La promesa de Alejandro resonaba en mi mente mientras avanzaban los días. Aunque sus palabras me llenaron de esperanza en ese instante, también sentía una sombra de duda. Sabía que el compromiso de enfrentarse a su madre no era algo sencillo, y no podía evitar preguntarme cuánto tiempo podría soportar la presión antes de que el peso de la situación comenzara a desgastarnos. Esa mañana, entré a la oficina decidida a actuar con profesionalismo, a ignorar las miradas calculadoras de Blanca y la simpatía constante —aunque un tanto pesada— de Zouse. Sabía que él estaba tratando de "protegerme" a su manera, pero lo último que necesitaba era más complicaciones. Afortunadamente, parecía tener un respiro. Alejandro estaba fuera por una reunión con socios en otra ciudad, y pensé que esa distancia t

