Carlos asintió, pero en lugar de acercarse a ella, se sentó en el borde de la cama. Miraba hacia abajo, como si allí, entre las sábanas arrugadas, pudiera hallar un sentido a lo que sentía. Isabel se incorporó con gracia y se acomodó a su lado. Ambos estaban desnudos; el calor de sus cuerpos llenaba la habitación.
—¿Quieres decirme qué pasa? —preguntó Isabel, con esa mezcla de ternura y autoridad que siempre desarmaba cualquier resistencia.
Carlos levantó la vista, directo, sin rodeos.
—¿Qué pasó en la fiesta… con mis amigos?
Isabel sintió el impacto de esas palabras como un golpe de agua fría sobre su piel. El impacto helado la dejó sin palabras por un momento, y calculó su respuesta con cautela.
—Tal vez pasó algo... —dijo finalmente, dejando que el silencio reforzara lo subentendid
