Capitulo 6

1391 Palabras
La giró sobre su regazo, dándole la espalda. Con una precisión casi coreografiada, colocó las piernas de Alena a ambos lados de las suyas y la sujetó por la cintura. —Por favor, méteme dentro de ti —dijo con voz ronca. Alena se agachó y guió su pene hacia ella. Era un poco más largo que el de Nick y mucho más grueso. Alena arqueó la espalda y se clavó lentamente en su m*****o, que se dilataba aún más con cada centímetro de penetración. A mitad de camino, Eric la agarró por las caderas y le metió la polla hasta el fondo. —¡CRISTO! —ladró y saltó hacia arriba, salpicando agua por todas partes menos en la bañera. Riendo como loca, Alena se dejó caer sobre él y se estremeció al sentir otro clímax sacudir su cuerpo. —¡Dios mío, esto es...! Ella se detuvo al darse cuenta de que él estaba abandonando el santuario de su sexo. —¿QUÉ? —Quiero probar otra posición. —Oh. Eric la giró para que quedara de rodillas y la hizo apoyar las manos en los bordes de la bañera. Alena no se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer hasta que sintió que su m*****o volvía a penetrarla. —¡OH, SÍ! La razón de ese grito de éxtasis era simple: él la penetraba con fuerza desde el principio, mientras le acariciaba el clítoris al mismo tiempo. Antes de ese momento, Alena habría jurado que era imposible hacer ambas cosas. Pero él sí podía, y ella disfrutó cada minuto y se corrió tan fuerte que no pudo dejar de gritar. Eric tuvo que taparle la boca con la mano para acallar el ruido y evitar que la gerencia del hotel llamara a la puerta. Mientras ella gritaba, él continuó cogiéndola. No tan fuerte como al principio, pero aun así fue un polvo sonoro. Alena dejó de gritar poco a poco, contenta de frotar su culo contra su polla palpitante hasta que se vació en ella. Permanecieron abrazados hasta que el agua se enfrió. Él la ayudó a salir de la bañera, la secó y solo cuando ella le sonrió y le aseguró que estaba bien, se aplicó una toalla. Más tarde, mientras se vestía, él se acercó por detrás y le susurró las gracias por una maravillosa noche de compañía. Alena lloraba desconsoladamente cuando se giró para besarlo y agradecerle por una velada inolvidable. Tuvo que recordarle que tomara el sobre. —¿La semana que viene? —preguntó, y recibió su sonriente asentimiento. —¿La misma habitación? —preguntó tímidamente. —Sí, la misma habitación, Alena; siempre la misma habitación. ________________________________________ Se despertó treinta minutos antes de su primera clase. Nick roncaba a su lado. Presa del pánico, Alena buscó frenéticamente el dinero que le había dado Eric la noche anterior. Estaba justo donde lo había dejado, pero Nick había tirado sus vaqueros sobre su zapato, donde guardaba el dinero. Tan pronto como pudo, se levantó del colchón, sin querer tener nada que ver con Nick, si era posible. Entró de puntillas al baño, se agachó en el inodoro y orinó, y luego, todavía sentada en la taza, volvió a contar los billetes. —¡Trescientos... trescientos! ¿Cómo lo gastaré todo? Alena tenía poca idea de cómo manejar el dinero simplemente porque rara vez había tenido dinero para gastar. —Ropa interior nueva, quizás dos o tres sujetadores... Podría comprarme uno que me suba los pechos y que los chicos se queden boquiabiertos. Quizás me compre un vestido bonito o algo de ropa para la semana que viene. Y... y necesito dinero para la entrada de una casa propia. Se puso un par de jeans rotos y un suéter, se calzó unos mocasines y agarró su bolso (con el dinero dentro) y dos libros de texto y corrió hacia el campus. Llegó a clase unos cinco minutos tarde, se sentó a escuchar una clase aburrida y pensó dónde podría encontrar ropa interior decente a un precio módico mientras fingía prestar atención y tomar apuntes. Después de clase, fue corriendo a una cafetería cercana y pidió un chai grande helado con leche desnatada y un sándwich de pavo y provolone. Diez minutos después, estaba de vuelta en otra clase, postergando qué tipo de ropa comprar. Durante un rato libre, intentó trabajar en un proyecto, pero seguía recordando diferentes elementos de la noche anterior. Terminó diseccionando a Eric en la página donde estaba escribiendo. —Obviamente rico. —Casado, pero infeliz. —Amaba a sus cachorros; los llamaba hinchados, ¿o eran hinchados? —Para ser un anciano, ciertamente lo consiguió. —¿Cuántas veces se había corrido? Ni idea, pero muchísimas. —La idea de hacerlo en la bañera fue pura genialidad. Podría haberlo hecho de nuevo, pero decidió no hacerlo. ¿Por qué? —¿Pensó que ya no podía más? Espero que no. —¿Qué podrían hacer como bis? —Muchas cosas que aún no he hecho. —¿Debería darle mi ano? —Escuché que duele, pero sabría cómo hacerlo bien. —Me pregunto a qué sabe su polla. Riéndose, releyó los pensamientos, luego arrugó la página y la arrojó a la papelera cercana. Unos segundos después, corrió hacia la papelera, recogió el papel y lentamente lo rompió en pequeños pedazos. Al salir del apartamento, cogió una edición arrugada del periódico de esa mañana y echó un vistazo a los alquileres. Releyó los anuncios y encontró dos interesantes. Luego llamó al primero. Era un apartamento de una habitación a cuatro cuadras, que pedía $200 al mes. Nick pagaba $350 y vivía en una ratonera. ¿Cómo sería ese lugar? La dueña dijo que podría verlo esa noche; estaría allí hasta las 9 p.m. Prometió estar allí a las 8 p.m. El otro anuncio prometedor pedía $399 al mes y prometía dos habitaciones espaciosas, una cómoda sala de estar, un baño completo y una cocina amplia y funcional. Cada apartamento contaba con amplios patios, servicio de mantenimiento de emergencia las 24 horas, guardería, conexión para lavadora y secadora, cómodo estacionamiento, minipersianas y ventiladores de techo. Además de estas comodidades, incluían los servicios de agua, alcantarillado, recolección de basura y mantenimiento del césped. Los apartamentos estaban convenientemente ubicados a solo minutos del campus principal, lo que significaba que Alena podía ir caminando a clase sin problemas. Alena llamó al anuncio que había recortado del periódico pidiendo $399 al mes por dos habitaciones espaciosas y muchos extras. Los apartamentos estaban convenientemente ubicados a solo minutos del campus principal, lo que significaba que Alena podía ir caminando a clase sin problemas. El casero le dijo que podía pasar antes de las seis. Después de eso, aún podría ver el apartamento, pero serían más de las siete y media. Alena supuso que el casero estaba cenando y le preguntó si podía pasar en los siguientes treinta minutos. Él estuvo de acuerdo y ella corrió al apartamento en cuestión. Al ver el lugar, Alena quedó convencida. El problema era que solo tenía unos trescientos dólares; obviamente necesitaba más. Le dio al casero un depósito de 175 dólares y, al salir del edificio, se encontró con una joven asiática que comparaba la dirección del edificio con lo que debía ser el anuncio del periódico. La muchacha asiática se apoyó en la puerta y preguntó: —¿Es este el 2420 de Vermont Avenue? —¿Buscas el apartamento en alquiler en este edificio? —preguntó Alena. —Sí, lo soy. ¿Eres la dueña? —respondió la chica asiática. —Me temo que acabo de alquilarlo —dijo Alena, y al ver la expresión sombría en el rostro de la joven al oír esto, agregó rápidamente—: Pero estoy buscando una compañera de cuarto. —¿Puedo ver el apartamento? —preguntó la chica asiática. —Creo que es posible —le dijo Alena y tocó el timbre del apartamento del propietario—. —Me gustaría que mi amiga viera el apartamento, si no le importa. Está pensando en compartir habitación conmigo. El casero no puso objeciones, y Alena le mostró el apartamento con mucho gusto a la chica, quien se presentó como Ellie Wong. Ellie quedó impresionada con el apartamento y más aún al escuchar que su parte del alquiler sería de $200.
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