El reloj en la pared marcaba el tiempo implacable. La verdad estaba ahí, al alcance de sus manos. Solo tenían que desentrañarla, aunque eso significara enfrentar la oscuridad más profunda. Elena mantuvo la mirada fija en la enfermera, cuyos ojos se llenaron de pánico. La mujer temblaba, atada a la silla, mientras las palabras de Elena resonaban en la habitación. —Habla —dijo Elena con voz gélida—. ¿Quién te dio las instrucciones? ¿Quién quería la muerte de Anna? La enfermera sollozó, sus labios temblando al intentar formar palabras. Elena se acercó, sintiendo la tensión en el aire. Le agarro el cabello haciendo que la mujer se queje, ella no le da lástima, al contrario, se enoja mucho más. —No puedo decirlo —murmuró la enfermera—. Me amenazaron. A mí y a mi familia, tengo que hacer lo

