Así su conversación terminó, con ella alejándose detrás de su espalda llevándose consigo la esperanza de volverla a ver. Tres días pasaron, y no había señales de ella en el tren que Mike tomaba todas las mañanas. No podía ir a su trabajo, creía que ella sólo había sido amable y no pretendía aprovecharse de la buena voluntad que Jane tuvo para ayudarlo.
Al cuarto día desde aquella conversación despertó con más ánimos, pues iría nuevamente a la editorial donde suele llevar sus manuscritos con la esperanza de ser aceptados para una publicación. Su primera parada de la mañana sería la cocina de su casa, donde sus padres se encontraban ya desayunando antes de irse a trabajar.
—Cada día pareces tardar más —le recibe su padre.
—Buen día para ti también —se acerca a la mesa con su sarcasmo para sentarse en uno de los asientos.
—Leí tu último manuscrito —señala la pila de hojas que tiene al lado de su plato. Estuvo leyéndolo desde que despertó.
—Te he dicho que no leas mis cosas sin permiso —aunque se queja le permite mantener la copia del manuscrito a su lado.
—Vamos no peleen —se añade la madre de Mike—. Tú come rápido o llegarás tarde —se dirige a Mike.
—Recuerda que es una afición —aunque le pareció haber leído algo bueno, pretende que su hijo siga el camino socio económico que le ofrece una carrera universitaria.
—Puedo ser abogado y escritor —dice con la boca llena.
—Aprovecha tus años de estudiante para escribir —se apega completamente a la idea de que ser escritor no es una carrera buena a seguir—. Luego concéntrate en trabajar.
—Me voy —está molesto, tener que escuchar a su padre todas las mañanas con lo mismo es cansado. No va a desistir de su sueño, aunque él mismo note que jamás llegará a cumplirlo.
—No has comido bien —indica su madre preocupada. Pasa más tiempo encerrado en su habitación escribiendo que saliendo a tomar aire fresco, y sus pronunciadas ojeras son sinónimo de desvelos constantes.
—Compraré algo después —se levanta de la silla y luego de despedirse se dirige hasta el pórtico de su casa.
El día pintaba bien, había dejado de pensar en Jane y era capaz de concentrarse en sus historias ya terminadas luego de haber dejado a medio empezar aquélla donde ella era su nueva protagonista. Esta vez tomaría un autobús hasta la editorial, iba con toda la actitud positiva y con sus ganas de publicar un libro a tope. Al llegar ingresó en el gran edificio, debía subir cuatro pisos donde el editor con quien siempre contacta le esperaría. Este se encontraba en una de las oficinas abiertas, donde Mike se acercó con confianza creyendo que por primera vez hablaría de negocios.
—Buen día Johnny —Mike coge una silla y se sienta frente a él.
—Pero si es mi escritor estrella —le saluda con entusiasmo.
—Vamos no bromees —se avergüenza de que siempre le llame de esa forma cuando lo único que ha podido publicar hasta ahora es un artículo en una de las revistas donde hablaba sobre la importancia de escribir.
—Has traído más de diez manuscritos —dijo Johnny—, pero el hecho de que ninguno haya sido publicado no significa que no seas un escritor estrella. No cualquiera hace tantas historias.
—De qué vale tener más de diez manuscritos si solo ocupan espacio en tu escritorio —entre cierra la mirada.
—Pues tengo la solución —sonaba a buenas noticias para Mike.
—¡¿Los aceptaron?! —exclama con alegría.
—No grites en la oficina —le hace señas—. Y no, aunque quisiera que esa sea la buena noticia he de decir que tus últimos dos manuscritos no pasaron la prueba del editor y jefe.
—Pues ¿Para qué me llamas? —hace un gesto de molestia con su rostro y voltea la mirada.
—El editor y jefe cree que a pesar de todo tienes talento. Y ha querido darte la oportunidad de escribir un relato corto que será publicado dentro de un mes en una famosa revista de moda.
—No sé nada sobre moda —niega con la cabeza. Seguía frecuentando el mismo terreno al no ser capaz de publicar un libro, con lo mucho que se esforzaba en escribirlos.
—Es por eso que tendrás ayuda —el editor se coloca de pie y con la mirada le indica a Mike que le siga.
Ambos se dirigen hasta la oficina del editor y jefe, entran en silencio ya que se encontraba hablando con alguien, pero al verlos les llama a ambos para que se acerquen.
