(14) Me habían cubierto los ojos con una banda color negra, mientras que me habían atado las manos y boca con un adhesivo bastante adherente. Estaba más que asustada, tenía miedo de perder la vida mientras que escuchaba el motor de la camioneta, que por mi último recuerdo, recordaba que era una camioneta negra muy vieja. De pronto el auto se detuvo, para después sentir como esos hombres me cargaban con hostilidad, hasta que sentí como me aventaban hacía un colchón. Yo no podía decir nada más, que murmurar cosas que no tenían sentido y llorar. –¡Guarda silencio, mina de oro! –Me gritó uno de los hombres, que en ese momento no era visible para mí. –¿Con que esta belleza es la hija de ese cerdo? –Escucho que ese mismo hombre sigue hablando, para después sentir como sus dedos se posaron

