CHOQUE

1582 Palabras
Termino de desayunar y me alisto para irme a la clínica. Me visto con una camiseta azul cielo, jeans y zapatillas deportivas blancas. Me hago una coleta alta, tomo mi bolso y mi móvil, y salgo de la habitación. Cuando paso frente a Kath, que en ese momento revisa su teléfono, recostada en el sillón del saloncito, mientras mira una película en Netflix, levanta la vista y me observa con mirada desaprobatoria, cuando sus ojos bajan por mi cuerpo viendo lo que visto. —Te veo en la noche —le digo, ignorando su mirada y lanzándole un beso con la mano, mientras abro la puerta y salgo. —Que todo le salga bien, doctora Parker —me grita, antes de cerrar la puerta. Salgo del edificio, me subo a la cafetera de auto que conduzco y que tanto cuido, porque es el que me lleva de un lugar a otro y porque, en estos momentos, no puedo costearme comprar algo mejor. Y manejo rumbo a la clínica, que queda a unos 25 minutos de mi departamento. Voy conduciendo tranquila, escuchando a Adele cantar Rolling in the deep, cuando llego a una fila de carros detenida en un semáforo en rojo. Me detengo con lentitud, detrás del automóvil que está de último en la fila, y cuando el carro termina de detenerse, siento el impacto en la parte de atrás. El golpe no es muy fuerte, pero sí lo suficientemente fuerte para moverme y acercarme al auto de enfrente. —Hijo de su puti… —gruño, furiosa. Observo por el retrovisor al auto que me ha golpeado y me asombro al ver que es un espectacular Ferrari color rojo. En otro momento de mi vida, me hubiese quedado embelesada admirando el imponente auto, porque es bellísimo. Pero no ahora. Ahora estoy rabiosa y con ganas de golpear al idiota que no sabe conducir y que, todavía, no tiene el valor de salir del auto a preguntar si me encuentro bien. Me quito el cinturón de seguridad, abro la compuerta y salgo del automóvil hecha una furia. Me acerco a la ventanilla del Ferrari y comienzo a gritarle al conductor, que mantiene la ventanilla cerrada. —¡Oye, imbécil! A caso, no sabes manejar, ¿o qué? —le grito. Lo insulto, diciéndole todos los improperios que se me ocurren. Golpeo la ventanilla de su auto, porque el muy imbécil no tiene la amabilidad de bajarla y dar la cara, le gruño y le digo hasta de lo que se va a morir, mientras la fila de carros detrás de nosotros se hace inmensa y comienzan a sonar sus bocinas, impacientes por querer avanzar. Luego de un par de minutos, el idiota baja un poquito la ventanilla. No puedo verlo bien. Usa una gorra y lentes oscuros que le tapan el rostro. «¿Se cree vampiro o qué?» —Sé un hombre y bájate de ese auto para dar la cara—le grito—. O, ¿es que acaso me tienes miedo? —¿Podemos estacionarnos en esa gasolinera y hablar sin que haga un escándalo? —inquiere, con tono irritado y sin dejar de ver hacia los lados, como si buscase algo o a alguien. —Ni crea que se me va a escapar —le replico enfadada —Ya conozco este truco. Cuando me suba a mi auto, arrancará el suyo y se irá. —Por supuesto que no —me retruca—. Es solo que… no quiero que nadie me vea, o pueda fotografiarme. —¿Acaso es el presidente, que no quiere que vean que es un pésimo conductor? —me mofo, imitando a alguien importante. —¿Hará lo que le estoy pidiendo, o, no? —rechista fastidiado. La fila de carros avanza con lentitud por el otro carril, mientras suenan sus bocinas y nos gritan toda clase de insultos, cuando pasan a nuestro lado. Veo la hora en mi reloj de pulsera y es tardísimo. Mis amados pacientes han de estarme esperando. —Está bien —le respondo—. Pero ya tengo la placa de su auto, ni piense que se me escapará. Resopla y extiende la mano, pidiéndome que avance. De mala gana lo hago. Camino hacia mi auto, entro en él, quito el freno manual y avanzo hacia la gasolinera que él ha indicado. Me estaciono y observo que viene detrás y se estaciona a un lado de mi auto. Me imagino lo chistoso que se ha de ver mi vieja cafetera, a la par de ese majestuoso auto. Borro la imagen de mi mente y salgo del auto poniendo mi mejor cara de mala. Me paro detrás del carro y la compuerta por fin se abre. Como si el mundo se moviera