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LA VISITA.
A veces las personas tenían reacciones extrañas. Se dijo Ian. Después de que Andrew le había hecho una denuncia por los cargos de agresión física estaba en la sala de su casa. ¿Cómo tenía el descaro de presentarse como si no hubiese pasado nada entre ellos? ¿Cómo si no le hubiera denunciado por agresión en la policía?
Cuando Mark le avisó de su llegada tenía ganas de partirle la cara, pero la presencia de Diana hacía que se frenara. Tal vez lo mejor sería que se enterara de una vez de su relación con ella, que supiera que él, era el padre de su hijo, pero estaba muy seguro que no contaría con la aprobación de Diana.
—¿Qué haces aquí? —preguntó inmediatamente cuando lo vio.
—Necesito que me digas en dónde está Diana. Tengo que hablar con ella.
Ian cruzó los brazos sobre su amplio pecho.
—¿Para qué quieres saber?
—Entonces, lo sabes —afirmó—. Lo has sabido todo este maldito tiempo.
Se le fue encima y agarró a Ian por la camiseta que llevaba puesta. Ian se liberó de su agarre.
—Te recuerdo que estás en mi casa —Ian casi estaba gritando—. Que hay personal de servicio trabajando y hay cámaras. ¿Quieres meter en más problemas a tu padre?
—No metas a mi padre en esto, Ian.
—Pues entonces haremos memoria —dijo señalando con el dedo—. Voy a hacer memoria. Salvé a tu familia de la ruina, porque tus vicios y estilo de vida, casi hunde todo lo que tu padre había logrado en años.
—No tienes que recordarme ese episodio de mi vida —lo miró fijamente—. Solo quiero saber en dónde está Diana. Tengo que solucionar las cosas con ella, Ian —le pidió ahora un poco más calmado.
—¿Qué vas a solucionar? ¿Qué la golpeaste? ¿Qué la maltrataste? —Andrew abrió los ojos de golpe— Sé muy bien que no es la primera vez que lo haces.
—Todo tiene su explicación.
—Nada puede explicar y tener excusas el maltratar a una mujer y más cuando está embarazada.
—¿Por qué siempre te has sentido protector con ella? —preguntó Andrew de golpe y sin rodeos.
—Es mi amiga, lo sabes bien.
Andrew entrecerró los ojos.
—Hay algo más que no me estás diciendo. Lo presiento.
—¡Me da igual! —se encogió de hombros—. Lo que tú o los demás puedan pensar.
—No puedes negarme el derecho de saber dónde está.
—Te he dicho que no —negaba con la cabeza—. Así lo supiera, tampoco te lo diría.
Andrew caminó de un lado a otro como un animal enjaulado.
—Creo que te estás pasando de tu papel de "amigo protector".
Ian sonrió de lado.
—Como tú bien has dicho: siempre la he protegido y ahora más que está embarazada.
Andrew se detuvo.
—Tal vez puedes mentirles a los demás, pero a mí no —sonrió con suficiencia—. Recuerdo perfectamente el tiempo en que estabas decidido a dejar a Mónica y estoy seguro que era porque había otra mujer. ¿Esa mujer era Diana?
Ian se tensó por un momento. Lo que decía Andrew era cierto. Había pensado en terminar su relación con Mónica, pero no por una mujer cualquiera, sino por Diana. Ya había pasado un tiempo y estaba graduado de la universidad, pensó en buscarla y decirle todo lo que sentía por ella. Cuando Mónica hizo una crisis depresiva y atentó contra su vida y no le quedó más remedio que afirmar su compromiso y fijar la fecha de matrimonio con ella.
—Totalmente cierto, pero mi relación con Diana, no tiene nada que ver con lo que se estás diciendo.
—¡Oh! ¡Yo creo que sí! —exclamó—. Es hora de decirme, ¿quién es esa mujer?
—No voy a contestar a tu pregunta, no tengo porque hacerlo… —respondió Ian completamente tenso.
—¡Ja! No te preocupes, amigo. Estas haciendo que me haga una idea. Dime. ¿En dónde está Diana? —Andrew tenía los dientes apretados porque Ian negaba con la cabeza —¿Por qué Diana me ha amenazado con meterme a la cárcel por ti?
—¿Cómo? —preguntó sorprendido. ¿Qué estaba diciendo ahora?
—Es lo que quiero saber... —enarcó una ceja. —¿Por qué Diana es tan protectora contigo como lo eres con ella? ¿Qué coño pasa verdadera entre ustedes para que se comporten de esa manera?
—¡Explícate! —en ese momento Ian estaba interesado.
—¿Acaso no lo sabes? —Vio en los ojos de Ian la sorpresa—. ¿Por qué crees que retire la denuncia? —Se echó a reír—. Esa zorr... mujer me dijo que si no la retiraba iba a hacer una en mi contra.
Ian parpadeó dos veces ante aquella información.
—Diana. ¿Hizo eso?
—Al parecer estás más sorprendido con la información. Eso quiere decir que puede que no sepas en dónde está realmente.
—Lo estoy. No voy a negarlo, pero el hecho que me lo hayas dicho y estés aquí me hizo tomar la decisión de no permitir que te acerques a ella.
—No puedes hacer eso. No tienes ningún derecho para tal cosa.
—Eso ya lo veremos —su tono de voz ahora era amenazante— ¡Ahora, lár-ga-te de mi casa!
—Me voy por ahora, Ian. Pero te aseguro que voy a dar con el paradero de Diana y ella va a tener que explicar muchas cosas —dio la espalda y se fue.
Ian regresó a su despacho. Tenía que hacer una llamada muy importante antes de enfrentar a Diana, pues nunca hacía lo que él le decía. Le había reconfortado saber que lo había defendido ante aquella acusación mal fundada de Andrew. El teléfono repicó dos veces antes de que la persona tomara la llamada.
—Tengo rato llamándote. ¿Dónde cojones has estado?
—Tuve un pequeño problema con Andrew.
—¿Se enteró? —Alan preguntó un poco preocupado.
—¡Qué más quisiera! —bufó Ian.
—Pronto amigo... las cosas van a solucionarse.
—Eso espero... dime por qué la insistencia.
—Ah... era para felicitarte... Bienvenido al mundo de los solteros nuevamente... aunque me temo que no lo estarás por mucho tiempo —se burló su amigo.
—Al menos una muy buena noticia el día de hoy —Ian dio un suspiro.
—Lo sé... ya es oficial desde hoy en la tarde —Alan le informó.
—Perfecto.
—Debo conseguir la licencia para matrimonio.
—Por supuesto... no le daré más tiempo a esa terca de Diana.
—Te dejo... es hora de dormir para algunos.
—Alan... gracias.
—De nada, hermano.
Colgó la llamada con una sonrisa en su rostro. Debía hacerle saber sus planes a Diana. Salió a buscarla, pero se encontró que estaba en su cuarto. En su cama. Durmiendo. Ahí era donde él la quería todo el tiempo. Tenían que resolver lo referente al trabajo. Ella tenía razón no podía estar en la empresa y menos con Andrew acechándola todo el tiempo. De alguna manera esa fijación por ella debía terminar de una vez por todas.
Se metió en la cama y la jaló hacía su cuerpo, poniendo la cabeza de ella encima de su pecho. Diana ni se movió. Al parecer las embarazadas tenían el sueño profundo, porque no era la primera vez que estaba en esa posición y sabía que nunca se quedaba dormida de esa manera.
¿Cómo decirle que siempre había tenido sentimientos por ella? Desde aquel día en que la conoció en la oficina de control de estudios de la universidad. Nunca debió dejar que el miedo al rechazo controlara y marcara el rumbo de su relación con ella.
—Extrañé tu olor —habló somnolienta.
