¡Actual, gerente de la farmacia apareció como por arte de magia exclamando "! ¡Qué casualidad! justo acabo de recibir cambio". Así fue como se resolvió el inesperado problema del billete grande. Con los medicamentos en la mano, tome un carrito que me llevó a la parada cerca de mi casa. Pero lo que me esperaba allí no era un descanso anhelado, si no una escena que me dejó sin aliento.
Al entrar en casa, el caos reinaba. Juguetes por doquier, un baño sin bajar...y entre el desorden dos pequeños, una niña de 4 y un niño de 7, hijos de mi hermano, me observaban con curiosidad. Saludé, tiré mis cosas en el cuarto y me desplomé en la cama. El viaje y la situación me había agotado, pero un imprevisto estaba a punto de interrumpir en mi breve paz.
Entre paréntesis, apenas dos horas después, el sonido de mi teléfono me arranco del sueño. Era Dela mi hermana con una pregunta que me puso alerta: ¿conseguiste los medicamentos? y justo después, añadió que el señor Nardo había salido a buscarme con su carro, para ayudarme con las diligencias. No sabía que esa llamada desataría una serie de eventos inesperados que me obligaría a reconsiderar todo mi plan.
A propósito, le respondí a Dela que ya estaba en casa descansando. Dicho sea, mire la hora: las 12:00 del mediodía, me levante y me dirigir a la cocina, donde mi hermano Domini y sus hijos bajaban las escaleras. Pregunte que iba a preparar Y él me pidió que montara el arroz, que él haría el guiso. Mientras preparábamos la comida, él me contó algo sobre los niños que cambió drásticamente lo que esperaba para la tarde.
Enseguida, Durante el almuerzo, Domini me preguntó por mi madre y me recordó que él debía a trabajar la 3:00 p.m. Le dije que también que regresar al hospital a esa hora para quedarme toda la noche. Por otro lado, el soltó una revelación a Dela, mi hermana regresaría a su casa, y Domini, mi hermano no le había pedido el favor de llevarse a sus hijos por qué?, La historia que me conto. Al principio, la convivencia había sido un desastre, todos estaban en el hospital, y Lismaria mi sobrina hija de Dela, aun adolescente, se quedaba con los niños. Pero mi hermano Duncan propuso un plan: que Kary, mi cuñada se mudara a la casa con sus propios hijos - Doula, Daniela, Gabriela, para compartir los cuidados de los pequeños y de mi mama. Lo que parecía una solución ideal pronto se convirtió en detonante de un caos mucho mayor.
Aun así, ya había escuchado una versión de mi hermana Dela, casi similar pero conveniente a sus propios intereses. No quise preguntar más. Nunca pensé, que lo que se suponía que eran las horas de cuidado serían más fáciles, pero las exigencias de Dela, una desorganización total en las comidas, llevaron la situación al límite. malos comportamientos y conflictos, pinto un panorama de lo que había sucedido entre todos para resolver los problemas de logística de la falta de dinero Terminaron todos furiosos transformo todo en una batalla campal. Por otro lado, no quise indagar más en los detalles del caos familiar, de los trabajos de los varones que chocaban y de como todos habían terminado "bravos", y cada quien tomó su propio camino, dejando a Domini con una decisión imposible en las manos. Solo pude preguntar: ¿Qué vas a hacer? con los niños. La respuesta de Domini, mi hermano me dejo helada: reveló un plan que, aunque practico, ocultaba una vulnerabilidad inesperada. Los voy a dejar encerrados aquí. Luego con una frialdad calculada, me dio instrucciones precisas sobre la cena que había dejado y la llave de mi madre. Un plan que me convertía en la única conexión entre un hogar solitario y el hospital, y que me haría dudar de la seguridad de todos.
Al contrario, esa noche fue un t******o, el hospital se convirtió en un campo de batalla personal. Así pues, mi madre María Reald, no cooperaba, me desperté cada 3 horas para sus medicamentos, y yo agotada, casi no pude dormir. Además, tenía que llamar a los niños, cada hora para asegurarme que estuvieran bien en casa. En cambio, la noche la vigilia fue interminable, hasta que mi hermana llegó a las 5:30 de la mañana. Pero lo que traía consigo, y lo que me dijo, anticipada una nueva tarea monumental y aún más complicada que nos pondría a prueba.
No obstante, para mi sorpresa, Dela trajo un bolso grande con ella y me dijo "vamos a cambiar las sábanas, bañemos a mamá. Del mismo modo, le confesé que había sido una noche terrible, y enseguida los pusimos manos a la obra. Al igual que, mi madre María Reald, estaba increíblemente pesada, y fue entonces cuando entendí porque uno de los dos acompañantes de la habitación era un hombre. Su presencia se convirtió en una bendición inesperada.
Así las cosas, gracias a Dios uno de los acompañantes se compadeció de nosotras y nos ayudó a bajar a mi madre María Reald, hasta la silla de ruedas. Con un agradecimiento silencioso, la empujamos hacia el baño. Analógicamente, allí, Dela me confesó un secreto que me helo la sangre: a los muchachos y a ella misma, mi madre se les había caído cuando intentaron bañarla. Esta vez, la misión era mucho delicada.
Primeramente, con extrema preocupación, la levantamos, la bañamos, secamos y vestimos, sentándola de nuevo. A continuación, me asombró el inmenso esfuerzo de mi hermana Dela, por sostenerla, mientras me repetía que yo no debía hacer mucha fuerza por mis operaciones, para no lastimarme. Pero el momento más impactante llegó cuando, al terminar, mi madre María Reald, nos miró con una expresión que revelaba algo que no había mostrado en días.
Por mejor decir, le quitamos la plancha la cepillamos se la pusimos de nuevo. Es decir, me arreglé yo, lavándome la cara para recibir a los médicos tratantes. En cambio, saque a mi madre María Reald, en la silla de ruedas mientras mi hermana Dela barría y organizaba el baño. De todo esto, la llevamos a la cama, le cambiamos la sabana, la perfumamos, maquillamos y peinamos, tal como a ella le gusta. Por un lado, ya arreglada la dejamos un rato en la silla, sin saber que las preguntas que le haríamos desvelarían una realidad aún más compleja.
En primer lugar, mientras conversamos sobre el campo, su gente, amistades y familiares, mi madre respondía algunas preguntas "¿Quién era? o nos miraba con una expresión de desconcierto, tratando de recordar a quienes nos referíamos. En efecto, con una mirada cómplice, mi hermana Dela y yo entendimos su dificultad, y cambiamos de conversación, sin saber que la siguiente pregunta desvelaría un nuevo y esperanzador avance.
Por el contrario, al verla cansada, decidimos acostarla para que descansara, pues los medicamentos la dejaban muy débil y no queríamos presionarla. A pesar de, como era bastante pesada, uno de los acompañantes volvió a colaborar para subirla. Fue entonces, en ese instante de vulnerabilidad y ayuda, que mi madre habló con normalidad, diciendo algo que nos dejó sin aliento: ¡empezó a sentir su parte izquierda del cuerpo!
Por tal motivo, gracias a dios que hablaba con normalidad. Por eso, no solo nos colaboraba con la parte izquierda de su cuerpo, esa que hasta hace poco parecía inerte. Así y todo, el mismo señor nos ayudó a subirla a la cama, y mientras la observaba, jamás pensé que vería a mi hermana Dela tratar a mi madre María Reald, como un bebe. Dicho sea de paso, me enseñaría hacerlo. Sea que,
aquel día, el hospital, que parecía el fin, se había transformado en un nuevo y esperanzador comienzo.