Los invitados ya habían comenzado a llegar a la mansión Mendoza, la fiesta se iba a celebrar en los inmensos jardines que rodeaban la piscina, Inés había transformado el lugar en una selva tropical, con flores exóticas, velas y antorchas que hacían del ambiente cálido relajado y sensual.
Gabriel saludaba a cada invitado como la etiqueta lo manda, se detenía el tiempo justo para recibir las felicitaciones de cada uno que llegaba poniendo su mejor sonrisa hasta que llegaba otra persona y como era su deber de festejado iba a recibirla, sus padres lo asistían en esta tarea de forma magnifica haciendo que entre los tres todos se sintieran como en casa, Gabriel parecía particularmente alegre, se esforzaba por parecerlo y que nadie se diera cuenta de que realmente no quería esa dichosa fiesta, ese, más que en otros días sentía la falta de María Teresa, de su compañía. Era con ella que quería compartir ese momento y lo peor era que se odiaba a sí mismo por necesitarla aún después de todo el daño que le había hecho.
La música de fondo sonaba agradablemente mientas transcurría la celebración, todos bebían y comían la selección de bocadillos que Inés había escogido con tanto cuidado para esa noche, mientras, Alberto notó que en la puerta que daba al jardín se encontraba Iván Rivera de pie observándolo todo con verdadero agrado, él se acercó para recibirlo y darle la bienvenida a su hogar.
—¡Iván! —llamó Alberto mientras se acercaba a él extendiéndole la mano en forma de saludo—. ¡Bienvenido, amigo!
—¡Gracias, Alberto! —respondió sonriendo amistosamente a su anfitrión estrechándole la mano que éste le ofrecía.
—¿Viniste solo?
—No. Vine con mi hija, sólo se retrasó un poco, ya debe estar por aparecer, ¿y el cumpleañero?
—Está por ahí con sus invitados. Ahora lo buscamos, pero déjame presentarte a mi esposa... ¡Inés! —llamó a su mujer que casualmente pasaba cerca de ellos...— Ven, Inés —le dijo apenas llegó a donde estaban—. ¡Quiero que conozcas al señor Iván Rivera, ¡nuevo socio y amigo!
—Es un placer, señora —agregó Iván caballerosamente—. Hermosa fiesta.
—Muchas gracias, siéntase como en su casa por favor. ¿Vino usted solo?
—No —se apuró en contestar Alberto—. Su hija ya debe estar al llegar.
—Sí, cosas de mujeres, ¿sabe? Quería retocarse antes de bajar del coche, en esos casos yo prefiero dejarla sola... Pero mírenla, ya viene —dijo al percatarse de que Elena se acercaba hasta donde ellos estaban.
Alberto quedó impresionado, la belleza de Elena era abrumadora, por un momento pensó estar equivocado y haber confundido a la hija de Rivera con otra invitada, Inés quedó igual de sorprendida, —podría ser una modelo—, pensó mientras la esperaban con una amplia sonrisa para recibirla.
—Buenas noches —saludó Elena con educación al acercarse al grupo situándose al lado de su padre.
—Mi hija. Elena Rivera —presentó con evidente orgullo paternal.
Elena estrechó la mano de Alberto educadamente y luego besó a Inés en el rostro con cariño.
—Estoy sorprendida —dijo Inés— pensé que tenía usted un hijo... no sé de dónde habré sacado eso —agregó casi avergonzada.
—No, señora Inés, ¡tengo a esta hermosa hija que bien llena el puesto de varios varones! —bromeó Iván bajo la mirada aprobatoria de su hija.
—Sí. La verdad que el haber nacido mujer no fue motivo para que mi padre no me llenara de responsabilidades, ¡igual que a un hombre o peor en algunos casos! —añadió Elena en tono de broma.
Al otro lado del jardín Gabriel conversaba con un grupo de amigos entre los que estaba Julio. Al darse cuenta de que sus padres estaban recibiendo a Iván pidió disculpas y fue a reunirse con ellos. A medida que se acercaba, llamó su atención una mujer que los acompañaba, la veía de espaldas a él, ya desde esa perspectiva quedó gratamente impresionado por aquella figura escultural enguantada en ese hermoso vestido rojo que dejaba ver bastante de sus piernas, le hacía lucir un trasero de infarto y que admiró con gusto mientras caminaba hasta ellos preguntándose quien sería ella y si sería igual de atractiva cuando la tuviera de frente, Alberto lo vio caminar hasta ellos y lo llamó haciendo gestos con una mano.
—¡Gabriel, hijo! —le llamó para hacer la presentación pertinente.
—¡Señor Iván Rivera!, que gusto que haya venido esta noche… —saludó Gabriel con un apretón de manos tratando respetuosamente de no mirar indiscretamente a Elena que seguía al lado de su padre.
—Gracias, hijo —respondió Iván—, ¡felicidades por tu cumpleaños!
—Gracias —dijo observando por fin a Elena y esperando a que los presentaran.
Iván al darse cuenta de la situación rápidamente prosiguió a presentarle su hija a Gabriel.
—Gabriel, te presento a mi hija, Elena.
Gabriel estaba tan impresionado como sus padres, más aún porque la veía con lascivia, era imposible no hacerlo, esta joven era hermosa de pies a cabeza, solo un ciego no quedaría prendado de un rostro y un cuerpo tan hermoso como ese, el frente no lo desilusionó, los pechos grandes y redondos de Elena, su rostro angelical sus ojos azules y hermosos... Todo en conjunto una verdadera tentación. Se quedó casi sin palabras, lo que tuvo que disimular sabiéndose bajo la mirada de sus padres y la de ella
—Un verdadero placer, señorita, espero que disfrute la noche —logró decir dándole galantemente la mano para saludarla.
En el caso de Elena no fue muy distinto, aquel hombre la dejó petrificada, al estrechar su mano sintió como si hubiera una corriente eléctrica entre ellos, hasta se sintió un poco avergonzada por el hecho de pensar que él lo hubiera podido sentir, no comprendió muy bien lo que sucedió, pero fue como si el tiempo se hubiera detenido con su contacto y todo se redujera a esos sensuales ojos verdes que la miraban de frente sin ningún pudor haciéndola sentir tan vulnerable y al aroma embriagador de su perfume.
—Gracias —contestó—, feliz cumpleaños.
A lo que Gabriel respondió con una amplia sonrisa que lo hizo ver entre atractivo y peligroso.
No fue hasta más tarde cuando Elena se percató mientras miraba a Gabriel furtivamente y de reojo, que él tenía el cuerpo más magnifico que hubiera visto en un hombre, él era fuerte , alto, con un porte principesco que le traía completamente ajena a lo que sucedía a su alrededor, asentía a todo lo que le decían sin siquiera escuchar, nada más podía estar pendiente de los movimientos de él, esperaba que en cualquier momento apareciera alguna mujer con derechos más allá de lo que pudieran ser los de una amiga, pero la noche avanzaba y eso no sucedía, lo que sí sucedió fue que en varias ocasiones sus miradas se encontraron haciendo que ella la desviara rápidamente, y que él se quedara esperando más.
Julio se acercó a Gabriel en un momento en que se quedó solo en la barra del bar mientras esperaba que le sirvieran un trago, su madre le había dicho que faltaban pocos minutos para que se cantara el tradicional cumpleaños feliz y quiso alejarse unos segundos para relajarse antes de continuar con la tediosa tarea de pretender felicidad ante los invitados y poder poner su mejor sonrisa.
—Entonces, hermano —preguntó Julio—. ¿Te diviertes?
—Digamos que sí —respondió Gabriel seriamente.
—Por esa respuesta, amigo, yo diría que no.
—Vamos, Julio. Sabes que no me importa ni la fiesta ni mucho menos celebrar.
—Debes superar lo que pasó. Ya tienes que seguir adelante con tu vida, búscate una novia, no esas aventuras que tienes siempre —dijo tras hacerle señas al camarero para que le sirviera un trago—. ¡estás muy amargado! —exclamó en tono de chiste.
—Basta, Julio. Yo estoy muy bien.
—Sí claro… Es más, por ahí vi una señorita muy hermosa, tiene todo para ser una novia ideal. Aparte que está como dios manda, que bárbara. ¡Qué cuerpo! —añadió sin poder evitar una mirada lujuriosa solo de pensar en el cuerpo y el rostro de aquella mujer que lo había dejado tan impactado—. Una con un vestido rojo. ¿Quién es? No la había visto antes.
—La hija de un nuevo socio —respondió Gabriel secamente.
—Eso sí que es una hembra hermosa... —agregó sin poder evitar una expresión de deseo nada más con de recordar los atributos de Elena.
—A ella ni la mires... —le dijo Gabriel fustigándolo seriamente con la mirada.
—Ok... Ok... —indicó levantando las palmas de las manos en señal de rendimiento—. No sabía que te gustaba. ¡Tú eres el cumpleañero, tienes la prioridad! —habló bromeando, a lo que Gabriel solo respondió con frialdad, pero con un brillo divertido en la mirada.
—A quien no le va a gustar una mujer como esa, hermosa, como una muñeca. Pero es solo eso, una muñeca, hija de papá, de esas intocables.
—Nunca he visto que una mujer sea intocable para ti, hermano.
—Sí las hay. ¡Las que hay que hacer compromiso y casarse con ellas! —dijo sonriendo de soslayo.
***
Esa noche Elena daba vueltas en su cama, no podía dormir, no se sentía cansada, al contrario, parecía como sí le hubieran inyectado adrenalina por sus venas, en su mente veía el rostro de Gabriel, sus ojos, su sexi sonrisa, el olor del perfume que expedía que pudo sentir tan intenso cuando se despidieron y atrevidamente Gabriel la acercó a él agarrándola discretamente cuando ella le dio la mano para robarle un amistoso beso en la mejilla. La imagen de su cuerpo musculoso y fuerte que se podía adivinar bajo su fino traje la mantenía despierta y llena de nuevas sensaciones que nadie había despertado en ella. Nadie hasta aquel momento. Recordó las palabras de su amiga Claudia en mañana diciéndole que él era el soltero más codiciado de la ciudad... Pensó celosa que debía haber una lista inmensa de mujeres deseando acabar con esa soltería, pensó en la relación que había terminado, ¿cómo sería aquella mujer? ¿Por qué terminaría realmente la relación? Su mente no tenía descanso con tantas preguntas, pero fuera cual fuera el motivo se sintió agradecida de que esa boda no se realizara.
Pensó en cuál sería el tipo de mujer que le interesaría a un hombre como él, le dio muchas vueltas hasta que llegó a la triste conclusión de que seguro ella no podría entrar en ese grupo, se sentía muy joven e inexperta para poder parecerle atractiva a un hombre tantos años mayor que mayor que ella, sabía que había llamado su atención por la forma de mirarla, eso la hizo pensar en como sería tener algo más allá de la amistad con él.