—Hola, Zoe —dijo Selene al recibir la llamada de su amiga. Acababa de retirarse a su habitación para pasar la noche. Como la cena había sido un desastre, había conducido sin rumbo fijo por la ciudad hasta finalmente estar lista para regresar a casa. Ana, preocupada, seguía llamando sin cesar. Cuando entró, los gemelos ya dormían, pero su hermana se sentó a esperarla. Al entrar, Ana la abrazó y se fue a su habitación. Selene también hizo lo mismo. Zoe, al no escuchar nada, preguntó: —¿Estás ahí? —Estoy aquí, solo cansada —respondió Selene. —Audrey dijo que pasaste. —Me has estado evitando —acusó Zoe. —Estoy en Nueva York, Zoe. No te estoy evitando. —No contestas mis llamadas. —Eso es porque, cuando respodí, querías que escuchara a Mary. La perra ni siquiera me llamó. ¿Qué tiene que

