Al día siguiente, Daniel tuvo enormes problemas para despertar. La llamada de Natalia había sido como una tormenta que agitó todo en su interior. Sus palabras se habían quedado grabadas en él, resonando durante horas en la penumbra de la noche. Admitía, con una mezcla de emoción y dolor, que la seguía amando con locura. Sin embargo, algo había cambiado. Su ser interior se había fortalecido en los últimos días, gracias a las sesiones terapéuticas y, sobre todo, a su propia fuerza de voluntad. Esta nueva perspectiva lo llevaba a cuestionarse si volver con Natalia era lo correcto. Se debatía entre la mente, que le pedía cautela, y el corazón, que aún latía por ella. El reloj marcaba una hora tardía, demasiado tarde para llegar puntualmente al trabajo. Sin mucho tiempo para reflexionar, deci

