—¡Amalia!. No es lo que piensas.
Gabriel quiso detenerla, ya que Lia comenzó a correr dolida, por lo que sus ojos acababan de ver.
—¡Gabriel!, ¿dónde crees que vas?. —Lo detuvo Ximena. —Déjala es una perdedora.
—¡Suéltame!, tú sabías que ella se encontraba aquí, ¿por eso me llamaste?.
Ximena sonrió sin negar nada, se encogió de hombre haciendo una mueca.
De los baños de hombre salieron dos estudiantes acomodándose la ropa, la joven tomo a Ximena del brazo para volver a clase, el joven quien las acompañaba era compañero de Amalia y Lia.
—¿No entrarán?. —Pregunto el joven.
Gabriel se dio la vuelta volviendo a clase, minutos atrás recibió un mensaje de una de las amigas de Ximena, aunque no se sentía a gusto hablar con ella, decidió ir a ver que pasaba.
Se encontró con la joven y ella lepidio un último beso, uno de despedida, aunque aquello le pareció extraño, sin embargo, no se lo negó gran error de él.
Amalia no quería entrar a clase, al acabar la hora de receso los baños quedaron solos, se refugió dentro de uno dejando salir sus lágrimas que retenía con todas sus fuerzas.
—¿Amalia?. —Se escuchó la voz de una de sus compañeras —la señorita Dolores me mando a buscarte, ya término el receso.
—Puedes decirle que acabo de tener un código rojo.
—¡Oh!, ¡entiendo!.
Amalia se acomodó en el suelo abrazándose las piernas, no quería sentir nada, hubiese deseado no aver visto.
“Tonta”, se repitió varias veces.
—¿Lía?. —Llego Angie con unas toallas femeninas. —¿te duele el vientre?. —Le pregunto al ver como su amiga lloraba. —¿Quieres que le pregunte a la directora si te puedes ir a casa?.
Lía abrazo a su amiga, se sentía sola, sentía que su vida iba de mal en peor, todos los días pensaba en su madre en por qué decidió abandonarla, ¿acaso no la amaba?.
—¿Por qué duele ser mujer?.
—¡Oh!, mi Lía, yo también me hago esa pregunta, ven le diré a la directora que no te sientes bien.
Amalia regresó a casa, Angie creyó que su Amiga se sentía mal por andar en sus días, era normal, que cada mes las hormonas se alborotaran y que comenzaran con sus cambios de humor.
Mientras que para Amalia su día fue del asco, para la nueva parejita era un comienzo, caminaron de la mano sin dejar de verse, platicaban sobre todo lo que les gustaba y les disgustaba.
—¿Por qué te negaste cuando quise besarte?.
Le pregunto Liam, girándola para que quedara frente a él.
—No lo recuerdo.
—En el campamento, luego en el hospital.
—¿Por qué me rechazaste cuando te confesé que me gustabas?.
—Tengo una buena razón.
—Quiero escuchar esa razón.
— Mi madre dejo una carta donde me pide aceptar las empresas de mi abuelo, ya que es una herencia que me pertenece, si acepto tendré que firmar un contrato con varias cláusulas, si no acepto igual tengo que firmar un contrato con otras cláusulas.
—¿No entiendo?.
—Para hacerme cargo tendría que casarme con alguien que ellos elijan, por eso no quería ilusionarme ni ilusionarte, debía tomar una decisión.
—Sigo sin entender.
Dijo ella, a lo que Liam le explico un poco lo que decía la carta.
Angie se soltó del agarre de Liam, sabía que menos de un mes Liam se iría, ¿entonces él aceptaba?.
—No acepte, solo tengo que ausentarme un tiempo para firmar que no acepto las empresas y cumplir con una de sus cláusulas, quiero quedarme aquí, quiero estar contigo.
—¿Por qué?, digo, si es tu herencia, por qué la dejarías, ¿por qué te obligarían a estar con una mujer que no quieres?
—No es tan sencillo como se escucha. — Se acomodaron en las raíces de un árbol, sus hojas los cubría del sol, bajo las ramas cubiertas la brisa se sentía fresca. —es difícil para mí expresar lo que siento, hablar sobre mi vida, creo que tu madre es la primera con quien me desahogo.
Liam miraba el cielo totalmente celeste, no se encontraba ninguna nube blanca que le diera un toque mágico al cielo. — Desde el primer día se ganó mi confianza, puedo hablar sin miedo.
—Así es ella, sabe escuchar.
—No sé cómo explicar ese sentimiento a libertad que siento al estar aquí contigo con Lía, Gabriel y hasta Julián me siento en familia, en cambio, con mi padre sentía que vivía con un extraño.
