Caelum

2577 Palabras
La calidez del viento acariciaba mi rostro mientras surcábamos el cielo sin límites ni temores. Jon mantuvo el vuelo hasta que me dejó acomodada sobre Nadrús tras Nigromante. Y al suspirar mis ojos se fijaron en el par de alas gigantescas que sobresalían con una apariencia majestuosa, de un tono claro y las puntas de un matiz oscuro que se adaptaba a la luz, parecían ser parte del mismo viento, acomodadas en la parte superior de su espalda masculina. No apreciaba movimientos fuertes, sino que las alas se mecían delicadamente por el viento y también sus cabellos oscuros. ¡Cuán increíble el sentimiento que se albergaba en mi alma! No podría definirlo, pero se mezclaba exitosamente entre el amor y la profunda admiración. En verdad lucía como un ser celestial. Volaba como si hacerlo fuera parte de sí mismo desde siempre. Se aproximó a la cara de Nadrús posando una de sus palmas sobre la cabeza en señal de saludo. El ave emitió un graznido amistoso. —La vista es impresionante. —Exclamé alborozadamente sin evitar suspirar. Nigromante giró el cuello para verme. —Tienes razón. ¿Te refieres al paisaje o a Jon? Solté una risa, un tanto avergonzada. —Creo que… Pero mi deseo por explicarle concluyó en cuanto me fijé en su rostro, y noté varios golpes en su bello rostro. Parecía tan apaleado como Jon. Fruncí el ceño, quedándose en mi mente las palabras atoradas y una confusión que tan sólo se acrecentaba. Al verme tan desconcertada, sonrió volviendo su atención al frente. Sentí sus manos grandes sujetar las mías y ponerlas en derredor a su cintura. Casi al mismo tiempo percibí otras manos enroscar la mía. Giré el cuello y observé a Jon, sonreía amistosamente y sus ojos reflejarse como en un espejo la belleza del amanecer y la luz del sol. A pesar de los golpes, esa belleza y candor en ambos resaltaba. Del lado de una gran nube, aprecié un destelló como si el sol reflejará su albor con mayor intensidad. Me aferré con fuerza a Nigromante por simple reacción, Nadrus traspasó el nubarrón dorado y del otro lado planeó suavemente un momento dejándome distinguir la vista del inmenso mar y una preciosa costa. Se movió suavemente hasta aterrizar sobre un alto peñasco en farallón muy cerca la ribera. Ya en suelo, el primero en bajarse fue Jon; quien al estar de pie me extendió una de sus manos en signo de ayuda para apearme. Delicadamente aparté mis manos de los músculos de la cintura de Nigromante y me apoyé en las manos de Jon.   De un saltó mis pies tocaron tierra. Jon me sostenía con delicadeza. Mis ojos al notar su mirada profunda se perdían quedando sumidos en insondable arrobamiento. Al notarme así tan hechizada con simplemente mirarlo, en sus labios apareció de nuevo una preciosa sonrisa, soltó mi mano cuidadosamente. Un graznido resonó, volví mi vista hacía donde estaba Nadrus. Nigromante le acariciaba la cabeza. Después de susurrarle algunas palabras, el ave ascendió a los cielos en un vuelo majestuoso, en la misma dirección a las alturas. Un oleaje salvaje se batía con fuerza al pie del castro, en el cual habíamos descendido. Nos encontrábamos en la parte mas alta. Nigromante se aproximó ágilmente hacia nosotros mientras una sonrisa en sus labios suaves se asomaba. Algo raro ocurrió a mí al recordar que había probado sus dulces besos; Nigromante tan bueno besando como Jon. “¡Qué locura pensar en sus labios tocando los míos!” Espeté para mis adentros, respirando hondo. —¡Bienvenida a Caelum legítimamente! Un lugar escondido, donde nada de lo convencional en el mundo parecerá tener sentido en estos lares. Sonreí maravillada. Nunca había visto una costa tan bella. Varios monolitos de piedra relucían en la playa de un tamaño monumental, y la roca bajo mis pies tenia dos líneas cruzadas entre sí, dejando en claro la figura de una cruz, en cada ángulo se mostraba un signo, parecían letras de algún alfabeto. Y no muy lejos de la playa se distinguía un hermoso bosque. —Es un lugar precioso, Nigromante; como el escenario de un sueño. Sus ojos me contemplaban con esa dulzura tan misteriosa. Y al profundizar mi atención en él, tragué una bocanada de aire. —Perdona, pero ya me conoces. No puedo quedarme con la duda. — Mostró un gesto particular, asintiendo. —¿Qué pasó a noche? Recuerdo que antes de dormir no estabas así. Me veía fijamente, mostrando esa impavidez siempre reconfortante y tan adorable. —Es verdad, pero no debes preocuparte. No se debe a nada peligroso. Cosas de seres nocturnos. — Soltó una risa preciosa una vez más —Bien antes de que iniciemos un pequeño recorrido, hay algunos consejos. En primera Alexia, no temas. Sé que puede parecerte insólito lo que podrás conocer, pero no debes sentir miedo; hay formas de vida consciente y diferente a la que estás acostumbrada, sin embargo, diferente no siempre es malo, de ejemplo Jon y yo. En segunda, cuando puedes llegar a Caelum, siempre podrás ser consciente también de sus presencias fuera de este Reino entre Reinos. Tercera, te sugiero que evites dar a conocer lo que verás aquí. Hay un precepto muy importante que de ahora en adelante aplicaras: cada quien elige en qué creer. Cuarta y la más importante: diviértete. De ahora en adelante, es probable que Jon elija traerte a Caelum, o bien podrán encontrarse aquí para tus aprendizajes. En este primer día aquí yo te guiaré, posteriormente serán solamente ustedes dos. ¿Qué te parece? —Asombroso… —Susurré meditando todavía lo que acababa de explicarme. Hasta entonces, en cuanto lo mencionó fui consciente que Jon no estaba a mi lado. Resoplé. Por instinto, así como respirar sujeté uno de sus brazos fuertes. Él acarició mi mano que enroscaba sus músculos. Guiada por él, despacio avanzábamos hacia la orilla en dirección a la playa, el aroma salado del mar me llegaba a la nariz. —Siempre de niña pensé que la magia era algo solamente para los cuentos o las leyendas. Pero crecí en un orbe increíble sin ser consciente de eso. Encontrar a Jon y a ti en mi camino fue un regalo divino, algo que eternamente agradeceré al Creador. Ahora sé que todo depende de la perspectiva, y que la vida no alcanza para conocer lo mucho que significa vivir—Respiré profundamente, disfrutando el aire cálido. —Tal cual mi querida Alexia, cuanto me alegra que lo distingas. Recosté la cabeza sobre su brazo, suspirando. El amor en mi alma cabía para los dos, tanto por él como por Jon. ¡Como podía ser posible! —Te amo, Nigromante. Tanto que a veces me siento muy mal, toda una degenerada. Nigromante soltó una carcajada. Apoyó su cabeza sobre la mía. —No digas eso, el amor es el amor. Puedes amarme tanto como quieras, es un decoro para mí. Sabes bien que nada podría cambiar entre ambos. Siempre estaré dispuesto a darte mi amor. Tu corazón guarda el nombre de Jon y el mío; en partes muy iguales. A ninguno de los dos nos confunde eso porque el amor simplemente es el amor. Sonreí satisfecha, algo sin duda que solamente ellos podían comprender. De pronto algo se cruzó en mi mente. —Sabes, vino de pronto una duda… —No la guardes, compártemela—Masculló con dulzura. —¿Jon volverá a donde pertenece verdad? Respiró profundamente. —Sí, pero todo tiene un tiempo. Él debe cumplir con algunas cosas primero, además falta mucho para eso, al menos en el tiempo que sabes entender. Suspiré y no pude reprimir mi siguiente duda. —Nigromante si no soy