NARRA RAYN COLLIVER Me ajusto el corbatín y el cuello de la camisa, y me doy un último vistazo en el espejo, antes de aprobar mi elegante atuendo. Me echo perfume y ya listo, salgo de la habitación y me dirijo a la de Prady. Está acostada en su cama, balanceando las piernas en el aire, mientras lee uno de sus libros de cuentos de hadas. Como si sintiera mi presencia, levanta la cabeza y me mira, esbozando una sonrisa. —¡Qué guapo, tiíto! —manifiesta, sentándose en la cama—. Pareces uno de los príncipes de mis cuentos. El comentario me sonsaca una sonrisa, porque no puede ser más zalamera. —Ya me voy. Te portas bien, por favor, y le haces caso a Nancy. —Sí, tiíto —responde. —No te preocupes. Todo estará bien —la voz femenina habla desde atrás y me giro para encontrarme con el rostro

