| KAREN |
Miro la caja de Lucky Charms. El duende me devuelve la mirada. ¿Lucky Charms o Froot Loops? Pienso, deslizando mi mirada hacia el tucán de colores brillantes. ¿Quiero malvaviscos o quiero aros, o quiero joder a mi mejor amigo? Ahí está la culpa otra vez, profunda y pesada en mi pecho. Ahí está trepando por mi espalda, posándose en mi hombro, susurrándome al oido: "será tu culpa si Riley tiene que mudarse a Dallas” Trago duro. Todavía estoy de pie frente a las cajas de cereales cubiertas de dibujos animados, pero las miró a ciegas, con una mano apoyada en mi carrito de compras.
Estaba bien, me recuerdo. Darren ha tenido la custodia exclusiva durante seis años. Está haciendo un gran trabajo. Riley está leyendo por lo menos a un nivel de quinto grado, esta aprendiendo fracciones, sabe como se llaman todas las partes de un insecto... Y esa es la misma letanía que estoy repitiendo una y otra vez en mi cabeza desde que Darren dejó mi trabajo esta tarde. Hay mil razones por las que la mamá de Riley no podría llevársela de repente, y ninguna de ellas es "Darren tiene una prometida" El no necesita la mentira para mantenerla. Lo esta haciendo muy bien por su cuenta.
Pero, ¿y si el juez no cree que..? Argh. Suspiro y agarro mi carrito de compras. Por lo demás, está lleno de comestibles culpables: fresas, espinacas, rábanos orgánicos y el elegante pan de granos germinados. Incluso me siento mal por algo, de repente tengo la necesidad de comer la dieta más libre de culpa posible. Excepto los Lucky Charms. Necesito esto ¿de acuerdo? No hay forma de mentir a todos los que conocemos mejor las cosas. Literalmente de ninguna manera. ¿Cuándo la mentira ha arreglado algo, alguna vez? Empujo mi carrito por el pasillo, hacia la caja. Estoy bastante segura de que estoy haciendo lo correcto, pero vaya, lo correcto se siente tan mal.
Justo cundo llego al final del pasillo, escucho una voz que me llama por mi nombre.
—¡Karen! ¿Eres tú?— una mujer llama, y me tenso. De todos los dias para toparse con alguien en el supermercado. Volteo y sonrió-
—¡Creí reconocer ese peinado !— Patricia Hayes exclama, revoloteando por el pasillo hacia mí. Automáticamente, una mano se dirige al desorden rebelde de mi cabeza. Descubro que actualmente contiene no uno ni dos, si no tres lápices. No es de extrañar que nunca pueda encontrar nada con lo que escribir.
—Hola, Patricia— le digo. Ni siquiera recuerdo como conozco a Patricia, solo se que la he conocido durante la mayor parte de mi vida.
—Escuché tus noticias— dice acercandose más, poniendo una mano en mi brazo. —Y yo solo quiero decir que estoy muy feliz por ustedes dos— Tomo una respiración aguda. La culpa en mi hombro clava sus garras.
—Nunca quise decir nada pero lo sospeché durante mucho tiempo— continúa, manteniendo la voz baja. —Entiendo porque querrías mantener una relación en secreto, pero siempre puedo darme cuenta cuando la gente esta enamorada— abro la boca y la cierro. Luego la abro de nuevo y digo algo que no debería.
—Gracias— le digo a Patricia. Es lo incorrecto, y ese conocimiento dispara adrenalina por mis venas. Se me eriza el vello de la nuca, pero Patricia no se da cuenta. Ella solo sorbe, se acerca un poco más.
—Estoy tan contenta de que Riley vaya a tener una madrastra como tú— dice en voz baja. —Ese precioso ángel se lo merece, después de lo que ha pasado. Yo era su trabajadora social, ¿sabes?— Solo asiento.
—Y sabes, normalmente, tomar la decisión de quitarle un hijo a uno de sus padres es absolutamente desgarrador— continúa. —Pero sacar a esa pobre niña de la casa de su madre fue una de las decisiones más fáciles que he tomado y, por supuesto, Darren ha hecho un trabajo absolutamente fantástico. Realmente parece estar prosperando—
—El es genial— repito, aliviada de poder decir una oración que no es una mentira.
—Ustedes dos serán muy felices— dice apretando mi brazo. —Felicidades, cariño— Luego se aleja, de vuelta al pasillo de la tienda de comestibles, y me quedo allí de pie, sintiéndome incluso peor que hace cinco minutos. No se mucho sobre los primeros años de vida de Riley. A Darren no le gusta hablar de eso, así que no lo presiono para que me de detalles.
Solo se que un día, los Servicios de Protección Infantil llegaron a la gasolinera dónde trabajaba Darren y le dijeron que tenía una hija de un año. Le dijeron que su hija se llamaba Riley y que actualmente se encontraba en una casa hogar, porque la habían apartado del cuidado de su madre. Una semana después, el volvió a vivir con su madre. Y una semana después de eso, trajo a Riley a casa por primera vez y, en tres meses, tenía la custodia física y legal exclusiva. Y ahora la madre de la que se la llevaron esta tratando de llevársela de su lado, y me niego a ayudarlo. Mierda. Mierda. Mierda.