Ian cerró los ojos y sonrió.
—Estoy justo aquí.
Ella abrió los ojos de golpe y le sonrió. Trató de apartarse un poco, pero él no se lo permitió.
—Ian...
—Shuuuu, nena quédate solo así... —la acomodó de nuevo.
—Está bien. —Se acurrucó más en su pecho.
Él jugaba con su cabello.
—¿Cuántas veces hemos hecho esto? —preguntó.
—¿Hecho qué?
—Estar así... solamente abrazados.
—La verdad que no lo recuerdo. Sé que han sido muchas veces. Tal vez desde siempre.
—No pensabas decirme que amenazaste a Andrew. ¿Verdad?
Diana se tensó entre sus brazos y se removió en ellos. —¿Cómo te enteraste?
—Andrew vino a que le dijera dónde encontrarte.
Ella suspiró.
—Realmente, ya no sé qué hacer con él.
—¿Por qué dices eso? —la voz de Ian era suave mientras hacía círculos en su espalda delicadamente.
—Yo... antes de que todo esto ocurriera... —no sabía cómo explicarle—. Hablo de antes de que tú y yo nos encontráramos en ese bar. Tuve que pedirle a Daren que controlara a Andrew.
—¿Por qué razón?
Debía de decirle lo que había pasado.
—Yo rompí mi compromiso con él; al encontrarlo en su apartamento con Amanda —suspiró—, pero luego decidí mandarlo a la mierda cuando me enteré de que me había sido infiel con ella durante siete meses.
—¿Tanto tiempo? —preguntó un poco sorprendido, porque ni él lo sabía.
—Sabes que él no maneja bien el hecho que le nieguen las cosas. Una noche fue a mi casa y como no le abrí la puerta para dejarlo entrar. — Pensaba muy bien lo que iba a decir conocía del carácter de Ian —lo hizo a la fuerza rompiendo la puerta y destrozó todo el lugar.
Ahora fue Ian quien le apartó un poco, para que ambos quedaran sentados en la cama y pudiese contarle mejor lo sucedido.
—¿Por qué no me habías contado antes? —preguntó de nuevo tomando su barbilla sutilmente.
—Creí que no era importante —contestó mirando a sus ojos —. También se lo comenté a Daren y le dije que si Andrew seguía con ese comportamiento. Tomaría acciones legales y él me prometió que se encargaría. —Se relamió los labios. —Unos días después tu y yo nos encontramos... —sonrió y puso la mano en su vientre— lo demás ya lo sabes...
Él suspiró y la atrajo a su cuerpo en un abrazo.
—¡Oh Diana! Fui un tonto al mantenerme tanto tiempo alejado de ti.
Ella colocó una mano en su mejilla y lo acarició.
—Creo que ha sido culpa de ambos.
Ian inclinó la cabeza y le cubrió los labios con los suyos. Era un beso dulce, suave. Ella rompió el beso.
—No voy a permitir que se acerque a ti ni a mi hijo —puso la mano en el vientre.
—Eso lo sé —colocó su mano encima de la de él.
Él volvió a besarla, pero esta vez el beso era más demandante, más posesivo.
—No sabes cómo me gusta verte en mis camisetas —habló entre besos.
Ella rompió el beso de nuevo.
—La verdad es que me encantan porque huelen a ti —lo abrazó y se movió para ponerse a horcajadas sobre él.
—No juegues de esta manera conmigo, Diana. No soy tan fuerte como piensas.
Ella negó con la cabeza, pero rozando sus labios.
—Nunca ha sido un juego. —Se inclinó para besarlo apasionadamente.
—Espera… —la frenó. Diana frunció el ceño— Si lo comenzamos... debemos terminarlo... esta vez...
—Estoy de acuerdo contigo.
