capitulo 7

1522 Palabras
La mañana de la gira llegó con una mezcla de nervios y emoción. Giorgia se despertó temprano, sintiendo una energía vibrante en el aire. Miró por la ventana y vio cómo el sol se levantaba, pintando el cielo de tonos anaranjados y rosados. “Es un buen día para comenzar un nuevo capítulo”, pensó, sintiendo que su corazón latía con fuerza. Al llegar al local donde se llevaría a cabo su primer concierto de la gira, Giorgia sintió una oleada de entusiasmo. La sala estaba llena de luces y el sonido de las guitarras resonaba en el aire. Sus compañeros de banda, Max, Sara y Lucas, estaban a su lado, riendo y bromeando, y eso la ayudó a calmar un poco sus nervios. “¡Esto es increíble! ¡Vamos a hacer que esta noche sea inolvidable!”, exclamó Max, mientras ajustaba su guitarra. Giorgia sonrió, contagiada por su energía. Sabía que estaban listos para dar lo mejor de sí, y eso la llenó de confianza. A medida que se preparaban, Giorgia revisó su lista de canciones. Había elegido cuidadosamente cada tema, asegurándose de que cada uno contara una parte de su historia. La música se había convertido en su refugio, y cada nota era un recordatorio de lo lejos que había llegado. Cuando llegó el momento de subir al escenario, el público estalló en vítores. Giorgia sintió que la adrenalina recorría su cuerpo. “Esto es lo que he estado esperando”, pensó, mientras tomaba el micrófono. “¡Hola a todos! Estamos muy emocionados de estar aquí esta noche”, dijo, sintiendo que su voz resonaba en la sala. La energía del público era contagiosa, y mientras comenzaban a tocar, Giorgia se dejó llevar por la música. Cada acorde, cada letra, era un pedazo de su alma que compartía con el mundo. La primera canción fue un éxito rotundo. El público cantaba junto a ellos, y Giorgia sintió que la conexión con la audiencia se hacía más fuerte. A medida que avanzaban en el set, se dio cuenta de que había algo mágico en el aire. La música no solo unía a la banda, sino también a todos los presentes. Cuando llegó el momento de interpretar la nueva canción que habían escrito, Giorgia se sintió un poco nerviosa. “Esta es una de las canciones más personales que hemos hecho”, explicó al micrófono. “Espero que les llegue al corazón tanto como a nosotros”. Comenzó a cantar, y mientras lo hacía, dejó que sus emociones fluyeran. La letra hablaba de la lucha, de la búsqueda de la identidad y de encontrar la fuerza para levantarse. El silencio que siguió a su interpretación fue breve, y luego el público estalló en aplausos y vítores. Giorgia sintió que una ola de gratitud la envolvía. Había compartido su verdad, y la conexión con el público era palpable. La noche continuó con más canciones, y a medida que la energía en la sala aumentaba, Giorgia se dio cuenta de que había encontrado su lugar en el mundo. La música era su voz, y cada interpretación era una celebración de su autenticidad. Después del concierto, la banda se reunió en el camerino, riendo y celebrando su éxito. “¡Lo hicimos! ¡Fue increíble!”, exclamó Sara, mientras se abrazaban. Giorgia sintió que la felicidad la invadía. Habían trabajado duro, y esa noche había sido la recompensa. Sin embargo, a medida que la gira avanzaba, Giorgia comenzó a sentir la presión de estar en la carretera. Cada concierto era emocionante, pero también agotador. Las largas horas de viaje, las noches sin dormir y la constante atención del público la hacían sentir un poco abrumada. Aunque disfrutaba de cada momento, había días en los que la ansiedad comenzaba a acecharla nuevamente. Un día, después de un concierto particularmente agotador, Giorgia se encontró sola en su habitación de hotel. Miró por la ventana y vio cómo las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia . “¿Seré capaz de seguir así?”, se preguntó, sintiendo que el peso de la incertidumbre la aplastaba. Decidida a no dejar que esos pensamientos la dominaran, Giorgia decidió salir a caminar. Caminó por las calles iluminadas, sintiendo el aire fresco en su rostro. La música que resonaba en su mente la acompañaba, y poco a poco, la ansiedad comenzó a desvanecerse. Mientras caminaba, recordó por qué había comenzado este viaje en primer lugar. La música había sido su refugio, su forma de expresarse y compartir su