El "por las dudas"

2343 Palabras
— ¿y? ¿cómo te fue? —pregunta mi mejor amiga en el momento en que entro al comedor. Todas están desayunando, y yo solo me siento al lado de Amy intentando que ella no note lo que realmente estoy sintiendo. Es una combinación extraña que no había conocido hasta ahora. Me siento como idiota, sin saber qué nombre ponerle a esta emoción. Es en momentos como este en que desearía tener un poco más de vocabulario. ¿Será necesario para esta “misión” que desconozco mantenerme inculta? ¿debería comenzar a leer algunos libros? ¿Cuándo vendrán por mí? ¿De qué se tratará el entrenamiento del que hablaban? ¿Van a enseñarme a disparar un arma? ¿Me enseñarán a luchar? ¿A hackear computadoras? ¿De qué se trata esto? ¿Cometí un error al aceptar sin saber nada? La realidad es que fue un trato solo de palabra, todavía estoy a tiempo para arrepentirme. ¿cierto? Por otro lado: Estoy ansiosa por salir de este lugar, feliz porque conseguí un lugar para que ella viva tranquila; nerviosa porque sé que es peligroso y emocionada a la vez. Porque ¿qué se puede esperar de alguien como yo? No soy nadie, ni tengo nada. Nunca lo he tenido. Pero tal vez, de esta forma, logre convertirme en alguien. Aunque sea por un corto tiempo. “La señora de la casa” sonó exquisito para mí. No digo que terminaré siendo millonaria, pero puedo ahorrar para mi vida luego de esto y, por un tiempo puedo soñar con que soy alguien realmente importante. Es un trabajo en el que o salgo victoriosa o muero. Y cualquiera de las dos opciones es buena para mí. Siempre creí que mi vida no tenía sentido. Tal vez, finalmente encontré mi propósito. Incluso si muero, saber que solo aceptando ayudé a Amy a vivir un poco mejor y más fácil me dejará morir tranquila. — Tess… tu cara está asustándome— murmura mientras le da un pequeño apretón a mi mano. Los sonidos a mi alrededor se disipan y observo en todas las direcciones. Igual que siempre, nadie nos está prestando atención. Uno creería que estar encerrada con puras chicas lo convertiría en un cotilleo sin final, pero no es así. O por lo menos, son buenas para disimular. — Tengo una buena noticia y una mala noticia…—. Tengo que decírselo de una vez. Observo su rostro y sus rizos testarudos y sé que voy a extrañarla. No sé cuánto tiempo voy a irme, son dos años asegurados, tal vez termine regresando en cinco años, en diez años o tal vez no regrese nunca. Pero es por el bien de ambas, y principalmente: por mí. Necesito demostrarme a mí misma que soy capaz de algo más que vivir en las calles mendigando, robando y lo peor de todo es que sé que saliendo de aquí, terminaré tomando demasiadas malas decisiones. Me conozco lo suficiente. Puedo ser testaruda, cabeza dura e impulsiva. Tengo que cambiar mi carácter si debo convertirme en un adulto. — La mala primero…—. Quiero decirle que la mala noticia es que debo irme por mucho tiempo. Que al final, acortarán mi condena porque han encontrado “tutores” que se harán responsables por mí y mi conducta futura. Pero ¿realmente es una buena noticia? Es cierto, voy a salir. Pero debo marcharme indefinidamente. — Bueno, me sacarán de este lugar…— titubeo un poco midiendo su reacción y su rostro se ilumina al escuchar mis palabras. — ¿Qué? ¿Por qué mala? ESO ES BUENO TESS. ¡ES GRANDIOSO! — No es tan grandioso como parece… — Espera… ¿por qué es esa la mala noticia? —pregunta desconfiando de mí. —Si esa es la mala, ¿Cuál es la buena? — Conseguí un lugar para nosotras luego de que salgas de aquí. — No entiendo… — Mis parientes aparecieron…— miento descabelladamente y ni un pelo se mueve en mi cuerpo mientras lo hago. ¿Qué puedo decir? Se me da perfecto mentir. Tal vez por eso me eligieron. —Ellos viven en Suiza. Saldré de aquí, me iré con ellos a Suiza y arreglarán un lugar para que vivas mientras regreso. — ¿Suiza? —repite en un tono bajo. —Eso es bueno Tess, estoy feliz por ti…—. Pero veo en su rostro que no está muy entusiasmada. — Sé que es repentino, pero prometo regresar. Voy a irme, a estudiar y prometieron que te darán un lugar para vivir mientras tanto. Cuando regrese todo será mil veces mejor que ahora… — ¿Cuándo regresarás? — No lo sé Amy. Lo siento. — No, no lo sientas. Esto es lo mejor para ti. No tendrías que haberlos incomodado por mí, solo vete y da lo mejor de ti. Estaré apoyándote a la distancia… — Amy… — Terminé mi desayuno— espeta cortando lo que iba a decir. Observa a ambos lados antes de apartar su vista de la mía y se pone de pie arrastrando la silla que cae estrepitosamente al suelo. Las demás internas voltean a vernos, y ella se apresura a levantarla y acomodarla en su posición original. El sonido de las voces de las niñas se escucha una vez más a medida que siguen con sus actividades, Amy solo se sonroja y sonríe brillantemente. — Iré al baño y luego podemos ir a la biblioteca. Si vas a mudarte y a estudiar tenemos que prepararte, ¿de acuerdo? —. Recoge su bandeja apurada y vuela a través de la cafetería sorteando niñas que la miran con cara de idiotas. Sabía que reaccionaría así. Me hace feliz saber que soy tan importante para ella como ella lo es para mí. Solo espero estar tomando la decisión correcta. *** He pasado dos días en la biblioteca con Amy que me ha enseñado reglas básicas: “deja de decir tantos insultos” fue la primera lección. Luego ha intentado enseñarme algunas cosas, pero solo nos distrajimos y terminamos jugando. Ahora, es nuestra última noche juntas. Mañana vendrán por mí y debo estar preparada para despedirme. — Hora de dormir, luces apagadas…—anuncia la oficial y cierra la puerta. Minutos después, Amy se escabulle a mi cama, pasa su brazo por debajo de mi cuello y me abraza contra su cuerpo. Las ganas de romper en llanto me abruman, pero no puedo dejar que me vea llorar. La conozco lo suficiente como para saber que la haría sentir como la mierda. Y no quiero que nuestra despedida sea así. — Intenta escribirme, llamarme, comunícate conmigo de alguna forma, ¿de acuerdo? — No sé si podré hacerlo… — Te vas del país, no del planeta. Hasta los astronautas tienen forma de comunicarse con la tierra Tess, no inventes excusas. — Dijeron que es un pueblo muy pequeño en donde casi no hay señal. Pero intentaré viajar y vendré a visitarte, ¿de acuerdo? — Más te vale… —musita apretándome aún más fuerte. —voy a extrañarte Tess, siempre serás mi hermana. No lo olvides. Y regresa por mí, ¿de acuerdo? Las lágrimas se amontonan en mis ojos y aunque intento con todas mis fuerzas detenerme no lo logro. Las pequeñas gotas de agua salada comienzan a rodar por mis mejillas humedeciendo su camiseta y solo me presiono más contra su pecho. No sé si alguna vez volveré a verla, no puedo prometerle que regresaré por ella, pero hay algo que sí puedo prometer: — Daré lo mejor de mí, puedes estar segura…—. Su mano palmea mi hombro como si fuera un bebé y recuerdo que, aunque sea un poco distraída y algunas veces muy metiche y no sabe defenderse sola, sigue actuando como si fuera mayor que yo. El sueño pesa en mis ojos, pero no quiero dormirme. Quiero estar a su lado la mayor cantidad de tiempo posible, pero finalmente me rindo. — Elizabeth…—susurra una voz a mi lado. Me remuevo un poco desperezándome y finalmente abro los ojos. — ¿Llegamos? —volteo a ver al señor Stevens que detiene el coche en una luz roja de la avenida principal y solo observo a mi alrededor. Los enormes edificios y la gente caminando en todas direcciones. — ¿Estabas teniendo un buen sueño? —pregunta sonriéndome cariñosamente. — Soñé con mi último día con Amy… — Oh…—musita como si hubiera tocado un tema prohibido. — Sí, bueno. Cada vez falta menos para verla. O por lo menos eso espero… Hace ya tres años salí de la correccional. Hablo con Amy por teléfono una vez al mes y hago una videollamada cada tanto, pero no es lo mismo. Tiene un departamento de una habitación con cocina/comedor y baño incluido en Dallas. Intentaron mantenerla alejada de Nueva York, que es donde pasaré el resto de mi misión. Por seguridad y para no tentarme a escapar y abandonar todo, supongo. Estos últimos años, me han entrenado lo suficiente como para defenderme y finalmente me han dicho cuál es mi misión. Encuentra el paradero del oficial Mc Adams. Masculino, treinta y cinco años. Tez morena, ojos oscuros y un cuerpo bastante esculpido (lo he visto en fotos y hasta ganas de encontrármelo me dieron). Se unió a la familia Parissi cuando era solo un novato y está desaparecido desde hace dos años. Me pareció extraño que llevara dos años desaparecido, cuando llevan tres años entrenándome. Pero cuando pregunté, al parecer, fui el plan B. El plan de respaldo. El “por las dudas” Mc Adams sospechaba que lo habían descubierto y lo comunicó a la central. Logró mantenerse oculto y en contacto por un año, pero desapareció no mucho tiempo después. Sin dejar rastro. Yo digo que ya está enterrado en cemento seco o en el fondo del océano, pero ellos no pierden la esperanza de encontrarlo. Ya sea a él o el archivo que logró ocultar Dios sabe dónde. Y allí radica la razón de mi existencia. “Encuentra a Mc Adams, encuentra el archivo. Solo encuentra algo”. Un poco ambiguo, si me lo permiten. En fin. Me entrenaron para usar un arma, pelea cuerpo a cuerpo. Cómo está compuesta la mafia que controla el caudal de drogas en la zona acaudalada de Nueva York, algo de economía, política, he aprendido los nombres de gente importante y no tan importante. Oficiales de policía, y cómo acercarme a la familia Parissi y salir viva luego. — Elizabeth, ese es el chico…—indica Stevens. Este hombre ha estado conmigo desde que fue con su “esposa” a buscarme a “El nuevo camino”. Ha sido mi entrenador, y será el padre adoptivo abusivo del que me he escapado hace tres años. — ¿Dónde está? —pregunto curiosa observando la calle hasta que lo veo al otro lado de la acera. Solo lo he visto en fotografías. Massimo Parissi. Es nieto adoptivo, del medio hermano del “Don”. En pocas palabras: es un don nadie que tiene acceso a la casa principal. Ha empezado desde abajo, y ahora con veintisiete años es quien maneja el negocio de las flores. La llamada “fachada” legal. Una floristería que a nadie le importa. Romántico… — Ese es el chico Elizabeth…—repite cuando nota que no estoy prestando atención. —Massimo Parissi. Veintisiete años. graduado de la universidad de Nueva York. Ahora dueño de la floristería “Paris”. Le gustan mucho las mujeres Y los hombres también. No le hace asco a nada mientras haya un hoyo… — Oye, no hables así. — Lo intentaré…—murmura con los dientes apretados. El chico camina por el paso peatonal con un ramo de flores en las manos. Lo vemos desde la mano izquierda hasta que pasa por delante de nuestro coche, tropieza con la acera y las flores salen volando por los aires. — Se ve un poco torpe…—susurro mientras lo veo sonreír amablemente a la mujer que le ayuda a recoger el lío que ha hecho. — Que su rostro no te engañe Tess… — Ya lo sé, no me dejaré engañar. Lo veré como si fuera un chihuahua. Se ven lindos, pequeños e indefensos, pero son más rabiosos que un pitbull. — Debes esforzarte. Debe darte la bienvenida. No es alguien relevante, pero tiene contacto directo con la casa principal. Ha estado alrededor desde pequeño. — Estás repitiendo todo lo que ya me has enseñado Stevens. ¿Por qué no me dices algo que no sepa? Como, por ejemplo: ¿Dónde será el primer contacto? —. Mis ojos se fijan en el chico de las flores y mi corazón comienza a acelerarse. Mis manos sudan y estoy realmente emocionada. Tres años he trabajado por este día. En otra vida, tal vez si hubiese tenido una familia que se preocupara por mí, este podría haber sido mi trabajo real. — Mañana a las tres, en el callejón del Red Light. — Red light… ¿por qué suena a bar gay? — Porque lo es… — Oh…—. Massimo camina por la acera, pasa por el lado del coche y mira al interior. Juraría que nuestros ojos se cruzan por un instante, pero las ventanas tintadas me dejan tranquila de que no me ha visto. Agacha la cabeza sonriente mientras sujeta las flores contra su cuerpo y nunca pensé que un mafioso tendría una floristería. — Recuérdalo Tess. Huérfana de veintiún años. Bisexual que se vende desde los quince buscando pasar un buen rato y un negocio que deje mayor ganancia. — Ya sé cuál es mi papel Stevens…—. La luz cambia a verde y el coche avanza por la avenida principal. Los edificios pasan a mi lado, observo por la ventanilla y solo puedo ver el reflejo de esos ojos café que juraría me estaban viendo. —me parece que voy a disfrutar de este trabajo…
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