SUSAN
Salí corriendo a mitad de la noche, mientras Chris se preparaba para dormir, dispuesta a deshacerme de las pruebas de embarazo. Le había prometido que nadie se daría cuenta de esto y que yo me encargaría de la evidencia. Sin embargo, no conté con que al llegar a la cocina, por la puerta trasera, entraría un Christian ebrio.
Llevaba su camisa de vestir arrugada, con dos botones sueltos y las mangas elevadas a medio brazo. Su cabello estaba desordenado, y aunque a distancia sentía el olor a alcohol, su rostro no parecía estar tan… ¿cómo decirlo? ¡Ah, sí! Su rostro no representaba tanta taradupidez como normalmente lo haría una persona ebria normal, un simple mortal, después de beber tanto. Él no, se miraba sobrio, aunque yo sabía que no era así.
—¿Qué llevas ahí? —Se detiene a observar lo que yo llevo en mis manos. Como puedo lo escondo y aparto la mirada hacia la oscuridad de la noche tras aquella puerta de cristal, rehuyendo de su mirada.
—Nada. —miento.
Deja las llaves sobre la mesa de la alacena, al igual que su teléfono y su reloj, se quita el saco y lo deja sobre el respaldo de una silla.
—¿Es una foto mía? —sonrió con picardía y altivez, acercándose a paso lento hacia mí.
Caminaba como si fuese zombie, sosteniéndose del mesón de la cocina, pero seguía viéndose jodidamente sexy.
Solté una risa falsa y llevé mis brazos hacia atrás, escondiendo la pequeña cajita rosa tras mi espalda.
—No te creas tan importante, White, solo iba a tomar agua.
Christian ladea su rostro, fija su mirada en la mía y por más que intento apartar mis ojos de sus orbes zafiro, no puedo.
—Ahora salí con una chica. —Soltó de pronto, acercándose a una distancia inapropiada a mí.
Sentí un leve dolor en el pecho, mis manos empezaron a dudar y mi corazón latió con fuerza, pero no retrocedí… quería saber hasta dónde podía llegar, quería poner a prueba mi propio auto control.
—No me interesa tu vida…
Si me interesa, pero él no tiene que saberlo
—… Mientras la besaba en el auto imaginé que eras tú y me pregunté ¿por qué?.
Mordí mi labio con un poco de nervios, retrocedí y dejé caer las pruebas en el cesto de basura, viendo como la mirada de Christian se oscurecía y despacio me acechaba, cual lince a su presa.
—No sé porqué… Quizá por lo cabrón que fuiste ayer conmigo.
Asiente mirando hacia los lados, me atrapa entre la refrigeradora y su cuerpo y acerca su rostro al mío.
—Quizá, pero eso fue tu culpa.
—¡ja! ¡¿Mi culpa?! Me humillaste frente a tu familia.
—No, frente a Ethan que es mejor. —Sonríe con una eterna victoria, mostrando un hermoso hoyuelo en su mejilla, cerca de sus apetitosos labios.
Ruedo los ojos y Niego, no sólo apartando aquellos pensamientos de mi mente, sino también queriendo hacer uso de mi cordura, tratando de tomar distancia. No obstante, no me lo permite.
Christian juega con el dobladillo de mi blusa, introduce su mano por debajo de la tela y subiendo despacio entre caricias suaves por mi piel, toma uno de mis senos con su mano, colandola por debajo de la copa de mi sostén de encaje.
—Tú y yo sabemos que esto no se puede controlar, Darcy. —afirma.
Y es verdad, ya no puedo controlar lo que me hace sentir con sólo estar cerca suyo.
Me arqueo hacia atrás y tenso mi vientre al frente, golpeando en su pelvis, reprimo un jadeo y niego, mordiendo mi labio inferior.
—Te dije que debías esforzarte…
Sonríe de medio lado y frota su erección a mi centro. —¿No me estoy esforzando? Porque creeme, me he aguantado mucho.
—Entonces aguanta más, juez White. —susurro sobre sus labios, respirando agitada por la boca.
