(Jon narración)
El viento a pesar de ser algo con lo que usualmente convivimos pocas veces somos capaces de descubrir que puede rumorar algunas cosas.
Intercambiarme hacia el castillo no fue lo difícil sino la decisión que tomaría. El lugar donde pude aparecer fue en la torre donde está mi habitación. Al estar ante el barandal, disfruté del viento y su constante libertad, sus corrientes que viajaban recorriendo la faz de la tierra, dejando en su paso, un viaje que aporta la vida para aquellos que respirando sobreviven.
El viento que apreciaba, eran vastas corrientes que habían viajado desde oriente, atravesado bosques enteros y villas. Mi olfato era capaz de percibir hasta el más mínimo detalle de su amplio recorrido. El mismo céfiro pudo susurrarme el peligro que se acercaba a Halvard, un poderoso Monarca de oriente que enviaba a su sierva de confianza a conocer las tierras y al Rey de Halvard, algo que no había sucedió en muchísimos años. Quizá unas veces después de colocar al primer Rey a la corona. Tal como había dicho Nigromante, negarse era aún más peligroso que aceptar su visita. Aun navegaban, estaban a muchos días de distancia.
Pude percibir en el suave soplo a Alejandro comenzar a desesperarse al no verme llegar. Clamé al viento y sobre su fresca corriente pude llegar hasta la parte donde Alejandro impacientemente me esperaba. Tomé forma al lado del ave, caminé hacia él.
—Pensé que algo malo podría estarte ocurriendo…
En su voz ya resaltaba la preocupación. Mostré una reverencia y luego nos estrechamos de brazos al estar uno al frente del otro.
—Hola, Alejandro me disculpo por no haberte buscado antes, pero como bien sabes, no me gusta irrumpir a menos que me llames.
Sonrió ampliamente.
—Conozco tu manera de ser Jon. Ha pasado mucho tiempo desde que me pareció ridículo obedecer tus consejos así que sé cómo funciona todo esto. Sin embargo, desde que te involucraste con mi hija por voluntad mía, una sola vez ocurrió que no te presentaste cuando te invoqué. Cuando no apareces pronto, como comprenderás algo en mi me produce ansiedad.
Sonreí.
—Descuida, lo comprendo. He venido porque sé que te preocupa recibir a Asídemes, pero no pasará nada malo. Estaré cerca de ti, y enviaré a Nigromante para que la atienda en caso de que solicite conocer al General de tropas. La recibirás en unas semanas, todavía navegan en mar abierto, además se avecina una gran tormenta les llevará varios días estar aquí. Nigromante ha dicho lo correcto.
Respiró profundamente, sabía que pensaba algo referente a su hija y quería preguntármelo.
—Jon, antes de que te vayas, necesito hacerte una pregunta.
Asentí con la cabeza.
—Me pediste pretender a Alexia, y lo acepté sin pensar profundamente en algo. Te he visto existir desde hace mucho tiempo y no ha cambiado nada en ti, excepto que ahora Nigromante está involucrado con muchos de los secretos del Reino y la Corona. Si rondas a Alexia, supongo que has de saber que eso significa que querrás casarte y tener hijos con ella. ¿Cómo podrán casarse ustedes, si mi hija ya lo está con Esteban? Además, que no tengo muy claro qué clase de ser humano podría existir del modo en que tú lo haces.
«Buen punto, estimado suegro»
—Alexia no puede volver a casarse, en eso tienes razón. Te parecerá ridículo, pero no busco en ella lo que tú piensas. Por mi estaría encantado ser tan sólo su prometido durante mucho. No tengo prisas, y como bien sabrás no soy alguien joven, aunque lo parezca así, muchas de las cosas que debería inquietarme las tengo muy claras, entre ellas su situación entre el Reino y con Esteban. No obstante, Esteban fue quien renunció a estar con ella, así que en pocas palabras Alexia y yo no podemos hacer nada indebido y debemos respetar el tiempo. Antes de unas semanas y días, era un ser inmortal maldito. Ante ti ahora, hay un residente eterno también, pero con la misión de preservar al reino, uno en quien más pesa el juramento de cuidarla. Tengo reglas y debo respetarlas, entre ellas mi prioridad es tu hija, quien sabes bien que es mi adoración.
—¿Entonces, te unirás a ella, sin casarte?
Alejandro y yo, siempre que nos tratáramos por cosas del reino éramos buenos aliados y hasta existía una cierta simpatía entre ambos, pero cuando se trataba de su hija inmediatamente pasaba a ser su enemigo primordial.
—Sé que no es fácil de comprender lo que te diré, pero hay formas de amar que no se atan a lo acostumbrado, lo que me une a ella no se limita en lo que todos intentan definir. Si ella lo desea y me acepta, nos uniremos después de que pase el tiempo necesario, el mismo que Nigromante te explicó.
El asombro y la incertidumbre se dejaron entrever en su mirada. Posteriormente pude denotar en ella, una cierta aversión.
—Sí, Nigromante me expuso la situación entre Alexia y tú, lo cual a mi parecer no tiene sentido para todos. Sé que mi hija es quien lo decidirá, tristemente sé cómo es. ¿Crees que se pueda arrepentir?
Respiré profundamente. Sabía que Alejandro no aprobaba algún romance entre ambos, lo cual comprendía bien, en especial en su actitud como padre. Él conservaba la esperanza de que Alexia desestimará cualquier cercanía entre los dos. En mucho él prefería a Nigromante, entre las razones más obvias, tendría un nieto de su estirpe propenso a la Corona y a su sucesión, conmigo esa opción era nula y también de que ella se quedará en el castillo a su lado.
—Alexia es joven y tiene derecho a elegir lo que ella desee, lo que ella quiera lo aceptaré. No puedo imponer nada para ambos mis deseos son etéreos ante su voluntad. Me complace enteramente respetar lo que ella decida.
—Bien, espero que lo sostengas en caso de que las cosas cambien.
—Te doy mi palabra.
En cuanto me escuchó su desazón se hizo menos evidente.
—¿Sabes dónde está mi hija? No he visto a Nigromante ni a ella durante todo el día, sus damas de compañía no la han visto por ningún rincón del castillo.
—Está a salvo, Alejandro, y con ella Nigromante.
Mostró un gesto desdeñoso.
—Y, se puede saber… ¿Dónde está él?
—Muy cerca de aquí, no debes preocuparte.
No parecía muy conforme con mi respuesta, sabía que deseaba detalles al respecto, pero se hizo el desentendido, invariablemente evitaba discutir conmigo.
—Bien, agradezco mucho que hayas venido Jon. Deseo ver a mi hija mañana a primera hora en el comedor, pues, aunque acepté que no estuviera ligada a nada de los deberes del trono, es una princesa, una que su lugar es estar bajo mis reglas y mis cuidados. Quiero estar cerca de ella antes de que tú te salgas con la tuya y se de ese culto desequilibrado entre ambos de unión y la hagas parte de algo inentendible. Si no la veo mañana, Jon, consideraré seriamente el hecho de que sigas pretendiéndola.
Mostré una reverencia de despedida, se dio la vuelta yendo hacia el interior de la torre de homenaje.
Ningún padre desconfiado aceptará del todo al culpable de que su única hija se haya enamorado. Tengo que aceptar que ante Alejandro el único enemigo real soy yo. Lo de mi atuendo al parecer fue lo de menos.