Capítulo 1

1704 Palabras
Kenner dejó sobre la mesa una carpeta negra con los documentos que su jefe debía firmar. Aunque los últimos 9 años junto a Hassel Gastrell le llenaron los bolsillos de más dinero del que podía manejar solo y nunca fue un mal jefe, estaba aliviado de que esos fueran los últimos documentos que le iba a entregar, sobre todo porque al volver de Estados unidos por la boda de un socio de Hassel la semana anterior, finalmente decidió casarse y mudarse a Suiza con su novia. —El Sr. Harrison quiere cambiar la fecha de su reunión—anunció Kenner, mirando con preocupación a Hassel, todavía estaba irritado por la noticia de su renuncia—, es sobre el bautizo de su sobrina. —Con lo que va a ganar luego de firmar esos papeles, podrá comprarle 50 jugueterías a esa niña—masculló Hassel, tomando los documentos para firmarlos—. Cree que no sé lo que hace, solo está retrasándolo. ¿Dónde carajos dejé mi bolígrafo? —Es un hombre de intereses misteriosos. —Y obstinado. Mientras Hassel buscaba un bolígrafo, Kenner sonrió condescendiente y sacó del bolsillo de su propio traje un bolígrafo. —Aquí tiene, señor. Hassel tomó el bolígrafo a regañadientes y firmó los papeles. Él no quería admitir que resentía que su secretario lo estaba abandonando por una mujer, el tipo de ser humano que no soportaba, incluida su propia madre. Las mujeres lo complicaban todo, de ahí a que prefiriera un secretario. Ni siquiera sabía cómo pudo viajar a Estados unidos solo para asistir a la boda de Giovanni Woldenberg. Aunque su padre y el padre de Woldenberg hayan sido buenos amigos, no tenía que haberse dejado convencerse por su intensa madre. Detestaba las bodas. —¿Está listo para recibir a Amy? —le preguntó Kenner, tomando de vuelta los documentos. Hassel frunció el ceño con desagrado, no reconoció el nombre, pero solo por suponer que era una mujer no le agradó. —¿Quién? —Amy Bread—Kenner rodó los ojos—. Es su nueva secretaria, la transfirieron Norwich. Su madre la recomendó, yo hablé con ella, la chica viajó hasta aquí hace dos semanas, yo mismo la entrevisté y he estado comunicado con ella. Se graduó sumacunlaude en administración y… —¿Mi madre la recomendó? —¿Solo escuchó eso? Finalmente, Hassel levantó su dura mirada aceitunada del ordenador para concentrarse en su ex secretario. —¿Se te olvidó todo lo que te hice memorizar todos estos años? No le prestes atención a lo que diga mi madre, Kenner. Kenner asintió entrecortadamente, no se le olvidaba que su jefe era temperamental y cruel a veces. —Ella insistió señor. Sin embargo, la chica parece buena. Solo dele una oportunidad. Hassel lo ignoró y continuó revisando la pantalla de su ordenador. —¿Por qué debería? —Señor—Kenner suspiró en busca de paciencia, era su último día, debía recordarlo—, créame que no encontrará otro hombre para este trabajo, por lo menos no en el futuro próximo, futuro en el que necesita alguien que le ayude, sobre todo con el proyecto del Sr. Harrison. Hassel lo consideró por un segundo, pero no podía simplemente renunciar a esa parte de él que mantenía a raya a las mujeres, a menos que se tratara de sexo. Y el hecho de que su madre tuviera qué ver en eso era sospechoso. La chica venía de muy lejos, ¿por qué Londres? —No la quiero—masculló Hassel, con un ademán desinteresado con la mano. —Amy está aquí, señor. En seguida Hassel se detuvo y volvió a mirar a Kenner. —Sácala de aquí. —Lo haré señor, después de que lea el correo que su madre le envió. —¿Mi madre envió un correo? ¿Por qué no me lo dijiste? —Se lo estoy diciendo ahora. Hassel movió negativamente su cabeza, pero no dijo nada, ya no serviría de nada asustarlo si era su último día de trabajo. Entró a su correo electrónico y en efecto, ahí estaba el correo de su madre. De: Erika Harper Gastrell. Asunto: Amy Bread. Fecha: 13 de septiembre de 20XX, 09:00 Para: Hassel Gastrell. Buenos días cariño. Te escribo primeramente para saludarte, porque no contestas mis llamadas, y sé que tu secretario Kenner, como siempre tan leal y funcional, incluso en su último día de trabajo conseguirá que leas este correo. Entonces puedo hablarte de Amy Bread, una talentosa joven con mucho potencial. Sé sobre tu problema con las mujeres fuera de la cama, pero ella está ahí para hacer su trabajo, dale la oportunidad. Recuerda que, aunque el Sr. Byron fue el mejor esposo y padre, fue una mujer quien te dio a luz. Te amo, y espero escuchar las últimas noticias positivas de Kenner. Erika Harper Gastrell Hassel cerró los ojos y suspiró en busca de paz. Mientras tanto Kenner lo observó sonriente, todos sabían que Hassel no tenía muchas opciones, era el tipo de hombre que prefería