Su sonrisa se ensancha al verme tan débil, y utilizando su astucia, atrapa mi labio entre sus dientes y ejerce presión entre nuestros sexos.
—Si no hay amor, no tiene que haber esfuerzo. —aprieta mi seno y lleva sus labios a mi oído. —¿O es que Ethan se está esforzando?.
—¿Eth…? —¡Ya salió el veinte! —. ¡Ah, claro! ¿Celos, señor White?
Se echa a reír como si le hubiese contado el chiste del siglo, tan alto y fuerte que reaccioné por darle un beso en los labios. Al inicio parece sorprenderse, pero luego vuelve a su típica risita arrogante.
—¿celos? ¿De Ethan? ¡Soy Christian White! —se mofa, metiendo su mano en mi falda.
Reacciono y lo aparto con mi mano en su pecho, pero solo un poco, pues él sigue sosteniendo mi seno en su mano por debajo de mi blusa.
Aquel beso solo le aumentó el ego.
—Ethan tiene más paciencia y decencia que tú. —digo ahora un poco molesta.
Ríe con socarronería. —¡Ese imbécil es peor que yo!
Enarco una ceja y con mis ojos entrecerrados lo reto con la mirada.
—Se nota que nunca has conquistado a alguien, lo que comprueba una de mis teorías.
Me somete a la pared otra vez y besa mi cuello.
Lo dejo, pues el calor se ha apoderado de mi cuerpo y siento que si me alejo de él, moriré de frío.
Es como si de pronto nos compenetramos, como si cada uno dependiera del otro para respirar, como si el aire que compartimos a esos escasos 5 centímetros que nos separa, equivaliera al oxígeno de todo el planeta… Como si tuviera que quedarme quieta entre sus brazos y sumisa a su imponencia.
—¿cuál teoría? — susurra en mi oído, estirando la blonda de mi braga, mientras que sin tener ningún impulso de conciencia, desabrocho el botón de su pantalón y bajo su bóxer.
—Los hombres piensan con el pene. —confirmo.
Suelta una risa maliciosa, muerde sus labios entre asentimientos, lo que lo hace ver increíblemente sexy, y tomándome con fuerza de la cintura, me levanta en brazos, me da media vuelta y me deja sentada sobre el mesón, arrancando mi braga de un tirón.
—¿y la otra teoría cuál es, según tú?.
—Qué Ethan es mejor que tú. —lo empujo un poco, abro mis piernas y lo jalo de la corbata para atraparlo de la cintura.
—Las mujeres son muy susceptibles, con nada se enamoran de tipos como él.
—oh. Eso te convierte en el idiota más grande del mundo.
—Si me esfuerzo contigo, Darcy, terminarás enamorándote de mí.
Mi sonrisa de autosuficiencia hace su acto de aparición, niego con la cabeza y suelto una risita sobre sus labios. —No estés tan seguro, White, podrías enamorarte de mí antes de que yo siquiera te piense un poco.
—¿Quieres apostar? Apuesto a que nunca nadie te ha conquistado.
A un paso, a un latido, a un segundo de ser uno. Me siento húmeda, estoy impaciente y puedo ver en sus ojos la lujuria y el deseo que está conteniendo. Siento como roza la punta de su m*****o en mi entrada y cierro los ojos, tragó saliva y respiro por la boca, impaciente por sentirlo, no obstante cuando entra en mi la primera vez y me abraza a su cuerpo para empezar a moverse, unos pasos se escuchan por las escaleras y nos separamos al instante.
—¡Nos van a descubrir! —susurro/grito bajito, apretando mis ojos.
Me encojo un poquito más el es espacio reducido del tablón, en donde decidimos escondernos.
Cristian niega, me cubre la boca con una mano y la otra la desliza por mi brazo, para luego abrazarme a su pecho.
—Quédate quieta o de verdad nos verán.
Siento el olor a su perfume y no puedo evitar respirar profundo, llenando mis fosas nasales de su delicioso olor. El latido de su corazón golpea fuerte en mi pecho y a este punto no sé si en realidad es mi corazón el que está tan acelerado, sus brazos me sostienen con firmeza y me hacen sentir segura, y es aquí cuando entiendo que él puede tener razón, puedo llegar a enamorarme si no cuido mi corazón.
