GOLBASI, TURQUIA.
Era muy buena fingiendo, pero no pudo con lo que leyó, con lo que su mente concluyó y sobre todo con lo macabro. Esa chica había sido obligada a perder un bebé que amaba en su propio ático, debajo de sus pies. Ruzgar, aunque mostraba una sonrisa sínica a veces y era muy relajado cuando estaba en círculos de confianza, no era la persona que calmada que aparentaba ser. Eso lo hacía doblemente peor, porque uno no se imaginaba, que su actitud libertina podía tener un trasfondo diferente y letal.
Su mirada gris la traspasó como dagas y ella intentó fingir.
—¿Por qué me miras así?
—¿Piensas que soy estúpido? —cuestionó enardecido. —Soy consciente de que tu curiosidad podría ser natural Aksoy, pero hay cosas que deben mantenerse desconocidas por la seguridad del pellejo de
