NARRA CIARA ALLEN —¡Cof!, ¡cof!, ¡cof! —su propuesta tan directa me causa un ataque de tos. Estoy segurísima de que me he puesto tan roja como un tomate y tengo que llevarme una mano a la garganta y con la otra airarme, para calmar el calor repentino que me ha embargado. —¿Está bien? —pregunta, inclinándose encima de mí, con una mano sobre mi espalda y con la otra alzando mi barbilla. Tiene una ceja enarcada y en las comisuras de sus labios se reprime una sonrisa de diversión—. ¿He sido demasiado directo? —De-Demasiado —contesto con la voz entrecortada—. No lo creí capaz de ser taaan directo. Encoge los hombros y me ofrece una mueca de indiferencia. —Dicen que el que espera desespera y yo ya me cansé de ser tan paciente, cualidad que usted, que me conoce bien, debería saber que no te