hacer el trabajo por sí mismo antes de dejárselo a otro que no pudiera hacerlo tan perfectamente como él, a duras penas logró darle responsabilidades mayores a Kenner. Ahora Amy tendría que recorrer un largo camino, pensó Kenner. —Contéstale a mi madre, ya que te llevas tan bien con ella—resopló Hassel, reincorporándose en su butaca—. Y deja que pase cuando te avise. —¿Amy? —Sí, ella. Kenner sonrió aliviado. Sí era cierto que estaba urgido por terminar esa parte de su vida en la empresa de los Gastrell, pero no quería que Hassel la pasara mal, después de todo, él fue como ese hermano mayor que, aunque, malhumorado, le enseñó muchas cosas que no olvidaría. Además de pagarle el tripe de lo que estipulaba el sueldo mínimo. —Sí señor. Kenner estuvo a punto de salir, pero Hassel lo volvió a llamar. —Espera—dijo sin mirarlo, entonces rebuscó entre sus cosas hasta encontrar un sobre—. Toma. Kenner volvió y tomó el sobre blanco. —¿A quién debo enviarlo? —inquirió Kenner. —Es para ti. Ya puedes irte. Kenner asintió confundido, pero no dijo nada. Así que finalmente salió de la oficina y se acercó a su escritorio que estaba a un lado de la puerta de la oficina. Abrió el sobre para ver de qué se trataba, era un cheque por una exuberante cantidad de dinero. Kenner sonrió cuando leyó lo que decía al final de la página “Felicitaciones por tu boda.” Cuando levantó su rostro vio a Amy Bread que permanecía de pie en el mismo lugar que la dejó. Había mujeres hermosas, luego estaba Amy Bread, aunque lucía casi tan pálida como la hoja de la carta en las manos de Kenner. —¿Estás bien? —le preguntó Kenner con preocupación. Amy asintió entrecortadamente, observando a Kenner de forma anonadada, le parecía tan guapo. Sí, Amy era una enamoradiza compulsiva, o algo como eso, pero esa no era la peor parte de ella y eso es lo que la estaba preocupando. —Bueno, pero parece que hubieras visto un fantasma—Kenner se rió. —Estoy muy nerviosa, no creo que deba haber venido—confesó Amy, sintiendo que sus manos sudaban—. Me encontré con unas chicas de contabilidad antes de llegar aquí, ellas dijeron que el señor Gastrell es peor que un ogro. Kenner sonrió comprensivo. —No mienten. Amy abrió aquellos ojos de par en par, dejando notar el profundo y vivo color azul en ellos. —Creo que me voy. —No puedes irte, la señora Gastrell hizo todo esto para ayudarte. Sería una falta de respeto a ella. —¿Ayudarme es traerme a la boca de un ogro? No me dijo que su hijo era maligno. —Por lo que sé, no era mejor en Norwich, ¿verdad? Amy se sonrojó de inmediato, pero de vergüenza. Si recordaba su miserable vida en la sucursal de Norwich, sentía que Hassel no podía ser tan malo como sus antiguos compañeros y compañeras de trabajo. En Norwich era conocida como Pandora, haciendo alusión a que es como un desastre o una maldición su existencia. No podía evitarlo, nació con ese gen que la volvía increíblemente torpe y desastrosa. Quizá Dios lo sabía y por eso le dio aquella belleza, sin embargo, aquello también le había traído muchos problemas con los hombres ya que suponían que Amy era un tipo de mujer que no era. Cuando estuvo a punto de pensar en la peor de sus experiencias en la empresa de Norwich, sacudió su cabeza de inmediato. —No me lo recuerdes—gimoteó Amy—. No quiero vivir lo mismo aquí. —Te aseguro que aquí nadie se meterá contigo, mucho menos si logras que Hassel te acepte. Él es a quien debes temer realmente, y, sin embargo, no es tan malo como parece. Créeme. Kenner le sonrió, guardando el cheque en el bolsillo interno de su traje, justo en el momento que el teléfono sobre su escritorio sonó. Amy miró el teléfono fijo con preocupación mientras Kenner contestaba. —Sí, señor. Estará ahí ahora mismo—al colgar el teléfono Kenner la miró de nuevo—. Bueno, es el momento, Amy. Amy tragó saliva, sintiendo como si su inquisición se acercara. Siguió a Kenner de vuelta hasta las puertas que él abrió para que ella pasara primero. Amy respiró profundamente y luego entró. Solo debía mantener el paso y evitar tropezar como era de costumbre para ella… Pero entonces Hassel Gastrell levantó su rostro y la miró. Fue suficiente una de esas miradas perforadoras para que Amy perdiera el equilibrio y cayera al piso de boca. —Carajo—susurró Kenner quien se apresuró a ayudarla a levantarse—. ¿Estas bien? Hassel se levantó de su asiento, observando la escena con desagrado. —Estoy bien—le contestó Amy en un susurro avergonzado. Cuando estuvo de pie, Amy volvió a mirar a Hassel cohibidamente, pero este la ignoró y volvió a sentarse. —Señor, ella es… —Sácala de aquí—masculló Hassel.
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