Lo escucho reír bajo y tomando un poco de distancia lo interrogo con la mirada.
—Es Ethan. —susurra en mi oído.
Intento asomar mi cabeza pero en un movimiento inesperado Christian toma mi rostro y me besa, mete su mano debajo de mi falta de nuevo y sin ningún permiso introduce dos dedos en mi sexo.
Estoy roja, estoy jodidamente caliente y deseosa, estoy hecha gelatina en sus brazos y él lo sabe.
—Chri… Christian… —jadeo bajito, tratando de soportar los espasmos en mi cuerpo.
¡Desgraciado…!
—Puedes gritar todo lo que quieras, Darcy. No importa si Ethan se da cuenta.
Abro los ojos un poco para darle una mala mirada y luego muerdo mi brazo para ahogar mis jadeos. —Que no te importe, acabas de conocerlo —presiona mi clítoris una y otra vez, me abraza más fuerte y muerde el lóbulo de mi oreja, tratando de hacerme jadear.
Por suerte Ethan sale de la cocina después de tomar una botella con agua de la nevera.
Me corro y siento mis mejillas arder, mientras el ojiazul ríe con altivez, miro mal a Christian y ajustando mi ropa, salgo de nuestro escondite.
—¡Eres un maldito tramposo!
—Dijiste que aceptaba el trato...— mete sus manos en los bolsillos de su pantalón, el cual aún está desabrochado. —¿o era mentira y temes enamorarte?.
Entrecierro mis ojos, medito los pros y los contras y convencida de que puedo hacerlo caer primero, asiento.
—Una semana —lo señalo con advertencia —y quiero que esto sea secreto. Ni Chris ni Ethan deben saberlo.
—Acabas de conocer a Ethan. —frunce su ceño.
Busco la forma de regular mi respiración para responder. —A ti también y estoy por hacer el peor trato de mi vida. Así que quiero que esto sea legal.
Pautas, las pautas siempre hacen que todo fluya en orden.
Christian dobla sus labios, asiente son dejar de verme y antes de que pueda irme, me toma del brazo y me hace girar, para tomarme entre sus brazos.
—Una semana para convertirse en la presa o en el cazador. ¿Tenemos una apuesta?.
Me paro de puntillas, lo abrazo del cuello y llevando mis labios a su oído, digo lo siguiente.
—Acepto, juez White. Pero te lo advierto, quien saldrá lastimado en esto, no seré yo.
Christian lleva sus manos a mis muslos, toma mis malas con sus fuertes y varoniles manos y las apreta, volviendo a rozar mi sexo al suyo.
—No te enamores...aunque haga todo porque así sea. —advierte vanidoso. —Porque una vez seas mía, no te dejaré ir.
Dicho eso, me suelta, me roba un beso profundo y tomando sus cosas de la alacena, sale de la cocina.
Aún siento sus caricias en mi piel, sus manos apretando mis senos, mis nalgas, sus dedos jugando en mi interior, sus besos y su fuerza y virilidad al entrar en mí… Aún siento mi corazón exaltado y los estremecimientos que recorren todo mi sistema. Siento el olor de su perfume impregnado en mi piel y el calor de sus susurros… lo siento a él, lo siento todo.
¡Controlate, Susan!
Debo retomar la calma.
La cocina es alumbrada solo por un pequeño foco ovalado, de mesa, todo en la casa es silencio, todos duermen y a lo lejos lo único que se escucha es el canto de una aurora, aunque…
Al subir las escaleras escucho el ruido de una regadera y al llegar a la puerta de mi habitación, me doy cuenta de que el ruido proviene de ahí.
Río bajito, cubro mi boca al imaginar a Christian bañándose para bajar su libido.
Si ese es un punto, entonces es un punto para mí.
Me siento extraña, aunque no es para menos. Me pregunto si el ojiazul se acordará de esto mañana.
Y hablando de recordar…
Siento que olvidé hacer algo…
Supongo que no era importante, de lo contrario, lo recordaría.
Cómo sea, mañana sería otro día.