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1715 Palabras
—¡Hades Clarke me volverá loca!—le grito a Ema que ladea los labios al escucharme. Mi hermana me invitó a un café en su casa y tenemos rato hablando de diferentes cosas y no piensa lo mismo que yo con respecto a trabajar de secretaria y asistente personal de Hades. O Tempano como le digo en secreto. —No exageres, hermanita. —Ema, lo digo en serio—veo la lista de cosas que tengo que comprar para mañana en la mañana—. No creo hacer este trabajo. —¿Te vas a rendir por pequeñeces?—miro a mi hermana queriendo tirarla del segundo piso. Dos pisos no la matan y solo me acusaran de intento de homicidio y no completo. —¡¿Pequeñeces?!—grito exasperada, porque parece que hablo con una niña tonta—. El hombre me trata como sirvienta y como empleada de tiempo completo… —Deja de quejarte Bryce—me riñe de malas—. Ganas casi el triple que yo y eso que soy profesora de historia en una universidad. Me quedo callada no porque quiera, sino porque tocan la puerta y eso hace que mi hermana mayor vaya a abrir. Encargar pizza para cenar porque le da flojera pensar que preparar de comer es algo que la caracteriza. Ema siempre ha sido de comer comida chatarra y a pesar de comer lo que come hace ejercicio que en mi vida haré. Prefiero estar como estoy a tener las curvas matadas de Ema. —Pizza de salami para cenar—dice dejando la caja en la mesa—. Delicia de los Dioses. —Ajá—me jala un mechón de cabello con fuerza, lastimándome en el proceso—¡Oye! —No critiques las delicias inventadas por un italiano—abre la caja y huele el olor a salami y queso derretido combinados en una superficie de masa horneada. Aprendí a no meterme en el amor que le tiene a las hamburguesas, papas fritas y cualquier comida chatarra que vendan para servicio a domicilio o para comer en el lugar. Ema sirve una porción de la pizza para mí y se sirve su porción antes de sonreír con la boca llena del trozo que mordió. Niego antes de irme a sentar en el sillón que le pertenecía a la abuela, el mismo que Ema mando arreglar después de que papá lo tirará a la basura el año antepasado. Ema toma asiento en el lugar vacío a mi lado y enciende el televisor para ver una película en Netflix, busca entre el catálogo hasta que encuentra una que le gusta. —¿Otra vez la Máscara? —¡Sí! Y te aguantas. —Cómo siempre. Me da un ligero golpe cuando abren la puerta de la casa para Jared, su esposo. Es extraño que una mujer que da clases de historia en la universidad local esté casada con el doctor encargado del hospital central de la ciudad. —Buenas noches—eso si que sonó seco—. Me voy a dormir Emilia. Nunca lo había escuchado llamarla así, siempre es "Emy" o los apodos tiernos de casados no por su nombre de pila. Miro a mi hermana que parece triste cuando él se va a su habitación escaleras arriba. —¿Qué sucede?—suspira triste. —No he podido quedar embarazada… y Jared… bueno, ha estado así durante un par de semanas. —¿Ema?—se encoje de hombros. Seguimos viendo la película pero sé que mi hermana está sufriendo por no poder tener ese hijo que ambos quieren. Se casaron porque estaban enamorados realmente y aunque papá se negó al matrimonio… es triste que se esté perdiendo ahora por un bebé que tienen planeado desde hace tres años de los cinco que llevan ya de matrimonio. Muy triste. /// Llegó a mi departamento cansada de mi día y dejo los trozos de pizza que Ema me dió, dijo que ya no se los comería al día siguiente y que Jared… no los pelará. Espero que mi hermana se embaracé pronto, ella lo desea y se lo ha ganado mucho. Merece ese pequeño manojo de alegría que puede ser un bebé. Voy a la ducha para darme un buen regaderazo y después irme a dormir porque tengo que levantarme temprano mañana para llegar a tiempo al trabajo. Que el Tempano me tendrá a prueba esta semana, como si fuera a darle una razón para ser despedida. Es estúpido e injusto. Pero qué se le puede hacer a un hombre así. Salgo del baño para sentir lo que avisa que mi período está cerca y que debo prepararme con unas cuantas pastillas y unos fomentos que tendré que preparar para que no me den muy fuertes y pueda ponerme de pie e ir a trabajar. Recuerdo la vez que fui a mi baile de invierno y me manche, muchos se rieron de mí por ese descuido. Duraron dos meses diciéndome apodos tontos por mancharme y cuando es algo natural el período