El aire en la oficina parece cargarse de electricidad. Isabel puede sentir su propio pulso desbordándose. No sólo es una oportunidad, es un paso forzado. Es perfecto, no puede decir que no pues eso dinamitaría su carrera, y por el otro lado, todo suena estupendo. Isabel sabe bien (quizá mejor que nadie) que las palabras estorban en los momentos más importantes así que simplemente extiende su mano de manera formal ante Manuel. Quien la estrecha con seguridad y fuerza. Pasado lo cual, Isabel se permite, por primera vez en su relación profesional, abrazar tímidamente a Manuel. —Gracias, Manuel — dice entre tímidas lágrimas. La imagen de poseer a esa dama cruza la mente de Manuel como un relámpago, pero la aparta como a un bicho. Y es que ¿quién no quisiera cogerse a una mujer que es simpl

