Riley se quedó inmóvil mientras se recogía el pelo en una coleta desmañada cuando la habitación entera empezó a resonar con una serie de ronroneos graves. Se dio la vuelta, fijando unos sorprendidos ojos azul claro en los tres enormes cambiaformas felinos que la miraban fijamente. Los tres pares de ojos, uno de ellos de un castaño dorado, otro con un tono entre verdoso y rojizo, y el último tostado y oscuro, tenían la vista fija en sus pechos, que ahora destacaban al estar colocando el coletero alrededor de la masa de rizos de tenía entre las manos.
Riley puso los ojos en blanco.
―¡Tenéis que estar de broma! ―musitó―. ¡Juro por Dios que todos los hombres que no son gay solo saben pensar en una cosa!
Acabó a toda prisa de recogerse el pelo, intentando no enrojecer hasta tener el mismo co
