SCARLETT
Qué asco sentía en el cuerpo; con la esponja tallaba mi piel con fuerza. Cuando actúa de esa manera, me enfermaba. Prefería su versión linda, parecida a un cachorro indefenso.
Por un momento, dejé de lavarme el cuerpo, dejando que el agua bajara. Me había dado cuenta de que me gusta esa versión suya porque así era Christopher: empalagoso, tierno, lindo, cariñoso y siempre actuando débil. ¿Cómo es que fui cariñoso con ese imbécil? Pero al recordar que Demian tenía un problema en la cabeza, para mi parecer, era una personalidad que su cabeza creó como defensa ante su padre; una personalidad que su padre quería hacer en él, o puede ser al revés. La personalidad amable es un producto de sus traumas, como si todas sus debilidades estuvieran encerradas en una sola, como el yin y el yan.
Dejé de lado ese asunto y terminé de bañarme; no iba a desperdiciar mi valioso tiempo encerrada aquí, esperando a que volviera y me obligara a tener sexo otra vez.
La noche estaba por llegar y yo tenía mucho por recorrer, pero ya no me daría tiempo. Al terminar de alistarme, salí de la habitación y bajé a la sala. Miré a mi alrededor y, por fortuna, no estaba a la vista.
Ahora el problema era a dónde irme a perder por un largo tiempo sin que este me encontrara, pero cerca de la mansión. Caminé un rato sin rumbo por los pasillos, encontrándome con la servidumbre de vez en cuando, quienes me saludaban agachando la cabeza y rápidamente se desaparecían de mi vista. De seguro pensaban como la pobre chica de ese día; no las culpaba, a como era Demian, ¿qué podían pensar de mí?.
El único lugar que pude encontrar fue la biblioteca. No era muy amante de los libros, pero era un buen lugar para relajarme y disfrutar de un buen descanso hasta la hora de la cena. Antes de entrar, miré a ambos lados del pasillo para que nadie me viera y cerré la puerta detrás de mí con seguro.
Solté un suspiro de alivio y miré alrededor. Había muchos libros que llegaban al techo, escalones a ambos lados para llegar al segundo piso. Al subir, lo único que vi fueron hileras de libros ordenados perfectamente por color, tamaño, autor, inicial y textura. ¿Qué se podía esperar de un perfeccionista y delicado como Demian? Al menos había un amplio sofá en el que me dejé caer y me acomodé.
El silencio y el olor a libro inundaban la gran biblioteca. La tranquilidad y el agotamiento de todo este día hicieron que poco a poco fuera cerrando los ojos; era perfecto el ambiente en el que quedé dormida completamente, durmiendo profundamente, hasta que el sonido de gritos me despertó. Estaba oscuro y mi vista se estaba adaptando al entorno; la única luz que entraba era la luz de la luna por las ventanas.
Nuevamente, esos gritos afuera de la habitación se escuchaban, apenas perceptibles. ¿Cuál era el escándalo y quién era? Bajé al primer piso con tranquilidad y caminé hacia la puerta. Quité el seguro y, al abrirla, los gritos eran más fuertes. Era Demian; insultos, cosas rompiéndose y gritos de la servidumbre resonaban por los pasillos. Se escuchaba incluso el correr y murmullo de la servidumbre, a lo que ya me imaginaba de qué se trataba y tuve que ir a arreglarlo.