—Señor, aquí tenemos a Mike Hosseberg —lo presenta como si el editor no supiese de quien se trata.
—Muchacho —el editor se coloca de pie para saludarlo, pero al acercarse Mike a él la persona con quien el editor hablaba se levanta del asiento con rapidez y voltea a verle causando que Mike deje al editor con la mano tendida.
—¿Jane?
—¿Mike?
—¿Se conocen? —el editor de Mike se les queda observando a los dos.
—Un poco sí —contesta Jane.
—Eso facilita las cosas —comenta el editor y jefe—, de ese modo podrán trabajar en mayor confianza —capta la atención de Mike.
—¿Ella será mi guía? —frunce el ceño.
—No es un paseo escolar —le protesta Jane—, solo seré tu asesora.
—Exacto —añade el editor—. Espero que le expliques los detalles —le expresa al editor de Mike y este asiente con la cabeza.
—Muy bien, dejemos al jefe trabajar y salgamos para explicarles los detalles restantes.
Ambos, tanto Jane como Mike siguen al editor Johnny de regreso a su oficina abierta y guardándose las preguntas para después escuchan atentamente las exigencias del trabajo.
—A ti no hace falta explicarte mucho —dijo a Jane—, seguro tu jefa te dejó al día.
—Ni que lo diga —mueve la cabeza y desvía la mirada. Afirmativamente su jefa le había bombardeado con todo lo que necesitaba saber hasta que se tatuara la información en su cerebro.
—En cuanto a ti —el editor dirige su atención al joven Mike—. Por favor, escribe algo digno de publicar —dice a modo de ruego como si Mike fuese la última esperanza de la editorial.
—¡No me haga ver mal frente a los demás! —se cruza de brazos y Jane rompe a reír.
—Solo quiero asegurarme de que no hagas lo de siempre —con eso se refería a que suele escribir historias poco llamativas apegando su narración a un estilo bastante anticuado.
—Todos tienen su estilo —pretencioso gira la mirada y Jane no se aguanta para palmear su espalda como si fuese un niño pequeño.
—Ya, ya —indica ella—, ya ves que tu jefe solo quiere que quedes bien parado en tu trabajo.
—Por amor a Dios —junta ambas manos como si fuese a confesarse—, haz que entienda lo que es la moda.
—Comienzo a pensar que fui la última opción —dice Mike a modo de sarcasmo.
—En efecto —explica Johnny—, todos los escritores están ocupados, pero confiamos en ti para el trabajo.
—No me transmites confianza —mueve suavemente la cabeza de lado a lado.
—Será fácil —ella vuelve a palmear espalda solo que esta vez de manera más brusca.
—Eres algo tosca —se queja Mike—, un poco más y me sacas la flema.
—No vuelvas a decirme que parezco un hombre gorila —le mira como si estuviese molesta.
—Yo nunca...
—Me encanta —el editor se ríe—. Se llevan bien, así que me siento seguro de dejar el trabajo en sus manos.
—No prometo nada —Mike levanta la mano y comienza a caminar hasta el ascensor.
—¡Con esto estarás más cerca de publicar un libro! —le grita para darle ánimos.
Jane se encamina para seguirle luego de despedirse rápidamente del editor. Por suerte consigue alcanzarlo antes de entrar al ascensor e ingresa con él.
—No sabía que trabajabas en esta editorial —comenta Jane para quebrar el silencio.
—No trabajo aquí —responde de mala gana, afectado por tener dos manuscritos rechazados agregados a su lista de desgracia.
—Pero es lo que intentas —replica Jane.
El ascensor abre sus puertas y ambos comienzan a caminar hasta la salida con propósitos distintos.
—Primero deberíamos comenzar con... ¡Hey! —le llama con fuerzas al ver que este se aleja por la calle contraria. Mike se detiene, pero no parece tener intenciones de querer seguirla por lo que es ella quien se acerca a él—. ¿A dónde crees que vas?
—¿A estudiar? —responde con algo de confusión.
—Oh no —niega con la cabeza—. Claro que no, yo no vine desde mi trabajo caminando solo para tener que verte la cara. Debemos trabajar, o ninguno de los dos va a poder cumplir su parte del trabajo.
—Puedo solo —intenta hacerse el escritor solitario que no necesita interrupción de nadie.