en cámara lenta, de aquel imponente auto se baja un hombre que parece que no es de este mundo. Enorme, de espalda ancha, brazos musculosos, cintura y cadera estrecha, piernas kilométricas y el trasero… «!Santo cielo! ¡Qué trasero!» Está de espaldas, por lo que aprovecho a pasar mis ojos por todo su perfecto cuerpo. Dios tiene sus favoritos, y, sin duda alguna, este hombre es uno de esos favoritos. Sin girarse, me hace una seña para que me acerque. Aún sigue viendo hacia los lados, buscando a saber qué. Dudo en acercarme. Qué tal y es un loco, maniático, paranoico, y por eso mira tanto hacia los lados. Y yo haciéndome la machita con este psicótico. —Acérquese rápido —farfulla—. No quiero que nos vean. Con cautela me acerco y, antes de poder reaccionar, me toma de la mano y me arrastra a la parte de atrás de la gasolinera. «¡Dios, este loco va a matarme!» ¿Por qué ando peleando con gente extraña en la calle? No me costaba nada quedarme callada. El auto no tiene más que un pequeño rasguño. Pero, no… La mujer, como siempre, buscando con quién pelear. «¡Dios, por favor! ¡Que este loco no me mate!» —¿Cuánto dinero quiere para que esto no aparezca en las noticias de chismes mañana? —me pregunta, dejándome contrariada por aquella suposición. Finalmente, se gira, se quita las gafas y… ¡Oh, por Dios! Me llevo las manos a la boca y ahogo un grito. Díganme que esto es una broma. O de seguro estoy teniendo otro de esos locos sueños míos. —Entonces, ¿cuánto quiere? —pregunta fastidiado—. No quiero que mañana, esto aparezca por todos los medios como la gran noticia. —No… no, no —balbuceo. Estoy que no puedo salir de mi estado de asombro—. Yo te amo. Eres Jim Patrick. Chillo y doy pequeños brinquitos por la emoción. Me le abalanzo encima y lo abrazo. «¡Oh, que rico huele!» Estoy que no quepo de la felicidad. Lo que tanto he soñado, por fin se me cumple. Jim Patrick está frente a mí. Pero mi felicidad no dura nada. Con brusquedad me separa de él. Como si yo le diera asco o como si yo fuera una fastidiosa garrapata que lo perturba. Aquello me destroza el corazón. La imagen que tenía de él se cae del pedestal donde la había puesto. Jim Patrick es guapísimo. Verlo en persona es mucho mejor de lo que se ve en cada fotografía que le han hecho. Esa camisa estilo polo en color blanco marcando los músculos de su perfecto cuerpo de Adonis y esos pantalones de mezclilla azul, cayendo sobre sus largas piernas como un guante. Sublime imagen. Pero no es por eso que lo amo y me creo su más ferviente admiradora. Es por la imagen que él proyectaba. Ayudando y visitando a niños con cáncer en los hospitales. Siendo embajador de la ONU y ayudando a personas de escasos recursos. Siendo todo un caballero y súper amable con todos sus fanáticos cuando asistía a las alfombras rojas o a alguna premier de sus películas. Pero ya veo que todo eso era pura actuación y propaganda. Este hombre que tengo frente a mí y me ha tratado así, no es el Jim Patrick que se muestra frente a las cámaras. Este es un imbécil, engreído y cretino, que lo único que le preocupa es que lo que ha pasado no se convierta en un escándalo para su imagen el día de mañana. —Sigo esperando que me responda —habla con una prepotencia que me hace sentir de lo peor—. ¿Qué va a querer para quedarse callada? ¿Dinero? ¿Una estúpida foto que posteará en sus redes para alardear que conoció al gran Jim Patrick? Dígame, ¿qué es lo que quiere? Lo observo furiosa. Más furiosa de lo que estaba hace un momento en medio de la avenida. —¡Quiero que se pudra! —le grito—. No necesito su estúpido dinero, ni una estúpida foto junto a un cretino como usted. Y no se preocupe, nadie sabrá nunca lo que ha pasado. No quiero que nadie se entere de que he conocido a un idiota como usted. Me giro y a zancadas me alejo de él. Siento que voy a explotar de la rabia. Me meto a mi auto y cierro la puerta de un portazo. Arranco el auto y, haciendo chirriar las llantas sobre el pavimento, me alejo de aquel lugar, con la esperanza de nunca jamás volver a encontrarme a ese imbécil en mi camino.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR