Javier estaba desnudo y temblando, su v***a ya se encontraba semi-erecta y tanto su culo como su rostro estaban totalmente enrojecidos. Podía ver a Alejandra salivar. Como Alma y Carla estaban a mis lados, no podía comprobar su estado, pero no debía ser distinto al de Alejandra y Javier. —Bien, pues como les dijimos, estamos totalmente dispuestos a aceptarlos dentro del refugio, tendrán comida, techo y sustento. Sin embargo, antes tenemos que asegurarnos de que son dignos. —Alma —dije, mirándola directamente a los ojos—. Tú serás la primera. Noté cómo su cuerpo se tensaba, pero su mirada seguía firme. Alejandra se acercó a ella, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y autoridad. Sin embargo, una pequeña idea me molestaba, no podíamos herir a nadie, por lo cual aclaré. —Carla, tú l

