CAESAR
Mi mano presionó algo suave y de inmediato mi sonrisa se hizo enorme, acaricié y presioné el seno de Nora al mismo tiempo que mi polla ya dura y lista para la acción se restregaba en ese delicioso trasero. Anoche fue un momento lleno de sorpresas. A pesar de que sabía que mi ninfa era pura, el saber que yo fui el que rompió esa pared que confirmaba su pureza hizo que todo mi cuerpo rugiera en señal de satisfacción. Era un hombre que amaba el sexo, pero con mi ninfa fue a otro nivel, si pensaba que con solo unas cuantas veces iba a saciar la sed que sentía por ella, estaba equivocado, no bastó una vez, ni dos veces, no bastaron todas las veces que la sostuve y la penetré, me convertí adicto a ese cuerpo, a esos besos que me volvían loco. Mi mano bajó hasta ese lugar que me había recibido toda la noche con calidez y de inmediato lo sentí, mi hermosa y sensual ninfa estaba dormida sí, pero se encontraba ya muy húmeda y preparada para mí, eso hizo que ronroneara de felicidad. La segunda sorpresa que recibí fue que mi ninfa era una atrevida y descarada en la cama, su apariencia delicada y casi tímida casi me engaña. La mujer que vi anoche fue totalmente diferente a la que conocí. No solo estuvo dispuesta a mis exigencias, ella misma tomaba la iniciativa y me exigió al igual que lo hice con ella. Lentamente coloqué mi polla en su entrada mientras recordaba cómo cabalgó y cómo movía esas enormes tetas, qué deliciosas tetas.
Poco a poco fui entrando mientras acariciaba su clítoris, un suave gemido salió de mi ninfa quien aún dormida retrocedió su trasero para estar más pegada a mí. Mierda, Abigail era una descarada aún dormida, lentamente fui moviéndome, mis besos fueron a su cuello, ahí me di cuenta las marcas que le hice, pero lejos de avergonzarme, me alegré, todos sabrían que esta mujer era mía y nadie más que yo iba a tenerla.
— Caesar…