Nadie la tocó antes que yo, yo sería el hombre que le quitaría su virginidad, yo tendría el honor de tocar lo que nadie había tocado, de besar lo que nadie había besado y de llegar a lugares donde nadie había llegado alguna vez, yo sería el primero… y también sería el último, porque sí, en ese momento mi alma y corazón se decidieron pese a los constantes reclamos de mi parte racional pidiendo que no haga tonterías y que estaba luchando por salir de la parte oscura donde lo había metido para no escucharlo. Yo haría mía a esa mujer, desde que la vi ya era mía y nadie me la iba a quitar.
Con eso en mente, salí a trompicones de mi oficina sin dejar en ningún momento de besarla, de embriagarme en su aroma, quería llegar a mi habitación y felizmente lo logré sin ningún accidente porque podría haberme dañado yo, pero nunca mi ninfa, ella nunca sufriría siquiera un rasguño estando conmigo, eso me lo juré por todos los dioses. Pude haberla tomado ahí mismo y mis instintos me decían que no espere más por tomar lo que decidí que me pertenecía, pero ella era pura y al menos quería que su primera vez no fuera en cualquier lugar.
Apenas llegué y cerré mi puerta con mi talón, dejé a mi ninfa sobre mi cama, estaba toda preciosa con el cabello desordenado, su mirada excitada, esos labios que ya había probado y que moría por probar de nuevo estaban hinchados y rojos, su pequeña bata de dormir se había subido dejándome ver más de esas hermosas piernas que tanto quería lamer, y un tirante se había caído, mostrando un escote aún más profundo, su sonrojo cubriendo su hermoso rostro solo lograba que me dieran ganas de averiguar cuánto más podría sonrojarse y me pregunté si ese bonito color rojizo en sus mejillas podría aparecer también es ese trasero suave que toqué, de inmediato mis manos picaron con ansias “ve despacio” me dije a mí mismo.
— Abigail, si no deseas esto dilo ahora… aún tengo la suficiente cordura como para detenerme si tu así lo quieres, pero dilo ahora.
“por favor no lo digas, por favor no lo digas”
Esa fue la única cordialidad que le di, mi corazón y mi alma protestaron y mi lado racional estaba expectante porque deseaba que mi ninfa se negara y se fuera. Yo solo quería saltar sobre ella y descubrir todos sus lados secretos, pero al final comprendía que una mujer pura se guardaba pura por una razón, era egoísta sí, pero no era un bárbaro.
Si bien nunca haría nada que mi pequeña ninfa no quisiera, estaba en mi límite. Eran incontables las veces que al pensar en ella tenía una enorme erección, no sabía que mi cordura estaba pendiendo de un hilo y que la que me manejaba era esa mujer que me volvió loco desde que la vi. Esperé pacientemente, haciendo puños con mis manos y abriéndolas, me concentré en esa tarea hasta que mi ninfa le diera alguna señal o mi lado egoísta tomaría ese silencio como un “sigue adelante”.
— Yo… nunca he tenido intimidad con alguien…
Esa voz suave era música para mis oídos, tan suave, podría escucharla siempre, pero también temí que esas palabras serían un evidente NO para mí, sin embargo, siguió hablando luego de unos largos minutos.
— Pero yo… no quiero que pares…
Solo faltó eso, solo eso hizo falta para que me quitara el polo y el pantalón de chándal, mostrando así mi desnudez completa sin avergonzarme, yo no estaba acostumbrado a usar calzoncillos para dormir por lo que simplemente dormía con mi pantalón y ya, por lo que mi polla dura saludó alegremente a mi ninfa. Vi claramente el asombro en la mirada de mi ninfa, pasando por temor, sabía bien lo que estaba pensando, debía asegurarme que entendiera que en ningún momento iba a dañarla, que encajaríamos a la perfección, porque ella estaba hecha para mí.