GEORGE

1007 Palabras
CAP. 8 - GEORGE La visita a Mrs. Betty aquella tarde fue distinta. Totalmente inesperada. Emma horneó la torta de chocolate, le agregó azúcar impalpable sobre la cubierta, mientras repasaba lo ocurrido. Sin culpas, pensaba en Richard, en si habría alguien que lo echara de menos, que lo extrañara, que lo llorara. Seguro, aunque haya sido el peor, sin duda, ha sido un maestro para alguien, para algunos. En definitiva, la muerte lo ha librado de su capacidad de utilizar su energía para poder abusar. Ella en definitiva solo ayudó a que sus funciones vitales llegaran a su término. Nada más. Y se encaminó a ver a sus amigas. Grande fue la sorpresa cuando entró a la residencia del condado de Tompkins, y estaba George. Casi pega la vuelta, pero se detuvo. Al fin y al cabo, nada ni nadie, podría hacerle perder su buen humor. Contar su última aventura a Betty, podría esperar. Le intrigaba saber qué hacía el ilustre investigador en el vecindario. A George se le iluminó el rostro al verla, sin disimulo, se incorporó de golpe y le asestó un beso en la mejilla, sin parar de hablar. La llevó del hombro hasta el sitio donde entendía que debía sentarse. Emma, sonreía, incómoda, pero sin sentarse pasó a la cocina y trozó en porciones, algo desconcertada, la torta. George había llenado el ámbito de palabras como: explorando las complejidades de…la cuestión crítica, en la última década, etc etc y decía poco. O poco interés despertaba en sus oyentes. Estaba nervioso, estaba claro. Y ella provocaba ese estado. Lo sabía. Y saborear su poder sobre los hombres, la ponían exultante. Una victoria más. La hija de Betty le pidió, por sorpresa, interrumpiendo su charla y el bienestar de Emma, que le subiera unos libros al estante. Él, incómodo, no dudó en aceptar y prontamente se quitó las y los zapatos, modernos, algo puntiagudos, de cuero italiano y quedó descalzo para subir a un sillón y poder alcanzar la repisa. Emma no pudo ignorar la belleza masculina de esos pies cuidados, blancos, suaves. Alguna vez amó los pies de su esposo desaparecido, ella le procuraba el cuidado. Con cremas y masajes y hasta la pedicura. Ya creía olvidado tan magnífica visión, pero, no se permitió perderse en aquel recuerdo. George, adujo que al pasar por allí pensó en saludar y saber cómo estaban. No dejaba de mirar a Emma. Le preguntó por Noah, alabó su torta, el cabello que había recogido en una graciosa cola de caballo. Todo junto, todo a la vez y sin terminar la porción, miró la hora y afirmó que debía irse. Le tendió la mano a Mrs. Betty y besó a Emma, cerca de la boca o eso le pareció. Nada desagradable. Y se fue. Solo cuando oyeron el rugir del motor de su BMW n***o, se permitieron reír. Mucho, hasta que se nublaron sus ojos por la risa. No detectaron peligro en esa visita, en eso estuvieron de acuerdo, y durante un rato que a Emma le pareció eterno, sus amigas muy convencidas pocas pruebas y mucho entusiasmo, de que ese chico está detrás mío.” Insisten con una seguridad que ni él tiene. Según ellas, la mira como si fuera el último alfajor del paquete. “No sé qué ven, pero cada vez que él me mira, ellas aseguran que me ve como si yo fuera la protagonista de una novela turca.” - ¡Descaradas! - las increpa Ya parece campaña electoral: ‘-¡Ese chico te ama, votá por él!’- Les vuelvo a decir: -Ustedes están más convencidas que yo. Y más que él, probablemente. - -Una mujer puede sentir atracción, deseo, curiosidad… pero también debe tener claro cuáles son sus prioridades. Y cuando alguien que le gusta la acorrala, con insistencia, con gestos, con palabras, su reacción tiene que ser una mezcla de seguridad, molestia, y autocuidado. Porque querer no siempre significa consentir- Lo dijo de un tirón, sin respirar, más para sí que para ellas. Y se puso colorada. Ya más calmada siguió enumerando: Poner en claro los límites. Por ejemplo: -Me gustás, sí. Pero ahora no quiero distraerme. No estoy disponible para esto. O sea, agregó, cada vez más incómoda: -Reconocer cierto interés, que no lo convierte en permiso. No voy a dejarme arrastrar por la presión del deseo de otro. - -Estoy evitando espacios donde pueda encontrarlo. Tampoco respondo a invitaciones. Nunca alimentaría sus expectativas. No quiero involucrarme. No juego a medias, ni confundo señales. - Otro sofocón para terminar el monólogo. Y se incorporó a servir más té, ante la mirada entre pícara y sorprendida de sus vecinas. Betty carraspeó para aclarar la garganta. Calmosamente le dijo que ellas siempre respetaran lo que decida. Que está bien elegirse. Pero, que es muy joven para permanecer sola, que hasta a Noah, quizás, le vendría bien no un papá, pues lo tuvo y es irreemplazable, pero si una imagen de varón. A quién imitar, con quién hacer deportes de hombres. Le aseguró que ella sabe que Noah es muy feliz con ella, con ese entorno que le enseñó a amar. Con sus compañeros, incluso, pero que tal vez no le vendría mal ver a su mami reír más seguido. Más satisfecha, terminó con picardía, sonriendo. Emma no agregó nada. La tarde transcurrió como siempre, de modo afable. Le contó lo de su última aventura y pudo vislumbrar el regocijo de Betty. Más tranquila, por Lolo, por todos los Lolos que no pueden defenderse. Aquella noche, Emma durmió profundamente, soñó con pies de hombres que desfilaban. Era un sitio con mar. Una tarima que llegaba a la orilla. A los lados los asientos de los asistentes. Un taparrabos para cada concursante y los pies desnudos. Casi pudo sentir la suavidad del bello que crece sobre los dedos. La rodeaban y abrazaban suavemente. Tan real como puede ser esto en el universo onírico. Se despertó sudada, complacida, el corazón en un galope, como antes, cuando yacía al lado de su esposo, y era dichosa.
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