—Tiene magia, este pueblo te hechiza, te amarra y no permite que te vayas, es lo que mi abuelo solía decir.
—Sois voz la que me tiene hechizado. —Liam se acercó a ella. —Son tus ojos, ellos no me permiten marcharme.
—Tendré que quitármelos entonces, no quiero ser la causante de que te quedes para siempre.
—¿y si deseo quedarme?.
—Me harías muy feliz.
Liam sonrió tomándola del cuello para besarla. —¿Me esperarías?. —Le pregunto aún con los labios unidos. —Dime que sí.
—Liam, me gustas demasiado, yo quiero estar contigo, quiero tener una relación, quiero ser tu novia y si es posible quiero ser más que una novia.
—Yo también lo quiero, me gusta la idea de comenzar a ser novios.
—¿En serio?.
—Sí, tú lo quieres, yo lo quiero, no hay nada que lo impida.
Aquel árbol era testigo de un amor que comenzaba a crecer, de dos jóvenes que se dejaron llevar por los sentimientos sin miedo a donde los llevara ese camino.
Las raíces eran las testigas de aquellas palabras, de esos besos, de esas sonrisas y de esas miradas.
Un amor crecía mientras otro se marchitaba como las rosas que eran cortadas.
—Déjame sola. —Lepidio Amalia a Gabriel, quien después de salir de clases la busco enterándose de que se había marchado temprano a causa de su menstruación.
—Lía no es lo que piensas, ella me beso…
—Gabriel, no me interesa saber lo que sucedió, sal antes que te saque a patadas, quiero estar sola.
—¿En verdad eso quiere?. —Gabriel lo intento, pero ella era terca. —Está bien Lia.
Gabriel salió de la habitación molesto, él no tenía por qué explicarle nada, sintió la necesidad de hacerlo, no obstante ella se negó a escucharlo.
Amalia no salió del cuarto, la castaña le preparo té de canela para bajar el dolor inexistente, la consintió con una sopita y con paños calientes.
Lía siempre tuvo todo el cariño de su amiga, ella era como una hermana, sentía vergüenza, no tenía el valor de verle la cara por lo que hizo con el hermano de ella. La castaña le contó la plática que tuvo con Liam mientras traspasaba los apuntes a los cuadernos de Lía.
La miraba y pensaba en que momento ellas se hicieron tan unidas, quería recordar como Angie la acepto con toda y su mala suerte.
Amalia se encontraba tan sentimental que comenzó a recordarle los viejos momentos, aquellos cuando solo eran unas niñas sin saber nada de la vida.
Al día siguiente Amalia volvió a clase como si nada platicar con su amiga le reinicio la vida, escribía lo que había en la pizarra cuando la directora la llamo.
—También el joven Alexander.
Amalia no entendía por qué los había mandado a llamar, ella no recordaba haber hecho algo que la metiera en problemas, entregaba todas sus tareas y en los exámenes no iba tan mal.
Usaba el uniforme como era debido, no llegaba tarde, así que no había alguna razón para ser llamada a la oficina.
—Adelante señorita Amalia. —La directora la invito a entrar primero. —¿Tiene alguna idea por qué la he mandado a llamar?.
Dentro de la oficina se encontraba Gabriel y Ángel, Amalia negó, aunque su corazón comenzó a latir con fuerza imaginando cosas que comenzaron a preocuparla.
—Señor Ángel, tengo entendido que Amalia está bajo su responsabilidad, por esa razón lo cite.
—Así es, su madre nos dio su custodia.
Contesto, Ángel sonriendo mirando a Lía. —¿Puedo saber qué sucede?, ¿acaso están en problemas?.
—Me temo informarle que sí.
Gabriel y Lia se miraron confundidos, no tenían conocimiento que habían hecho mal.
—Señor Ángel, me da mucha vergüenza lo que le voy a decir.
—¿Qué hicieron?. —Pregunto Ángel mirando a su hijo, quien se encogió de hombros.
—Unas alumnas nos informaron que varios estudiantes están utilizando los baños nuevos para verse y hacer cosas indebidas.
Amalia sintió que su corazón volvía al mismo lugar, era un error que pensaran que ella está en la lista de esas jóvenes. Por un momento su cabeza comenzó a imaginar cosas que no eran.
—¿Que cosas?. —Ángel comenzó a impacientarse, la directora estaba alargando las cosas en vez de ir directo al grano.
—Señor Ángel, como le digo, es una pena que su hijo esté involucrado en esta situación, siendo uno de los mejores estudiantes.