Lo que Patricia dijo resuena en mi cerebro mientras conduzco a casa desde el mercado, aunque trato de pensar en ello racionalmente. Me digo a mi misma que no hay forma de que un juez envíe a Riley de regreso a una casa de la que Servicios públicos la saco en primer lugar. Me repito a mi misma, que casi siempre se ponen del lado del padre que tiene la custodia. Me recuerdo a mi misma acerca de sus boletas de calificaciones y el nivel de lectura de quinto grado y las fracciones y todas las pruebas de que Darren es lo mejor para ella. Y me recuerdo diez mil veces que tratar de arreglar esto con una mentira descarada es estúpido e incorrecto y nunca, nunca funcionará.
Pero todavía me siento mal, una pequeña tormenta se acumula en mis entrañas. ¿Sería tan mentira? Creo. ¿Serían tan duros o tan malos dos meses de fingir?
Mi apartamento esta justo en la ciudad justo arriba de una boutique de novias. Justo detrás hay un pequeño estacionamiento y cuando me estaciono allí, me doy cuenta de que alguien esta sentado en los escalones que conducen a mi casa. Antes de salir del auto, miro mi teléfono. Hay tantas llamadas perdidas y mensajes de texto que ni siquiera puedo revisarlos todos. Apagué mi teléfono de nuevo, sintiéndome culpable, sin responder a ninguno de ellos.
Probablemente por eso alguien esta al acecho en mi apartamento. La miro. En la luz se desvanece, solo puedo distinguir una cabeza llena de rizos.
—Ahí estas— dice Lilian mientras subo los escalones de madera, con una bolsa de supermercado en cada mano.
—¿Fuiste enviada?— pregunto.
—Estoy aquí por mi propia voluntad— dice, poniendo cuidadosamente su teléfono en su bolso. —Aunque mamá y papá se sintieron muy aliviados cuando dije que vendría. ¿No usas las bolsas reutilizables?— Miro las bolsas de plastico en cada mano y me siento culpable. Ese parece ser el gran estado de ánimo de hoy.
—Lo olvidé — admito.
—Guardalas en tu baúl— dice Lilian, como si fuera así de fácil.
—Entonces las uso tengo que acordarme de ponerlas de nuevo en mi baúl—
—Mantenlas junto a la puerta principal—.
—¿Vamos a jugar este juego toda la noche o vas a moverte para poder entrar? — le pregunto, levantando . Lilian pone los ojos en blanco, pero se pone de pie y me deja pasar, luego me sigue hasta mi apartamento. Dejo las compras en mi pequeña cocina, pongo el yogurt y la leche en el refrigerador, decido que lo demás puede esperar hasta que tenga ganas de lidiar con eso, y tomar una cerveza.
—¿Quieres una?— le pregunto, levantandola para que Lilian pueda verla.
—Claro— dice, apoyándoselas en la mesa de mi cocina. Agarro otra, le quito la tapa y le paso una. Ella mira la etiqueta antes de tomar un trago Ambas son de Cervecería Benson. Darren trajo algunas la semana pasada y estas dos todavía estaban en el refrigerador.
—Mhm— dice Lilian a la etiqueta de la cerveza, como si confirmara todas sus sospechas. Ambas bebemos. Y luego me da esa mirada de hermana mayor, con las cejas levantadas, los labios ligeramente fruncidos, con la mirada que dice que "se todo lo que has hecho y todo lo que consideras hacer, así que ni te molestes en joderme". Odio esa mirada.
—Escuché que las felicitaciones están a la orden— dice ella. Me aclaro la garganta, porque todavía no he descubierto exactamente que hacer al respecto. ¿Le estoy diciendo a la gente que estamos comprometidos? ¿Estoy mintiendo a todos? ¿Estoy dejando a Darren para que se las arregle solo y tal vez dejando a Riley para los lobos? Eso podría matarlo. Realmente podría.
—Gracias— digo finalmente.
—En realidad no te felicité— señala.
—Entonces des-gracias—
—Porque si parecia extraño de pasar de ser amigos completamente platónicos con alguien a estar comprometida con el sin nisiquiera una pista para tu familia y, en particular, tu hermana— dice, deliberadamente. Suspiro, me dirijo a mi sala de estar y bebo un poco más. Llilian me sigue.
—La misma hermana— continúa, siguiendo. —que nunca le ha contado a nadie uno de tus secretos en toda su vida. Tu hermana que sabe que tomaste prestada la pulsera de tenis de mamá una vez y luego la perdiste, y nunca le dijo a nadie. Tu hermana que te cubrió constantemente cuado tenías dieciséis años y salías con Steven Fisher, a pesar de que mamá y papá te prohibieron explícitamente verlo. Tu hermana que te compro alcohol cuando eras menor de edad, que te enseño que corrector era el mejor para cubrir chupetones, quién..—
— Bueno— Digo, dejándome caer en mi sofá. —Lo entiendo Lily—
—Y sin embargo, te comprometes con alguien y nunca lo insinúas a tu propia carne y sangre—
—¿También te gustaría invocar a la promesa del meñique que te hice cuando tenía ocho años?— pregunto, haciendo un gesto con mi botella de cerveza. —¿O tal vez la que te coloque cuando tenía veinte años e hicimos un pacto de sangre pinchándonos los dedos con alfileres y fijándolo en el reverso de un recibo de la gasolinera? O tal vez la vez que me dijiste que.. — Lilian se hecha a reir. Se ríe tanto que resopla. Satisfecha, tomo otro trago largo de mi cerveza.
—Me olvide de eso— dice ella, suspirando. —¿De que trataba nuestro pacto de sangre?—
—Hermandad, creo—