Se sumergieron esta vez en un beso intenso. Lleno de hambre, mucho tiempo había pasado para ellos. Ninguno quería dejar la boca del otro. Diana lo acercaba a su cuerpo, mientras que Ian se deshacía de la camiseta que la cubría y ella quedaba solo en bragas, de color celeste y encaje, que resaltaban en el contraste de su piel.
—Eres tan hermosa… —dijo mirándola a los ojos.
Ella cubrió sus pechos. Ahora estaban más grandes y pesados por el embarazo. Ian negó con la cabeza.
—No —quitó sus manos—. No te ocultes de mí.
—Mi cuerpo no es igual a de tres meses atrás —susurró con timidez.
—Lo sé... —la besó al punto que ella no se dio cuenta en qué momento estaba de espaldas sobre el colchón.
Sintió como sus pezones rozaban con la tela de la camiseta, mientras le acariciaba la espalda trataba de quitársela.
—Déjame ayudarte —sin parar de besarla se deshizo de su ropa, no llevaba nada debajo. Así que quedó ahora más desnudo que ella.
—No quiero que esto sea un error, Ian.
Él colocó su frente sobre la de ella.
—Nuestro único error ha sido... callar nuestros sentimientos.
Con esas palabras y un beso el mundo dejó de existir para ellos. Sus lenguas se fundieron en sus gargantas. Ella se aferró a su cabello para acercarlo más no quería que el beso terminara, cada caricia hacía que la sangre se calentara y corriera por sus venas al punto de ebullición.
—¿Tendremos tiempo para enmendar nuestro error? —preguntó Diana rompiendo el beso.
—Sí —contestó sonriendo—. Voy a encargarme personalmente de eso.
Volvió a besarla más demandante que las veces anteriores. Aquel calor de aquel gran cuerpo hizo que Diana se arqueara hacia él ofreciendo no solo su cuerpo. También su alma y su corazón. Ian dejó un momento sus labios para acariciar su cuello con la punta de la nariz, para luego mordisquear y lamer sutilmente.
De la boca de Diana salían gemidos que le decían a Ian que iba por un muy buen camino. Descendió lentamente hasta llegar a sus pechos. Los cuales agarró uno en cada mano y acarició.
—Si antes tenías unas buenas tetas —sonrió con picardía—, ahora son perfectas.
Con esas palabras metió a su caliente boca uno de sus pezones que estaban duros como botones. Mordisqueó y lamió. El sonido de placer que él hacía cada vez que succionaba el pezón se escuchaba en toda la habitación.
Lo que hacía que Diana se desesperara por más de aquella sensación que se apoderaba de sus sentidos y comenzara a frotar su cuerpo en contra de él. Ian seguía amamantándose de sus pechos, mientras disfrutaba de la fricción de sus cuerpos.
Comenzó a frotarse con ella imitando sus movimientos y pudo notar como el sexo de Diana estaba empapado. Colocó una mano en medio de sus muslos para separarlos un poco y luego coloco una de sus manos en una de sus caderas y siguió con el movimiento que estaba volviendo loca de placer a Diana.
Levantó su pierna un poco, para alinear su sexo con el de él y de manera lenta entrar en ella. Estaba tan húmeda, lista, preparada y envuelta en sensaciones que nunca había sentido. A pesar de que ya había estado con él anteriormente. Lo que estaba sintiendo en ese momento era totalmente diferente. Sentía que era arrastrada por un mar de emociones.
Esta vez Ian quería algo más que sexo. Quería hacerle el amor. Quería adorarla con su cuerpo. Que entendiera que su lugar era con él. No con Andrew o con cualquier otro. Solo él. Él era el único que podía darle todo lo que ella necesitaba.
Diana se estremeció de necesidad cuando sintió como Ian la penetraba con lentos pero profundos envites que hacían que se le cortara la respiración. No había placer como el de estar entre sus brazos. Sintiendo como la llevaba cada vez más al éxtasis de la liberación. Él de pronto detuvo sus movimientos y ella lo miró fijamente a los ojos con el ceño fruncido.
—Me gustaría que este momento nunca terminara, Diana.