de una mujer. Los apodos se fueron cuando otra cosa memorable paso y yo respiré tranquila aunque no me gustó que mi mejor amiga fuera el blanco de esas burlas, pero a ella le fue peor que a mí porque la cacharon besándose con el maestro de arte. Termino de limpiarme el cabello cuando escucho que tocan mi puerta y con cuidado voy a revisar quien puede ser a esta hora de la noche. Son casi las doce. Veo por el agujerito que tiene la puerta y el rostro del Tempano se hace visible. Abro para ver qué me da una sonrisa ladeada antes de tenderme algo con cuidado. —Necesito que los lea y que los lleve a Industries White. —Pero… —Son para mañana temprano, Robinson. Sus ojos bajan a mi ropa y siento que estoy desnuda por la manera en que sus ojos recorren mi cuerpo. Mis piernas son lo que ve con calma, de verdad que incómoda. No debí ponerme este pijama. El hombre parece que me saltara encima para tomarme contra mi sillón, trago despacio. —La veo mañana—dice un poco ronco. Se da la vuelta para irse cuando se detiene un poco para girarse a mí y ojearme una última vez. —Y perdón por lo que voy a decir—cruzo mis brazos sobre mis pechos—. Pero me encantó la vista. Mis mejillas se tiñen de rojo, y él retoma su camino a su casa. Cierro la puerta sintiéndome acalorada por lo que acaba de suceder con Hades. Dios. El hombre casi me desviste con la mirada y yo se lo permití. Dios. Pero porque me dijo que le gustó lo que vio. Sólo están al descubierto mis piernas, y en su mayoría, la blusa que llevo puesta es de tirantes delgados y es algo escotada de ambos lados, el shorts a juego me llega abajito de mis muslos. No comprendo bien. De cualquier forma no necesito alterarme. Tranquila y todo genial. Llevo los documentos a mi sofá para comenzar a leerlos y entretenerme con eso hasta que el sueño se vuelve imposible de soportar y es cuando me quedo dormida. /// Tarde. Se me hizo tarde. Me cambié a velocidad récord y también me maquillé, ahora voy de camino a la empresa a la que debí llegar hace nueve minutos. Los papeles que Hades me llevo anoche ya los entregué, y ahora voy mi lugar de trabajo y ya voy tarde. Dios. Me van a descontar el día, mi teléfono suena y no dudo en responder. —¿Dónde estás? —Ya voy a llegar—cruzo la calle que me mostró el color verde que indica que puedo hacerlo—. Me faltan dos… —Te quiero aquí en quince minutos o considerate despedida. Cuelga y yo gruño por el tiempo que me dio para llegar y subir hasta el piso treinta. Debería darme un tiro y renunciar. Hay otros empleos… pero este paga mis cuentas muy bien, hace mucho que no me compraba un vestido para ir a una fiesta, y mañana en la noche iré a un bar así que no debo quejarme. Aceleró mis pasos y corro por la calle hasta que el Starbucks se hace presentes, encargó mi café y el de Hades, los pago para pedir que los lleven a mi piso, salgo de ahí para cruzarme y subir los pisos hasta que llegó al mío, corro a la puerta para ver a Hades con Peter. Ambos tienen una laptop frente al otro y yo trago por qué Hades ve su reloj. —Trece segundos más y tendría secretaria nueva. —Lo siento. En unos minutos traen su café—aviso un poco nerviosa—. ¿Algo más que necesite? —No. Asiento y me voy a mi lugar de trabajo, Dios. No estoy segura de aguantar mucho aquí, no creo que sea justo seguir ocupando este lugar cuando no encajo y menos si Tempano me pone las cosas menos fáciles. El chico con el café llega y me da los dos cafés, le agradezco mucho el que me los haya traído. Veo que mi café tiene su número de teléfono. Me sonrojo antes de llevar el café de Hades adentro. Lo dejo en su escritorio y ve el mío, me lo quita para leer lo que tiene escrito. —Para lo qué se te ofrezca—se burla y yo le quitó el café. —No te metas. —¿Meterme?—giro mi cabeza a él para negar y darle la copia que me dieron en recursos humanos. —Firma esto. Lo hace pero sigue viendo el vaso con burla y Peter sólo guarda silencio a lo que su hermano está haciendo. Creo que hubiera sido mejor ser la secretaria de Peter que la dé Hades. Mucho mejor. —Dile a Michell que a la otra que mi café esté frío haré que lo despidan. —Sí. Voy a la puerta para cerrarla a mi espalda y tragar saliva por lo que Hades es. Un empresario gruñón que necesita una buena noche de sexo con alguien que le quite el mal humor. O mínimo que lo intente.
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