—Puede ser directa y decirme que es lo que hicieron.
—Sí, disculpe… los jóvenes tienen relaciones en los baños a la hora de los recesos, el día de ayer su hijo junto a Amalia fueron vestidos en esa área.
—¿Qué?. —Hablaron Ángel y Gabriel al mismo tiempo.
—Papá, no es cierto, una compañera me llamo y si fui, pero no hice eso, te lo juro.
—Los baños principales estaban ocupados, por esa razón tuve que ir a esos.
Dijo Amalia, defendiéndose.
—Ya los escucho. —Dijo Ángel. —Tiene pruebas de que ellos están en esa lista de jóvenes.
—No, no tenemos pruebas solo los estudiantes que los vieron en esa área.
—¿En serio?, ¿estudiantes delatando a estudiantes?
—Eso me temo.
—Conozco a mi hijo y también a Amalia, aunque ella no sea mi hija, se ha criado en casa y puedo meter mis manos al fuego por ambos. —Amalia podía sentir ese cariño. — si ellos dicen que no, yo les creo, si me dice que unos estudiantes los vieron, ¿qué clase de maestros tiene?, ¿cómo es posible que habiendo tantos ocurra estas cosas?.
—No podemos tener los ojos en todos los estudiantes, señor Ángel.
—Coloquen cámaras así como en las otras áreas. —Dijo Amalia. —Solo así tendrán pruebas y se dará cuenta quienes son las jóvenes que utilizan los baños de motel.
—¿qué clase de escuela es esta?, se supone que mandamos a nuestros hijos a estudiar, no a estar usándola como hotel.
Ángel comenzó a discutir con la directora quien se vio entre la espada y la pared, Ángel no era de las personas que se dejaban amedrentar, ella se dejó llevar por lo que escuchaba sin saber que aquellos jóvenes estaban limpios de lo que se les acusaba.
Ángel defendió a su hijo al igual que Amalia, no permitió que la directora volviera a incriminarlos sin prueba, juzgo a la escuela por su mala educación.
—Al parecer es un error querer unir la escuela con el bachillerato, este no es un colegio privado.
La directora se vio arrepentida, Ángel no era aquel hombre tan tranquilo y manipulable como se solía ver.
—No soy la responsable, señor Ángel, disculpe por hacerle perder el tiempo, ya que está aclarado pueden retirarse a sus clases, señor Ángel aprovechando que se encuentra aquí quiero informarle que dentro de poco habrá reunión de padres.
—Gracias.
Ángel se puso de pie y le extendió la mano. —Me hace saber el día y la hora.
Amalia trataba de no voltear a ver a Gabriel, él trató de explicarle lo sucedido y ella no escuchó mientras Gabriel le contaba como sucedieron las cosas a su padre, ella hizo su esfuerzo de poner atención.
Los tres se detuvieron al ver como una madre agarraba del pelo a su hija mientras la arrastraba fuera de la escuela, tras de ella se encontraba Ximena hecha un mar de lágrimas, más atrás, una mujer idéntica a ella, sin duda era la madre.
El padre de Alexander paso junto a ellos, era el turno de Alex, sin duda el sí estaba muy involucrado.
—Los jóvenes hoy en día ya no piensan estudiar, prefieren perder el tiempo.
Dijo Ángel sin dejar de ver a las jóvenes. —Tendrán unos 13 años, solo son unas crías.
Lía se rascó la nuca mirando en otra dirección. —Bueno, regresaré a clase, ya perdí más de una hora.
—¿Gustan que los espere?, no falta mucho para que salgan.
Amalia se encogió de hombros mientras Gabriel asentía, Amalia no le dirigió la palabra, talvez no hizo lo que ella imaginó, pero eso no quitaba que los vio besándose y eso le dolía, ya que ella sentía cosas por Gabriel.
Aquellas palabras que utilizo Ángel daba vueltas en su cabeza, Ángel tenía razón, ellos solo eran unos críos jugando a ser grandes.
Por Dios ella era mayor que él, debía ser más madura y se estaba comportando como una niña de diez años cuando tiene su primer amor platónico.
Ese año cumpliría los 18, no podía estar involucrándose con el hermano de su mejor amiga, que era menor que ella, aunque ella siempre escucha que para el amor no hay edad.
La edad solo es un número, el amor traspasa asta frontera, claro, cuando las dos partes lo desean.
¿Qué sentía Gabriel por ella?, ¿qué es lo que ella quería?
¿A esa edad puedes encontrar el verdadero amor?