Tres días después me puse un bonito vestido azul y dejé suleto mi cabello que caía finalmente en oldas por toda mi espalda. Si iba a enfrentarme a un mundo de pijos lo haría en grande. Entré a un enorme edificio y en la puerta una amable mujer me esperaba para guiarme con un formalismo impresionante, ni sonreía ni cruzaba más palabras de las necesarias con nadie. Me condujo hasta la planta más alta, en el camino sentía las miradas de hombres y mujeres elegantes que trabajaban en aquel lugar no hubo a mi paso quien no lo hiciera. Acomodé mis anteojos y miré al frente como si no existiera nadie más. ¿De pronto me había vuelto famosa? Mi error era aparecer en unas fotos acompañada de su siempre ausente jefe. Al parecer era una hazaña, o un delito, o simplemente ambas. Pasamos directamente a

