Capítulo uno

1214 Palabras
Era una perfecta mañana para comenzar el primer día tras tantos años de estudio solitario en casa, Hannah se sentía completamente emocionada por poder hacer amigos nuevos y comenzar su vida desde cero, sin que su padre estuviera ahí atormentándola y recordándole que no debía rebajar el apellido de la familia. Era el centro de atención para muchos, probablemente la mayoría la reconocía, su padre no era cualquier persona e incontables veces había salido en televisión y algunas revistas a su lado, solo cuando él quería dar ejemplo de ser ''La familia perfecta'' — Impresionante —Repitió por quincuagésima vez desde que había entrado ahí, era una escuela realmente grande y con salones de todo tipo, desde salas de música hasta equipos de natación. — ¿Peluquería? ¿Por qué alguien vendría a cortar cabello? — ¿Hannah? — Una voz a sus espaldas la hicieron detener sus pasos. — ¡Hannah! — Exclamó otra chica. La recién aludida distinguió esas voces en seguida y de inmediato se dio la vuelta, las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos en cuanto vio a sus mejores amigas de la infancia correr hacia ella, abrazándola. — ¡Julia, Abbie! ¡Tanto tiempo sin verlas! — Lloriqueó Hannah en medio del abrazo. Julia y Abbie fueron sus amigas durante la primaria, también vivían en el mismo vecindario hasta el día en que Hannah se mudó y no volvió a verlas, su padre la había sacado de la primaria para empezar a dictar clases dentro de casa para enseñarla a ser una buena señorita, en vista de que no tenía hermanos varones que respondieran por la herencia. — ¡Pensé que nunca las volvería a ver! — Dijo Hannah. — Nada fue lo mismo sin ti, te extrañamos muchísimo. — Contestó Julia, secando las lágrimas de su amiga. Hubieran seguido hablando de no ser por el molesto timbre dando anuncio sobre el comienzo de las clases en el día. — ¿A qué salón vas, Hannah? — Preguntó Julia, tratando de acercarse a mirar la nota en las manos de Hannah. — 2-A, esa es mi clase. — ¿2-A? Que casualidad, yo también voy allí. — Otra persona se añadió a la conversación, se trataba de una mujer esbelta y de hermosa cabellera, pero, juzgando por la cara de sus amigas, no se trataba de una buena persona. — Tenemos una cara nueva, soy Miriam ¿Quieres venir conmigo? — Yo soy Hannah. — Se presentó  de todas maneras, no estaba allí para hacer enemistades innecesarias. — ¿Por qué están conversando por los pasillos tan tranquilamente? ¿Acaso quieren un reporte a la coordinadora? Todas miraron a la chica nueva que interrumpió su conversación, Julia, Abbie y la misma Miriam se asustaron y comenzaron a empujar a Hannah, quien no entendía lo que estaba ocurriendo. — Es la hija de la directora, es campeona nacional de artes marciales. La última persona que le llevó la contraría terminó convertido en un pretzel humano. — Le explicó Julia. — Abbie y yo tenemos clases de educación física en el patio trasero, pero esperamos poder encontrarnos de nuevo durante la comida ¡Te presentaré a Kyle! — ¿Quién es Kyle? — Sintió cierta curiosidad luego de verla salir corriendo, casi podía ver su aura de corazones revoloteando alrededor. — Es el chico del que está enamorada. — Contestó Miriam luego de que ambas se fueran y ellas entraran a su salón. — Lamentablemente él no la ve con ojos de amor, es algo platónico pero ella sigue insistiendo. — ¿Es eso así? Sintió algo de pena por su amiga, Julia. No había cambiado en absoluto, cuando estaban en primaria también era de esa manera, llegando a enamorarse de un niño solo porque le pidió prestada la goma de borrar. Durante las clases podía sentir una extraña quemazón en la espalda, se trataba de alguien mirándola fijamente, como si estuviera clavándole millones de cuchillas molestas. Vio la necesidad de voltearse, descubriendo un par de ojos café que la miraron de regreso y unos rizos castaños que saltaban a la vista. Él sonrió de una manera que la hizo sudar frío. Hannah, ya sin poder seguir manteniendo el contacto visual por más tiempo se giró rápidamente en un intento por dejar de prestarle innecesaria atención. — Parece que le has gustado a Jerry. — Miriam, que estaba a su lado se acercó para hablarle bajito. — ¿Por qué no le hablas? No es un mal sujeto. — Es una tontería, no le conozco de nada ni he venido aquí a coquetear. — No podía permitirse arruinar la oportunidad que le dio su padre de ser libre. De un momento a otro el profesor carraspeó la garganta, llamando la atención de todos los estudiantes presentes — Formen parejas para hacer el siguiente experimento y tomen notas de los cambios que vayan surgiendo. No conocía a nadie más que a Miriam, por lo que se acercó a ella. — ¿Podrías trabajar conmigo? — Lo siento, Ana es mi compañera para todas las cosas. — Señaló a una de las chicas que estaba sentada en uno de los puestos delanteros. — Suele alocarse bastante cuando tengo otros compañeros sin decirle primero. — Ah, no hay problema. Estuvo un largo rato mirando a los equipos formándose, pero nadie se acercaba a preguntar por la chica nueva que estaba ahí tirada en una completa soledad. La única persona a la que veía igual era al tal Jerry, pero sentía miedo de acercarse. Al menos hasta que recordó lo que había prometido, por eso cerró los ojos y tomó toda la valentía que tenía para llegar hasta él. Quien seguía mirándola como si fuera una anomalía de la naturaleza. — ¡Deja de mirarme así, tú...! Tú ¡Pervertido! Él alzó una ceja antes de comenzar a reírse. — ¿Me has llamado pervertido solo por mirarte? — Siguió riéndose a modo de burla, avergonzándola. — Bien, bien. Entonces, ya que soy un ''Pervertido'' diré que tienes un cuerpo muy atractivo. — Eres un desvergonzado. — Prefería tener que morir a hacer equipo con él, sin embargo no había nadie más. Solo se sentó a su lado en silencio. — No veo que tengas pareja, así que me quedaré contigo. — Tranquila, muñeca. Nadie ha sido capaz de domar a este león de melena rizada aún. — Sonrió de lado. — Pero si quieres intentarlo te estaré esperando en mi casa esta noche. — Pareja para el trabajo, imbécil. — Aclaró. — No es como si quisiera hacer equipo con un casanova, pero necesito tener buenas calificaciones y eres la única persona disponible ¿Bien? Ahora cierra la boca y déjame hacer todo. No se trataba de un experimento realmente complicado, probablemente porque ya había leído al respecto en algunos libros que solía estudiar dentro de casa. Aunque podía hacerlo había algo que no le permitía concentrar: La molesta respiración sobre su nuca. — ¡¿Quieres dejar de exhalar tu mal aliento cerca de mí?! — Apartó a Jerry de un empujón con tanta fuerza que casi lo hace caer de su asiento. — ¡No dejas que haga mi trabajo, imbécil! — Es que tienes un aroma agradable... — Murmuró con serenidad, algo adormilado. — Me recuerdas a Lulú. — ¿Lulú? ¿Quién es Lulú? — Sintió algo de curiosidad, nunca antes le habían dicho algo como eso. — Mi perro. No había terminado de hablar para cuando el cuaderno se le estrelló en la cabeza, cortesía de una enojada Hannah que acaba de ser comparada con un perro. En ese momento deseó no haberle hecho caso a Miriam.
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