Las palabras quedaron grabadas con fuego en su corazón.
—A mí tampoco.
Los dos estaban al límite. No durarían mucho tiempo. Sus cuerpos estaban tan conectados que sabían expresarse sin necesidad de palabras.
Siguió con sus envites profundos, pero esta vez, acelerando los movimientos, estaba seguro de no solo necesitaban placer, necesitaban algo más fuerte la aceptación de que ahora estaban unidos para siempre y que ahora eran un solo ser.
—¡Oh Ian! —exclamó— ¡Más por favor! —suplicó.
—Tengo más para darte, nena.
Bajo la mano hasta su sexo caliente y resbaladizo por sus jugos, buscando el clítoris, acariciándolo con pulgar.
—Esto es perfecto. —dijo entre jadeos.
—Mmmm Diana... —gimió sintiendo como sus músculos vaginales le apretaban m*****o y le hacía que sus testículos se tensaran.
Ella sabía que se estaba acercando aquella explosión de sensaciones que solo Ian era el dueño. Tal vez era egoísta, pero quería más de aquel dulce placer. Ese momento no bastaba. Al igual que aquella noche en que quedó embarazada sabía que iba a necesitar más de él.
Sus cuerpos estaban húmedos del sudor por el esfuerzo de controlar la pasión. Ian quería que esa noche fuese especial para ella. Que sintiera que estaba dispuesto a algo más que solo un momento de placer. Que la quería en su vida. Hasta el momento no importaba de qué forma fuera, siempre y cuando ella se quedara en el lugar al cual pertenecía, a sus brazos.
—Déjate llevar… —fueron las palabras que suavemente escuchó de Ian.
—Voy a correrme... —dijo con voz entrecortada.
—Está bien —volvió a meterse uno de sus pechos a la boca.
—¡Ah Dios, Ian! —arqueó más su cuerpo.
—Eso... es Diana... córrete... hazlo para mí —rozando sus labios le dijo—. Ahora no hay nada que pueda impedir que me corra dentro de ti.
No lo pudo evitar. La verdad que lo que Ian había dicho fue el detonante para que ella llegara a la cumbre del éxtasis. Sentía como se vaciaba completo en su interior y su cuerpo lo recibía de manera satisfactoria.
Aquella noche lo había sentido liberarse, fue una buena sensación, pero esto era maravilloso. Tan íntimo. Tan especial que fue imposible evitar que se estremeciera de placer. Ian derramó dentro de su cuerpo cada gota de su semilla. Dejando también cada parte de su alma.
Esperó a que los espasmos del placer compartido se calmaran colocando la cabeza en el hueco de su cuello. La arrastró con él para cambiar de posición quedando ella encima, pero sin salirse aún de su interior.
—¿Te encuentras bien? —preguntó besando por encima de su cabeza, mientras ella descansaba sobre su pecho.
—Sí, —suspiró— lo estoy.
La abrazó fuertemente. —Eso quiere decir que despertaré mañana y te encontraré a mi lado y olvidarás lo de la caminata de la vergüenza. ¿Cierto?
Ella se echó a reír, y contestó:
—Sí.
—Me parece muy bien.
—Estoy agotada —dijo bostezando.
—Espera —la movió para salirse de la cama, —voy a buscar algo para asearnos.
—No hay problema. —Se giró y quedó contemplando el techo.
Minutos después Ian regresó con una toalla húmeda entre sus manos, pero se encontró que ella se había dormido de nuevo. Sentía orgullo y satisfacción masculina. Lentamente le quitó las sábanas. Sintió como ella de pronto temblaba por el frío. Con mucha delicadeza le abrió las piernas para limpiar su sexo.
Saber que estaba llena de su semilla le hizo querer aullar como un lobo y darse golpes en el pecho como si fuese un primate. Lo que vio, reafirmó su decisión. Ella sería suya ante la ley, ante Dios y ante los hombres.