1: Una propuesta de matrimonio

1165 Palabras
Nueva York — Tiempo presente —¿Harper, tiene un minuto? Ella parpadeó, confundida. No por la pregunta, sino por el hecho de que Liam Ashford —el hombre que solía emitir órdenes, no peticiones— acababa de hacerla sonar como si realmente le importara su respuesta. —Claro —respondió, aunque su tono traicionaba la sorpresa. Él estaba de pie en la entrada de su oficina, con su traje n***o perfectamente entallado y ese aire de superioridad que le salía tan natural como respirar. Todo en él parecía calculado: desde la corbata oscura hasta el reloj de lujo que no era tanto para ver la hora como para marcar estatus. —Mi despacho. Ahora, por favor. Ah, ahí estaba el tono que conocía. Cortante. Innegociable. Harper dejó su café a medio tomar y lo siguió. El despacho de Liam era como él: amplio, frío, impersonal. Una pared entera de vidrio mostraba el perfil de Manhattan en la tarde gris. Las otras tres estaban cubiertas de estanterías con libros perfectamente alineados y ningún recuerdo personal. Ni una foto. Ni una planta. Ni un rastro de humanidad. Él se apoyó en el escritorio, sin sentarse. Cruzó los brazos. Algo en su mirada la puso alerta. —Voy a ir directo al punto —dijo—. Necesito casarme antes del sábado. Harper arqueó una ceja. Esperaba cualquier cosa… menos eso. —¿Perdón? —Escuchaste bien. Antes del sábado, a medianoche. —Pausa—. Y quiero que seas tú. El silencio cayó como un peso entre ambos. Ella soltó una risa, seca, sin humor. —¿Esto es una broma? Porque si lo es, tengo trabajo real que hacer. —No es una broma. —Su tono era tan serio como siempre—. Mi abuelo dejó una cláusula en su testamento. Si no estoy casado legalmente antes de cumplir 35 años, pierdo el control de Ashford Enterprises. Harper lo miró con los ojos entrecerrados. No era fácil impresionarla, pero eso… eso era otra cosa. —Y entre todas las mujeres del planeta, ¿se te ocurrió que tu asistente era la mejor opción? —Porque te conozco. Eres discreta, eficiente, no sentimental… y por qué puedo confiar en ti. Ahí estaba. La palabra que la descolocó más que la propuesta misma: confiar. —¿Y qué exactamente ganaré yo con esto, además de un escándalo en mi currículum y una suegra imaginaria? Liam se enderezó, caminó hacia su escritorio, sacó un sobre y lo dejó frente a ella. —Medio millón de dólares. Transferencia inmediata tras la boda. El resto al finalizar el mes. Harper tragó saliva. La cifra no solo era obscena. Era la salvación. Para las cuentas del hospital, para su madre, para todo lo que había estado intentando sostener sola. —¿Y cuándo sería la boda? Liam miró su reloj. Como si el tiempo fuera un enemigo que ya respiraba sobre su cuello. —En tres días. Viernes a las ocho. En mi casa. Ella cerró los ojos un segundo. Su cerebro gritaba que no. Su instinto, también. Pero cuando volvió a abrirlos, una frase resonaba con fuerza: "A veces, fingir es lo más real que podemos hacer." —Está bien —dijo Harper, alzando la barbilla—. Pero si vamos a jugar este juego… —Sí —interrumpió Liam, con una sombra de sonrisa—. Las reglas las pones tú. Hospital Mount Sinai — 21:17h El pasillo del ala de oncología olía a desinfectante y a resignación. Harper caminaba con paso lento, una bolsa con calcetines nuevos y una pequeña caja de dulces en la mano. Había prometido no traer más cosas “innecesarias”, pero sabía que a su madre le gustaban los caramelos de miel que vendían en la tienda del hospital. Entró sin hacer ruido. —Creí que ibas a venir más tarde —dijo su madre, sin abrir los ojos. Su voz era suave, casi un susurro. —Salí temprano del trabajo —mintió Harper. No era exactamente mentira, pero tampoco la verdad. Había salido porque necesitaba pensar. Caminar. Respirar después de la conversación con Liam. Su madre, Olivia, abrió lentamente los ojos y le dedicó una sonrisa débil. Había perdido mucho peso en las últimas semanas. El cabello se le caía en mechones finos, como hilos de humo. Pero sus ojos seguían siendo brillantes, cálidos. Esperanzados, a pesar de todo. —¿Y ese jefe tuyo? ¿Sigue tratándote como su secretaria personal de los años 50? —Peor —bromeó Harper—. Hoy me pidió que me case con él. Olivia soltó una risa entrecortada que terminó en tos. Harper se apresuró a alcanzarle agua. —Buena broma, cariño —ella miró a su hija y se puso seria en el momento en que miro a Harper totalmente seria —porque es una broma, ¿Verdad? —Ojalá que lo fuera —Harper suspiró resignada. —Dios… ese hombre sí que tiene problemas para contratar una novia normal. —No era una propuesta romántica. Es un trato. Un contrato. Para que no pierda su empresa. Olivia la miró con más atención ahora. Sus ojos eran perspicaces, incluso bajo la cortina del cansancio. —¿Y tú? ¿Lo harías? Harper dudó. Su corazón decía no. Su cabeza, también. Pero la desesperación tenía una voz muy convincente. —No lo sé. Me cuesta imaginar el matrimonio como un negocio. —¿Y cómo lo imaginas? Harper bajó la mirada. —Como algo lento… que nace de los pequeños gestos. De la confianza. Como los domingos compartidos, las carcajadas en pijama, las miradas que dicen “te elijo”, incluso en silencio. Olivia sonrió. Triste. —Eso suena hermoso. —Sí. Y nada parecido a Liam Ashford. Antes de que su madre pudiera responder, alguien golpeó la puerta. —¿Señorita Ellis? —Un hombre alto con bata blanca y portapapeles se asomó—. ¿Puede acompañarme un momento, por favor? Harper asintió y salió, cerrando la puerta con cuidado. El doctor la llevó hasta el pasillo. —Recibimos el informe del seguro. La cobertura para el próximo ciclo de tratamiento fue rechazada por exceso de límite. —¿Qué significa eso? —Que sin el pago completo de la deuda pendiente antes del viernes, tendremos que suspender el protocolo. —¿Suspender…? Pero eso podría… —Afectar directamente su recuperación, sí. Lo sé. Pero no podemos hacer excepciones. Harper sintió un nudo en la garganta. La palabra "viernes" sonó como una sentencia. Como una elección. Casarse con Liam Ashford. O ver cómo su madre se queda sin tratamiento. No era amor. No era un cuento de hadas. Era sobrevivir. Volvió a la habitación sin decir nada. Se sentó al lado de Olivia y tomó su mano. —Te amo, mamá. —Y yo a ti, mi niña. Pero Harper no sonrió. Su mente ya estaba redactando un correo en donde iba a aceptar el matrimonio con este hombre…
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR