Pacto (en latín: pactum) es un convenio o tratado solemne, estricto y condicional entre dos o más partes en que se establece una obediencia a cumplir uno o varios acápites establecidos en un contrato formal y en que ambas partes se comprometen a ejecutar ciertas acciones y a recibir retribuciones de la otra parte por su cumplimiento.
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- ¡Já! Te volví a vencer – le gritó Eren a Nill, desmontando su caballo a varios metros de distancia de su compañero de toda la vida, hoy su rival.
- Su majestad, no es cosa simple derrotar al emperador, cuando se sabe que tu vida está en sus manos – respondió su joven amigo mientras desmontaba también su pura sangre Pinto.
- Pretextos –respondió Eren tomando las riendas de su caballo caminando a su lado y recobrando el aliento.
- Verdades – le respondió casi dándole el alcance.
- ¿Y desde cuando me llamas su majestad y no por mi nombre? – dijo deteniéndose unos instantes.
- Desde que el hecho de que seas el emperador me supone una ventaja como tu víctima –respondió con una carcajada.
- Idiota. –sentenció.
Siguieron su camino juntos Nil y Eren se conocían desde siempre, era el único amigo que su padre le había permitido tener, el Rey Unax conocido por el pueblo como "el severo" , había sido exigente con Eren todo el tiempo, lo hizo un buen militar, un buen estratega, sus mentores fueron siempre los mejores para asegurarse que su hijo fuera un perfecto monarca y Eren estaba seguro que si su padre pudiera verlo en este momento estaría muy orgulloso. Cuando su padre murió le heredó un vasto reino, rico en minerales y piedras preciosas, Angkor derrochaba lujo en sus calles y las personas vivían con comodidad. A los 5 años de la muerte de su padre, su tío abuelo, el Rey Artegas falleció sin dejar descendencia, haciendo que Eren quede primero en la línea de sucesión triplicando su territorio y convirtiéndose ahora en emperador. Nill estaba feliz de que la amistad entre ambos no hubiera cambiado en absoluto, que a pesar de contar con tanta responsabilidad su amigo aún tuviera tiempo para salir a montar, practicar tiros con arco y flecha ¿y porque no? batirse a duelo. Habían transcurrido ya 7 años desde que Eren se hizo monarca y ya el jovencito tenía 27 años de edad, Nill lo había acompañado todo el tiempo, desde las incertidumbres de asumir un cargo tan poderoso, hasta las victorias en batalla siendo un general a su cargo.
Nill era una alfa de sangre pura de cabellos castaños y ojos cafés claros, bronceado por el sol y todo el tiempo que pasaba fuera haciendo suspirar a los omegas nobles que siempre estaban a su alrededor, tenía un fresco olor a madera de junco, era bastante agradable e inteligente y con agrado asumió el rango de Comandante general y se puso a las órdenes de proteger a su mejor amigo siempre.
Eren, no solo tenía la responsabilidad de ser monarca, tenía una hermana menor, una omega hermosa a la que se dedicaba a proteger y cuidar, Antía era la brisa de la mañana que refrescaba y le daba alegría a todos en el castillo que a veces se sentía frío y lúgubre.
- Buenos días su majestad –saludó el paje, tomando las riendas del caballo.
- ¿Qué tal Pedro? –respondió Eren, estrechándole las manos al regordete señor y entrando a las caballerizas seguido por Nill.-Cuídame bien a esta fiera.
- Como siempre su majestad – respondió haciendo una reverencia. - Barto – así había nombrado al inmenso potro -es un pura sangre magnífico.
- Gracias a tu cuidado –dijo Eren despidiéndose y caminando junto a Nill por el sendero que lo llevaba desde las caballerizas a la parte de atrás del castillo, rumbo a la cocina. Después de tantas horas a caballo sentía gruñir su estómago y las ganas locas de un buen desayuno.
Al cruzar la puerta todas las criadas realizaron una reverencia saludando al emperador, Eren se sentía incómodo de tener que recibir reverencias por cada lugar donde llegaba, pero su padre le había prohibido que brinde demasiada holgura a quienes "no son sus iguales" aún con esa prohibición en 7 años no había logrado adaptarse a los protocolos.
- ¡Hum! ¡Qué rico! ¿Qué es esto? – dijo metiendo el dedo para probar la mermelada de Sauco que estaba preparando su nana.
- ¡Saca la mano muchacho del demonio! –gritó ella, que se le olvidaba que "el muchacho del demonio" era nada más y nada menos que su emperador, ella era pequeña y regordeta, con unos lentes pequeños que Eren podía asegurar que con ellos y sin ellos igual no veía nada. La adoraba desde la desaparición de su madre, solo había estado ella. – Ve a tu habitación a bañarte y cambiarte de ropa que hueles a burro – dijo tapándose la nariz y Nill estalló en risas – Y a ti no te digo a que hueles porque soy una omega prudente, alfa apestoso.
- ¿Así que huelo a burro? –preguntó Eren acercándose de manera amenazadora.
- Si y a uno muerto – rio de nuevo y siguió revolviendo la mermelada recién preparada.
Hacía un buen día y Eren se sentía de la mejor manera, se dio un baño refrescante y se vistió con un traje sencillo- arregló algunos documentos en su oficina para luego dirigirse a la sala de la corona donde estaba su trono a atender personalmente algunos asuntos importantes. Cuando iba terminando la jornada lo divisó, los colores y los estandartes hacían saber de quien se trataba, los colores rojo y dorado hacían notar que emisarios del reino de Lyonesse hacían su llegada.
- Su majestad, hace su entrada a la sala de la corte Lord Arthur Lyonesse – el emisario se acercó a los pies del trono he hizo una reverencia Eren se puso de pie y en señal de amabilidad estrechó su mano.
- Su majestad, buenas tardes – saludó el edecán emisario de Lyeonesse.
- Tu señor te ha enviado pronto – Respondió Eren, sabía que ese día iba llegar, pero no pensó que fuera tan pronto.
- Si su majestad, el príncipe William me ha enviado estas dos misivas para usted, que he cuidado con mi honor – extendió sus manos y se las entregó. Se trataba de dos sobres lacrados, en uno distinguía el sello real de la casa de Lyonesse y en el otro reconoció el sello de su padre. Abrió el sobre con el sello rojo de Lyonesse.
- Señor edecán – un alfa entrado en años se aproximó al monarca. – Prepare una comitiva que se traslade mañana mismo a Lyonesse para rendir honores póstumos al Rey Friedrich I –El edecán asintió y giró sobre sus talones para realizar lo encomendado. – Usted – se dirigió al emisario –siéntase bienvenido en mi reino y mi hogar.
- Gracias su majestad – Hizo otra reverencia.
- El día de mañana usted y mi edecán partirán por tierra junto con la comitiva de la corte que se encargará de todo el protocolo correspondiente. En tres días mi hermana, su alteza real Antía y yo partiremos a su país para rendir los honores del acuerdo.
- Así informaré a mi señor su majestad – respondió el emisario.
- Perfecto, queda usted en su casa – respondió el joven monarca – ¿Capellán Mayor?
- Si su alteza – respondió el caballero dentro del grupo de cortesanos. - De orden por favor a la jefa de palacio para que le indiquen donde serán los aposentos de nuestro invitado.
- Como usted ordene su majestad – el capellán mayor miró sobre su hombro al emisario, las personas de Lyonesse no eran bien recibidas en las tierras de Eren.
Al culminar sus actividades, Eren se puso de pie y abandono la sala del trono, cruzó dos salones mas y empezó a subir las escaleras en búsqueda de los aposentos de su hermana, la princesa Antía, una omega hermosa de cabellos largos sedosos, hasta la cintura, su mirada era tierna y su sonrisa dulce, toda ella era delicada y había sido educada para hacer feliz al alfa mas complicado, ella se encontraba con una de sus damas quien le cepillaba el cabello.
- Buenos días – saludó Eren ingresando a la habitación.
- Su majestad – respondió la dama quien le hizo una reverencia, Eren le hizo señas para que se vuelva a poner de pie.
- Buenos días Eren –saludó la princesa, quien se puso de pie y dio un beso en la mejilla a su hermano.
- Déjenos solos por favor – pidió y la doncella se retiró de la instancia.
- ¿Qué sucede? Estas muy serio – le preguntó ella tomando de la mano a su hermano invitándolo a sentarse.
- Bueno... ha llegado el momento – empezó Eren –en tres días viajaremos a Lyonesse a cumplir con lo pactado por nuestro padre.
- Eso quiere decir que... -dijo ella con los ojos muy abiertos.
- Si –confirmó Eren – viajas a desposarte con el príncipe William de Lyonesse. Él envió hoy a uno de sus ministros con dos edecanes para hacerme saber su deseo.
- Oh Eren, es mucha responsabilidad –dijo ella, pero no ocultaba su emoción. Era bien sabido que el príncipe William era atractivo. El olor a Flor de loto de la omega empezó a hacerse sentir por toda la habitación.
- Ese pacto lo firmó nuestro padre cuando éramos pequeños y ahora cargas con esa responsabilidad – afirmó el mayor.
- Dios mío en tres días – dijo ella aún incrédula.
- Si tres días –Eren no entendía la emoción de la muchacha, las cuestiones amorosas y de romance no eran su fuerte, le habían sido negadas.
- Mi alfa es joven –comentó, su rostro parecía soñador.
- Tiene unos 33 años, creo que es una buena edad, es maduro.
- Dicen que es muy guapo –ante ese comentario Eren notó que era el momento de retirarse.
- No te podría decir hermana mía, no tengo idea si es guapo o no – bufó aburrido.
- Olvidé contarte que Madame Congrains anhela que un día la lleves a montar, dice que le encanta Barto. –le dijo ella codeando pícaramente a su hermano.
- A ella no le gusta Barto, a ella lo que le gusta es el título de emperatriz – respondió él haciendo un gesto irónico.
- Ay Eren, eres malo con ella – le respondió la princesa riendo junto a su hermano.
- Tú eres mas mala que yo, por no sacarla de su error –replicó, en eso la puerta de la habitación de Antía sonó.
- Pase –indicó ella.
- Su majestad, no ha tomado su té de Gravilias –indicó la criada quien dejó un azafate en una de las mesitas de la habitación, colocó una pequeña semilla que al hacer contacto con el agua caliente se abrió en una hermosa flor, después de esto se retiró.
- Muchas gracias – respondió Eren tomando la taza.
- ¿Cómo puedes beber esa cosa todos los días? –le preguntó ella.
- Sabes bien que es la única forma de estar en todos mis sentidos –contestó tomando otro sorbo mientras ella hacía una mueca de desagrado.
- Tengo mucha curiosidad ¿Cómo será la corte de Lyonesse? ¿Cómo será William? – Nuevamente Eren puso rostro aburrido.
- Más que eso, debes de pensar en tus obligaciones y lo que te corresponde enfrentar como Reina consorte.
- Eres un agua fiestas- reclamó ella.
- Me voy – se puso de pie Eren y se aproximó a la puerta – aun me quedan ver algunos asuntos de estado.
- Bueno yo voy a mandar a traer a mi sastre, costurera, mis damas, por que necesito un vestido para viajar, otro para cuando llegue y vea a mi futuro pueblo, otro para cuando me presente a la sala del trono ¿Por qué deben tener una no? Mi vestido de novia, mi vestido para la coronación, mi vestido para el baile de gala en mi honor y sobre todo la noche nupcial – Enumeró ella con los dedos.
- Adiós – dijo Eren blanqueando los ojos y cerrando la puerta, una vez mas confirmaba que había consentido demasiado a su hermanita. Bajó las escaleras y para el lado izquierdo de ellas se encontraba su oficina, abrió las cortinas haciendo ingresar la luz natural de la tarde y la brisa fresca. Se sentó frente a su escritorio y empezó a revisar los documentos que tenía en frente, en eso la puerta sonó.
- ¿Muy ocupado? –preguntó Nill sentándose frente a él.
- Más bien, muy preocupado –contestó.
- Vine a comentarte como se ha dispuesto la seguridad por las semanas que estarás fuera. Solo viajaremos con la guardia imperial de segundo rango, los del primer rango se quedarán junto al consejo resguardando la ciudad. Elegí a 15 caballeros para que sean la guardia principal de ustedes dos. –Eren lo escuchaba sin gesticular - ¿Eren? –preguntó ¿Me estás escuchando?
- Lo siento – sacudió su cabeza –Es todo esto.
- Pero tu ya te los veías venir ¿No es así? –comentó Nill.
- Claro que sí. Mi padre me tuvo informado de todo esto. Las disputas con Lyonesse existen desde la época de mis bisabuelos - explicó –pero la decisión de mi padre de entregar a mi hermana para sellar la paz, no es algo en lo que estuve de acuerdo, en varias ocasiones hablé con el consejo y ellos argumentaban que debía respetar la palabra de mi padre, que si no lo hacía ponía en entredicho su honor.
- ¿Acaso para ti habría sido mejor solución que viniera el príncipe de Lyonesse a gobernar aquí?
- Primero muerto que acatando las órdenes de uno de ellos – respondió haciendo un puño con su mano.
- Solo debes hablar bien con tu hermana, explícale bien lo que sucede. Hazle entender que no se trata de una de las novelas de amor de Sagk Bautista. – aconsejó el alfa.
- Ella aún es ingenua – replicó Eren
- Quizás no lo es tanto.- y al decir esto recordó las veces que había aplacado el celo de la omega, los apasionados besos de ella y las cosas sucias que él le había enseñado a hacer. Sin querer soltó sus feromonas que Eren claramente notó.
- ¿A qué te refieres? – Preguntó el emperador, y su mirada se tornó firme y severa, alzó una ceja.
- ¿A qué va ser? – dijo Nill resuelto – es tu hermana, al igual que tu ha recibido una gran educación, ella no va ser fácil para ningún alfa.
- Viajarás conmigo –indicó
- Eh... no – titubeó Nill – la próxima semana yo...
- No es consulta, es orden.
- Eren yo...
- No es un buen momento para que me repliques sobre todo cuando crees que tu emperador es un imbécil – lo dijo con voz suave, esa que usaba cuando estaba furioso, Nill la conocía.
- Su majestad – atinó a decir Nill.
- Se de su naturaleza y de sus necesidades y conozco demasiado bien a los dos – continuó en ese mismo tono de voz.
- Pero Eren
- No he terminado – continuo firme – al menos se hubieran amado, para que el amor y no el deseo, sea el justificante de sus actos.
- Su majestad- intentó replicar nuevamente
- ¡Por un demonio guarda silencio! – dijo exasperado- prepara tu uniforme de gala, por que serás el encargado de escoltarla y me acompañarás a entregarla. ¿quedó claro?
- Si majestad
- Esta charla terminó puedes retirarte. – bajó la mirada buscando entre sus papeles y sintió que Nill ponía de pie pero no escuchó sus pisadas, levantó la mirada y lo vio frente suyo.
- Usted bien sabe porque no pude amar a Antía – dijo Nil, mirando fijamente a los ojos a Eren.
- No quiero escucharte – respondió de inmediato.
- Usted bien sabe lo que sucede, porque yo también lo conozco muy bien – sostuvo Nill
- Yo no sé nada
- ¿Necesita que se lo diga? –preguntó el alfa. Eren guardó silencio y le sostuvo la mirada – No me culpe por las acciones que usted me empujó a cometer.
Eren cerró los ojos y tragó grueso tratando de quitar de su mente aquellos recuerdos que aún le invadían a veces.
- Por favor vete – alcanzó a decir con la voz rota, Nill le hizo caso y salió de la oficina tirando un portazo preso de la ira y la frustración. Hacía tanto tiempo de aquello que casi no estaba seguro de si había sido real o un sueño.
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El ambiente de Lyonesse por esos días era extraño, tenía la combinación lúgubre de la partida de un ser amado y la alegría de la llegada de uno nuevo. William, cuando pensaba en la muerte de su padre sentía un profundo pesar, la corte en ese país tenía mucho poder y tenía normas estrictas y para ser justos su padre no lo había preparado para asumir el poder, y William conocía la razón: esperaba el retorno de su primogénito Andrew quien ya tenía casi 15 años de haber desaparecido, aunque no era un desaparición, él había decidido dejar todo, harto de protocolos y normas, harto de la presión de su padre las exigencias de la corte había tenido el coraje que no tuvo él.
Mientras agonizaba el rey Friedrich lo tomó de las manos mientras a en la habitación los miembros más distinguidos de la corte miraban atentos la escena. "No dejes de buscar a tu hermano" le dijo el rey a su hijo menor "Cumple con el pacto con Angkor, trae la paz a Lyonesse". Terminando de decir eso suspiró y dejó de existir.
En los pasillos del castillo Loyra se escuchaban voces algunos llenos de lamentos "El rey ha muerto" y otros celebrando y vivando "¡Qué viva el rey!", en las puertas de la habitación se esperaba la salida del joven heredero para felicitarlo, el pueblo esperaba su presencia, el solo había abrazado a su madre en señal de dolor y como todo un alfa había ocultado en lo más profundo de sí mismo, sus lágrimas. Tocó uno de los cuadros y el corredor secreto que había en los aposentos del monarca ingresó por ahí y se dirigió directo a la sala del consejo.
- Su alteza – saludó uno de los miembros – Sentimos en demasía su perdida.
- Buenas noches –contestó William.
- Su alteza, hemos dispuesto los funerales del monarca para dentro de tres días. – informó otro m*****o de la corte mientras William se ubicaba en su puesto en la mesa del consejo, no se sentó en el lugar de su padre no era el momento.
- Perfecto – indicó.
- Señor, un aspecto que debemos atender es el pacto con Angkor, el matrimonio con la princesa Antía se debe llevar a cabo, es importante contener al emperador Eren. –indicó el primer ministro.
- Me importa muy poco el emperador Eren, quiero honrar la memoria de mi padre –manifestó el alfa – redacta una misiva solicitando se cumpla el acuerdo y si no acepta por las buenas ya se imaginan lo que sucederá – dijo y todos se sorprendieron.
- Señor, usted está alterado por su reciente pérdida – le dijo su consejero, un alfa anciano de 70 años – esperemos a ver la evolución de las cosas para tomar una decisión certera.
- Me voy a descansar – se puso de pie de nuevo – Manda ese emisario – recalcó dirigiéndose al primer ministro.
Volvió a salir de la instancia por uno de los corredores ocultos rumbo a su propia habitación intentando de buscar calma, al llegar, sintió su aroma, ese delicioso olor a frutilla que calmaba sus celos y sus noches largas, estaba en la penumbra, posiblemente con algún traje de seda semitransparente, le gustaba jugar con los sentidos de su alfa, no decía una palabra, pero había logrado soltar todas sus feromonas para que él se sienta embriagado por su presencia.
- Alsir, esta noche no es la mejor –dijo él llamándolo por su nombre y el omega sintió como su cuerpo se estremecía al oírlo, a veces ya estaba preparado con solo escucharlo y hasta lubricando.
- Mi señor – dijo con voz seductora – yo estaré para usted siempre. –Sintió que el alfa había empezado a dar pasos hacia él y su olor se esparció aún mas; el olor a mirra de William se hizo mas denso.
- Ven aquí – dijo mientras estrechaba el frágil cuerpo del omega entre sus brazos y este lo besaba anhelante, demandando mas de la boca de su príncipe ahor su rey, quien había empezado a deslizar sus manos por entre la seda del pijama y había llegado a los pezones del menor.
- Me gusta ser suyo mi señor – dijo en medio de un jadeo, al sentir una de las manos de William rozando su entrada, comprobando si estaba lubricado, si estaba listo para ser suyo. El menor se liberó del beso para luego bajar besando el pecho de su señor, para luego deslizarse por su vientre en un hilo fino y sucesivo de besos, William miro al techo y soltó un sonido gutural que denotaba el placer que estaba sintiendo. Alsir lo conocía bien, sabía que parte del cuerpo de William tocar y en que momento, engulló su m*****o de una estocada profunda que hizo al alfa delirar tomándole los cabellos y marcar el ritmo del bombeo, el omega intentaba ganar aire en cada bocanada que lograba conseguir, el alfa estaba siendo demasiado egoísta para pensar si quiera en el placer del otro en ese instante.
Alsir se despojó de toda prenda y besó nuevamente al rey que en un movimiento lo levanto en sus brazos, separó sus piernas y se introdujo en él con violencia, el omega soltó un sonoro gemido, el alfa no detuvo su ritmo y continuo entrando y saliendo de él con la misma fuerza del inicio, el omega sintió perder el control de sus piernas cuando estas empezaron a temblar con fuerza ante la presencia del orgasmo, William besó su oído cuando llegó el suyo y se tumbaron ambos a la cama a esperar que el nudo se suelte.
- Gracias mi señor – dijo Alsir aún preso de las sensaciones del orgasmo. –Soy dichoso de recibir tu semilla, de pertenecerle.
- Alsir, en estos momentos la noticia de mi boda debe estar en cada una de las bocas de este reino.
- Si mi señor –dijo con humildad –pero yo entiendo y conozco mi lugar.
- Tu lugar sigue aquí, yo no me caso por amor es un triste papel y contrato que ni siquiera fue firmado por mí.
- Pero señor la voluntad de su padre... -respondió el omega
- La voluntad de mi padre se cumplirá, pero a mi manera – respondió.