—¿Ah sí? —agrega con sarcasmo—. Allá —señala el edificio—, no me parecía que tu editor pensara igual. No sé si es que has cambiado desde la última vez o ya eras así, pero no pienso ser despedida por fallar mi trabajo de niñera.
—Creí que habías dicho que no era un viaje escolar —era casi como lo recordaba.
—Contigo y esa actitud, diría que es una guardería —intenta soportar la risa para que la situación no parezca ser algo que Mike se deba tomar a la ligera.
—Muy bien —deja de luchar y se dispone a trabajar por su sueño—. ¿A dónde?
—Así me gusta, calladito y cooperando —las cosas empezaban a ser un poco más fáciles para ella—. Primero debemos familiarizarte con algo muy a la moda.
—Espero que no sea lo que pienso.
Los primeros minutos andando tenía sus dudas, pero parecía que el trayecto del día sería normal hasta unos minutos después cuando se encontraba frente a una tienda de ropa, como algo sumamente cliché para él.
—Dudo mucho que esto me inspire —con la mirada se negaba a entrar mientras que Jane era la que parecía más entusiasmada entre los dos.
—Pues debería —dijo con seriedad—. Además, vas a escribir una historia corta para una revista de moda, así que debe ser de moda.
—Creo que eres tú quien tiene más ganas de entrar —dice al casi verla babear por un bolso que vale el triple de lo que ella gana en un mes.
—¿Lo dudas? —ella voltea a verle—. Vamos —le arrastra adentro de la tienda y luego de hablar con la encargada tanto ella como Mike tienen permiso total de probarse las prendas que deseen.
—No veo nada de mi interés —había más prendas de mujeres que de hombres. Lo único que llamaba la atención realmente para él eran los precios y elevados costos de cosas tan simples como la ropa.
—Busca inspiración —se dirige a él con seriedad y luego como si fuese una adolescente se acerca hasta el apartado de zapatos para deleitar sus ojos y pies con el calzado de diseñador.
—Inspiración... —se murmura—. Como no, seguro que escribo el libro en un solo día.
—¿No es hermoso? —se prueba un par de tacones de piel de leopardo—. Me da lástima por el animal, pero es tan precioso que me dan ganas de llorar.
—Pues cuando veas el precio vas a llorar de verdad —se burla de ella y baja la mirada hasta la etiqueta de precio con cinco dígitos. Ella se los quita, los coge con ambas manos para buscar dicha etiqueta y comprobarlo por cuenta propia.
—¡¿Treinta mil?! —queda totalmente paralizada y lentamente los regresa a su lugar.
—Buena elección —Mike sabía que, aunque tenían permiso si llegaban a dañar la mercancía la debían pagar, cosa que no sonaba bien para alguien que vive de sus padres y de la mesada semanal.
—¿Ya estás inspirado? —cambia el tema a lo que realmente debería ser importante en esos momentos para ella considerando que vuelve a pender de un hilo para mantener su empleo a flote.
—¡Tanto que puedo explotar! —exclama repentinamente.
—¿En serio lo...?
—¿Eso esperabas que dijera? —vuelve a la expresión anterior.
—Eres cruel —se cruza de brazos.
—Siento sí tengo los ánimos pesados, pero es que esto no es algo que me inspire a escribir.
—Pues sí estás algo cambiado —ella lo analiza y aunque parece ser el mismo chico de hace unos días, seguro sus constantes rechazos en la editorial le han formado una terrible personalidad.
—¿Lo intentamos otro día? —no quería seguir en la tienda y era obvio. Parecía más que estaba de compras y no buscando información para la historia.
—Llamaré a mi jefa para ver si puede ayudarnos —ella saca su móvil y se dispone a hacerlo.
Estuvo varios minutos hablando en calma y luego de repente comenzó a protestar como si quisiera negarse a hacer lo que le pedía hasta que su jefa cortó la llamada.
—¿Y bien? —interrogó Mike al cabo de que ella regresara a su lado.
—Ella quiere que me pruebe ropa interior para ti —tiene la mirada en todos lados menos al rostro de Mike.
—Debe ser una broma —ríe con timidez—, como si fueses a...
Jane se acerca hasta el apartado de lencería y comienza a escoger algunas prendas que considera son lo que la jefa quiere mostrar al joven escritor.
—No creo que deba ver esto —camina con intenciones de salir, pero al pasar al lado de Jane esta le coge del brazo para detener su andar.
—Por favor... —se ruborizan sus mejillas—, necesito que me veas en ropa íntima.