"Por supuesto, señor", dijo, su voz era un susurro. Después de unos minutos, Naruto salió del vestidor. El traje le sentaba como una segunda piel, el dorado brillaba bajo las luces de la tienda. Mikey, el gigante de hombre, comenzó a aplaudir, con un sonido que resonó por toda la tienda. Wynt, sintiendo un escalofrío recorriéndole la espalda, se vio obligado a imitar a Mikey. Naruto se subió a su carro, un "Alfa Romeo 33 Stradale", y se dirigió a la universidad. Dejó a su mayordomo y guardias en la tienda, sin mirar atrás. Wynt, con el corazón latiendo con fuerza, se quedó observando la marcha de Naruto. Sabía que el día había sido solo un pequeño vistazo a la vida de este hombre, un hombre que controlaba su destino con una mano de hierro y una sonrisa que ocultaba un poder aterrador. E

