Antes de irse, Gabriel le pasó la tarjeta del club.—Por cierto, si te interesa ver cómo funciona el club, avísame. Daniel rio nerviosamente.—Lo pensaré. Ambos hombres se despidieron con un apretón de manos, acordando verse en otra oportunidad. Mientras Daniel caminaba hacia su auto, no podía dejar de pensar en las palabras de Gabriel y la tarjeta que ahora descansaba en su bolsillo. Una puerta se había abierto, y aunque no estaba seguro de querer cruzarla, no podía ignorar la tentación que representaba. La noche resultó más extenuante de lo que Daniel esperaba. Sin embargo, mientras caminaba hacia su cama, las ideas que revoloteaban en su mente comenzaron a tomar forma. Durante la conversación con Gabriel, había evitado mirarlo plenamente, casi como un reflejo de lo que hacía con Natali