verdad. “No puedo dejar que el miedo me detenga”, se dijo a sí misma. “Esto es lo que amo hacer.” Al regresar al hotel, se sintió renovada. Se unió a sus compañeros de banda, quienes estaban planificando el próximo concierto. “Chicos, estoy lista para seguir. No dejaré que la presión me detenga”, les dijo con determinación. Max sonrió y le dio una palmadita en la espalda. “Eso es lo que queremos escuchar. Estamos en esto juntos.” A medida que la gira continuaba, Giorgia comenzó a encontrar un equilibrio entre la vida en la carretera y su bienestar mental. Aprendió a establecer límites, a tomarse momentos para sí misma y a disfrutar de la música sin la presión de ser perfecta. Cada concierto se convirtió en una celebración, y la conexión con el público se hacía más fuerte con cada actuación. Un día, mientras estaban en un pequeño café antes de un show, Giorgia recibió un mensaje de un fan. “Tu música me ha ayudado en mis momentos difíciles. Gracias por ser auténtica y por compartir tu historia”. Las palabras resonaron en su corazón, y se dio cuenta de que su música estaba teniendo un impacto real en las personas. “Esto es lo que realmente importa”, pensó. No se trataba de ser famosa o de tener éxito; se trataba de ser auténtica y de tocar las vidas de los demás. La música era un lenguaje universal, y ella estaba agradecida de poder ser parte de eso. Con el tiempo, la banda comenzó a ganar más notoriedad. Recibieron invitaciones para tocar en festivales y eventos más grandes, y la emoción era contagiosa. Sin embargo, Giorgia también sintió la presión de la fama. Había días en los que se preguntaba cómo manejaría las expectativas y la atención. Una noche, después de un concierto en un festival, se encontró rodeada de fans que querían tomarse fotos y pedir autógrafos. Aunque disfrutaba de la interacción, también sintió que la presión aumentaba. “¿Estoy lista para esto?”, se preguntó, sintiendo un ligero escalofrío recorrer su espalda. Al regresar al hotel, se sentó en la cama y tomó su guitarra. Comenzó a tocar acordes suaves, dejando que la música la envolviera. “Esto es lo que amo”, pensó, sintiendo que la ansiedad comenzaba a desvanecerse. La música era su refugio, y en esos momentos de soledad, se dio cuenta de que siempre podría volver a ella. La gira continuó, y cada concierto era una oportunidad para crecer y aprender. Giorgia comenzó a notar que su voz se volvía más fuerte, más segura. La conexión con el público se hacía más intensa, y cada interpretación era una celebración de su autenticidad. Con el tiempo, la banda llegó a un pequeño pueblo donde tocarían en un evento comunitario. Giorgia se sintió emocionada por la oportunidad de tocar frente a un público nuevo. “Esto es lo que me encanta: compartir nuestra música con diferentes personas”, dijo a sus compañeros. Cuando subieron al escenario, el ambiente era cálido y acogedor. El público estaba lleno de familias y amigos, y Giorgia sintió que la energía era diferente. Comenzaron a tocar, y a medida que avanzaban en el set, la conexión con la audiencia se hizo más fuerte. La gente cantaba junto a ellos, y Giorgia se sintió en casa. Al finalizar el concierto, el público estalló en aplausos y vítores. Giorgia sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de gratitud. Había compartido su verdad, y el público la había escuchado. Esa noche, mientras celebraban en el camerino, Giorgia se dio cuenta de que había encontrado algo más que solo la música. Había encontrado una comunidad, un lugar donde podía ser auténtica y donde la vulnerabilidad era aceptada. La banda se había convertido en su familia, y juntos estaban creando algo que iba más allá de la música. A medida que la gira llegaba a su fin, Giorgia reflexionó sobre su viaje. Había superado sus miedos, había encontrado su voz y había aprendido a ser auténtica. La música era su refugio, su verdad, y estaba lista para seguir compartiéndola con el mundo. Al mirar por la ventana del autobús que las llevaba de regreso a casa, Giorgia sintió que el futuro era brillante. “Soy una estrella”, se dijo a sí misma una vez más, y esta vez, lo creía con todo su corazón. La música era su vida, y estaba lista para brillar, una nota a la vez.
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