inmortal, significa que envejeceré y moriré, aunque falte mucho, pero pasará. Pensó un momento antes de responder. —Eso de que no eres inmortal, al igual si quieres partir con Jon o quedarte, tú lo decidirás cuando llegue el momento. Me asombró cada una de sus palabras, tanto que no seguí caminando. Él sujetó mis manos y se paró frente a mí. Tenía la estupefacción en todo su esplendor en mi cara, lo veía muy ensimismada todavía. —Cualquiera puede forjar su destino, depende de la voluntad de cada quien. Jon y yo ya elegimos. Sin embargo, la única verdad en el amor y en la vida es que nada está completamente escrito. Vivir es un constante renacer, resurgir y avanzar. Recibí un delicado ósculo y con una sonrisa se apartó. Meditaba cada palabra. Tomó una de mis manos y la colocó en su brazo. Nuestra caminata prosiguió. —Puedo preguntarte algo más, Nigromante. —Por supuesto. —¿Y qué fue eso que elegiste? —Servir—Contestó sin dudar. Se me volvió a escapar otro suspiro. Para Nigromante la definición de servir era la misma que la de Jon: Ayudar, pensar siempre en el bien común, compartir, dedicarse a los más necesitados, en secreto siempre ofrecer apoyo y caridad. Proteger y cuidar. —¡Qué admirable! Sonrió. —Es lo bueno de vivir Alexia, siempre podemos dar algo para el bien común. Eso hace grata la existencia. —Totalmente de acuerdo. —Concluí satisfecha. Nos acercábamos a la arboleda. —Oye, Nigromante… ¿Qué es Nadrus? Sé que es un ave, pero… Volvió su vista a mí, profundizando su mirada en la mía. —Entiendo tu pregunta, pues es un Fénix. Es el signo por excelencia de los seres eternos. Los que los han visto saben que ellos custodian la verdadera inmortalidad, pues ninguno de ellos perece, resurgen de sus cenizas, son como una chispa de fuego inconmovible. —¿Por qué es el signo de los inmortales? —Porque cada quinientos años hace su propio nido, recolectando varias clases hierbas, allí pone un huevo el cual cuida con su calor durante varios días. Después de ese tiempo de cuido, muere en una incineración que se provoca así mismo en grandes ascuas, sólo queda al final cenizas. Renace de nuevo en un pequeño polluelo que sale del huevo, se alimenta de las hierbas y especies que hay en el nido, renace con toda su gloria siendo el mismo que había muerto. En algunas otras culturas reciben diferentes nombres, aves de fuego, inmortales, Símbolo de fuerza, Roc, Bennnu entre otras muchas. —¡Vaya que interesante! Sonrió y movió la cabeza en señal positiva. —Muchas de estas criaturas fantásticas han sido vistas por numerosas generaciones, de diferentes lugares, con diversas costumbres todos tratando de entender lo que han visto a su manera. De allí han surgido las leyendas y los cuentos, pero hay hazañas que son reales. Inspiraron luchas que tuvieron lugar en algún momento de la historia, momentos que no podrán ser comprobados, pero no por ello signifique irreal. La naturaleza y toda la creación mantienen formas de vida diferentes y no todas son asimiladas como se debería. En cuanto dijo eso, de un fresno se asomó una muchacha preciosa, tenía una caballera larga de un color rojizo fuego que se extendía hasta el suelo, parecía seda ígnea, sus atributos eran perfectos. Imposible fue hacerme la desentendida al verla. Al caminar en dirección a ella, posó su vista con alegría en mí, luego mostró una gran sonrisa a Nigromante. Se desapareció al atravesar un arbusto. —¡Qué bella! —Exclamé aun anonadada—¿Hay otras doncellas aquí? —Pregunté asombrada sin comprender que había ocurrido realmente, sus ojos parecían ser dos perlas y aunque una mujer muy bella no me pareció del todo un ser humano. —Se les parece mucho, ella es una Ninfa, de la clase de las Melíades una de las más antiguas. Quedé boquiabierta. —¿Hay variedades de esas hermosas doncellas? —Sí, son formas de vida en la naturaleza, por lo general sus apariencias son femeninas por la madre tierra y su energía pasiva, pero no son mujeres tal cual. Se representan en algo que puedas comprender, pero raras veces se dejan notar en los bosques naturales. Mi madre fue una Oréade de los bosques, mi padre la llamaba la Dama del río. —¿Entonces, tu madre fue un encanto del bosque? Asintió con la cabeza. —Sí. Su belleza trastornó a mi padre y se enamoró perdidamente de ella, y ella también de él. Mi padre fue un hombre elegido que conocía muy bien los secretos del poder oculto o magia, un discípulo de una antigua religión persa de origen vedica. Pero ni eso evitó que terminará perdido en los encantos del amor. Estaba asombradísima. —¡Dios mío! ¿Qué pasó entre ellos? Pudieron estar juntos. —Sí, ambos lograron encontrar la forma. Mi padre contó con la amistad de grandes seres ocultos y se concedió que Caelum fuera accesible a un hombre. La energía de mi madre reabría el portal para que él pudiera seguirla. Cuando mi padre fue elegido para reinar sucedió que pudieron tener una vida como cualquier pareja de enamorados. Se amaron mucho Alexia, mi madre pudo concebirme mucho tiempo después. Por eso se mantuvo un tratado, el espíritu de mi madre estaba anexo a la magia que mi padre sabía materializar, cuando mi padre murió, bueno… Ambos aceptaron partir, mi madre sabía que eso pasaría en algún momento, así que me prepararon muy bien. Su deseo fue que me adaptara a la vida que conllevaba ser un hombre.     Incliné la mirada imaginando aquello, y fue imposible no entristecerme. —Lo siento mucho. Murieron, ¿no es así? —No del todo mi querida Alexia, una parte esencial de los dos se quedó conmigo. Siempre permanecen muy cerca de mí. Además, pasó mucho tiempo, demasiado. Cuando eso pasó no era un niño, tenía lo necesario para aceptar mi destino. Nigromante tomaba con naturalidad el tema, en vez de verlo triste lo veía sereno incluso animado. —¿No los extrañas? —Te confieso que a veces me gustaría abrazarlos, pero la verdad, su energía sigue activa, pero en un plano diferente.  Sus espíritus descansan, pero su amor me acompaña a donde sea. Sé que suena complicado, pero los enlaces del alma son eternos, a prueba de cualquier lógica y pensamiento. El amor no tiene dimensión, ni fronteras. Es tan libre como el viento, fuerte, indetenible e invisible aparentemente, pero con la fuerza de mover lo que sea. Como bien ha dicho Jon, el final simplemente significa un nuevo comienzo. En seguida Galimatías apareció al frente, entre la maleza. Me aproximé a él acariciándole su sedosa crin blanca. Nigromante como yo, lo tocó suavemente por la cabeza y en ese instante descubrí que tenía un cuerno en la frente. —¡Nigromante! Galimatías es… —Sí, por eso se llama así. Es un nombre que le di cuando era niño, “Confusión” se parece un caballo, pero no lo es. Eso explicó mucho. No pude reprimir un par de saltos muy conmovida. En cuanto la alegría animada se calmó, lo abracé con todas mis fuerzas, quizá le cortaba la respiración al pobre de Galimatías. —¡Siempre quise conocer uno y tocarlo! —Sí, Jon me lo dijo. Por eso decidimos obsequiártelo, bueno además de que se había encariñado mucho contigo. Mis ojos contenían lágrimas de profunda dicha. En mi corazón, comprendí que experimentar la magia es así, como Galimatías. Tuve a Galimatías conmigo sin saber quién era realmente. Tal vez la magia siempre nos acompaña, pero raras veces podemos ser capaces de descubrirla o apreciarla. 
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR