«Qué mujer mi Dios!», ¡Qué mujer!», Exclamo mientras estiro las piernas y llevo los brazos hacia atrás de mi cuerpo, para apoyar las manos en la banca y estirar mi ahora alborotado el cuerpo. El juego que las hormonas están haciendo ahora en mi piel es cosquilleante, pero placentero. Me hace sentir feliz, lo disfruto como nunca con ninguna otra mujer. No sé si será maldad, pero disfruto verla sufrir, me encanta y despierta mis instintos de cazador verla luchar en contra de sí misma. «Qué forma tan absurda de perder el tiempo», Me digo mientras alzo la cabeza al cielo. Tan bueno que sería llevarnos siempre bien y terminar el día de la mejor manera, fundidos uno en el otro. Viviendo la exquisites de darnos placer y cariño sin limitaciones; pero ella prefiere vivir en guerra con el mundo.

