olvidé ir a su templo principal y llevarle ofrendas, tanto para ir a batalla como para agradecer por regresar con vida, muchos de mis compañeros se burlaban por creer aún en un dios que no habían visto nunca “¿Por qué le rezas a un dios libertino? Si tanto crees en él dile que la guerra termine” esas eran las palabras que repetían mis colegas y subordinados, por supuesto no los escuché. Creí fervientemente en que había dioses en el monte Olimpo, que los habían creado, que los observaban y los bendecían y, cuando estuve a punto de morir sus creencias se reafirmaron. En medio de una pelea uno de los enemigos atravesó una lanza contra mi pecho, tendido en el suelo envuelto en dolor y sangre, dudé por un segundo, ¿los dioses me abandonaron? ¿era cierto que no existían y todas mis victorias eran simplemente suerte? Por un segundo estuve a punto de perder la fe, en ese momento de duda aparecieron las Moiras, las diosas del destino marcaron el mío, no dijeron qué dios estaría dentro mío, no dijeron más de lo necesario, Cronos había escapado y necesitaban ayuda para salvar a la humanidad, pelearían contra humanos que tenían mis mismas características, humanos transformados en inmortales con la diferencia que alguno de estos no eran contenedores, algunos eran simples títeres del dios del tiempo. Ubicaría a los que serían mis compañeros a través de una marca, uno momentáneo que cambiaría cuando el dios despertara. No importó saber más, mi lealtad estaba para con los dioses y los humanos, y así pude vivir mi segunda oportunidad. Juntos a mis hermanos aprendimos a ser guerreros inmortales, aprendimos a vivir muchos años y a aprovechar nuestras largas vidas para prepararnos. No nos quedábamos mucho tiempo en un lugar, solo el suficiente como para aprender y que los demás no sospecharan que los años no pasaban por nosotros, no podíamos meternos en guerras en los que Cronos no había metido su mano oscura. Con el paso de los años aprendimos a hacer inversiones y a crear empresas en relación a lo que aprendimos, así, levantamos un pequeño imperio, uno que se hizo conocido, por lo que tuvimos que escondernos en el anonimato, para cuando nos dimos cuenta que el bando de Cronos comenzó a dispersarse, hicimos lo mismo, fundando sedes en varias partes del mundo. Mis hermanos y yo nos visitábamos seguido, teníamos reuniones tanto físicas como virtuales para ponernos al día tanto con los negocios legales como con los temas correspondientes a Cronos. Hace unas semanas nos informaron que un camión iba a llegar esta noche a esa dirección con cargamento no declarado, en otras palabras, cargamento de contrabando, y no nos mintieron. Estaba irritado porque rompieron el muro de defensa tan fácil, uno que me costó tiempo y dinero, mucho dinero, solo quería matar a todos e irme a descansar. Arruinaron la noche de distracción y eso no lo iba a perdonar, como guerreros antiguos, necesitaban soltar toda esa energía acumulada, ya sea peleando… o a través del s*xo. Frecuentemente necesitaba del calor de una mujer para poder distraerme, soltar esa energía y volver a mi ánimo de siempre. Usualmente iba a algún bar y conseguía a alguna mujer que esté dispuesta, cosa que no era difícil encontrar porque era un hombre atractivo, tomaban un trago y luego las llevaba a algún hotel para satisfacer mi deseo. Al terminar les borraba la memoria y me iba como si no hubiera pasado nada. Y eso era lo que necesitaba malditamente ahora, hacía semanas que no pude conseguir nada por esta situación con los almacenes y estaba en mi límite. Mi pecho comenzó a picar y brillar sacándome de sus pensamientos, las emociones estaban fluctuando de forma irregular y eso no era bueno para el plan. El día que acepté la divinidad, en mi pecho apareció un símbolo, una nube de la que salía un rayo, en un inicio pensé que era solo una señal de que eran los elegidos por los dioses así como les explicaron las diosas del destino, pero pronto me di cuenta que era diferente, cuando sus hermanos estaban cerca, el símbolo brillaba con una luz blanca, cuando estaban cerca de sus enemigos la luz era negra, lo mismo pasaba con mis emociones, el símbolo brillaba y cambiaba de color de acuerdo a mis emociones fuertes, como ahora que tenía un instinto asesino, mi símbolo era rojo como la sangre. “cálmate Caesar, si dejas que tus emociones nublen tu juicio el plan no funcionará” Respirando profundo volví a centrarme en el almacén, los hombres entraban con la última de su carga, era el momento perfecto para hacer las preguntas pertinentes, con cuidado saqué mi cuchillo del bolsillo de mi traje y salí sigilosamente del auto en la oscuridad de la noche, ahora era un guerrero dispuesto a sacar información y a asesinar, no necesariamente en ese orden, solo debía seguir el plan y todo saldría bien.
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