CAPITULO 1-3

1037 Palabras
—No, es la mía—replicó dando a entender que fue él quien le quitó tiempo, aunque la mujer estaba segura de que, aunque fueran diez años, nunca sería suficiente para lograr algo. No podía dar a luz a un bebé con la sangre de un hombre que odiaba y no estaba en discusión. Cuando Kerem Gurkan decidió comprometerla con Ruzgar, quien además de ser su segundo al mando, también era su mejor amigo, le dio un plazo de dos años para ser una esposa modelo y darle un hijo. En ese momento estaba aterrada con la muerte y asintió ante la temida mirada del Mudur de la Turk. Ahora, seis meses después, ese miedo ya no existía y solo había un corazón lleno de veneno y deseos vengativos. Arabelle Gurkan, la esposa de Kerem y Kralice de la Turk, también era un problema. Guardaba un profundo cariño a Elif y deseaba que Ruzgar pudiera darle una buena vida. A sus ojos, era la única persona con sangre Aksoy que merecía un poco de compasión, que fue una inocente completamente en los pecados que cometió su familia y una víctima más de las decisiones de su padre. Ella fue el motivo de que Elif estuviera viva y de que Ruzgar hubiera sido paciente, aunque desentendido era una mejor palabra para describir su ausencia. Aprovechó que era la debilidad de su marido y que este no le negaría nada, para salvarle la vida, aunque la chica no sintiera ni la mitad de agradecimiento por ello. Ruzgar Arslan podía irse al diablo, junto con su tiempo. —¿Las putas que te follas afuera no te son suficientes? ¿Ahora quieres que abra las piernas y que te deje tener sexo conmigo para quedar embarazada como si fuera una yegua de cría? ¿No es suficiente con ser tu florero y trofeo personal? Las preguntas de la mujer le irritaron. Al menos cuando temblaba y la expectación abundaba en sus ojos, era mucho menos irritante que ahora siendo hostil. Elif Aksoy dejó de ser el cervatillo asustado de los primeros meses y se convirtió en una fiera con los colmillos bien afilados y sedientos por la venganza. No importaba, seguía siendo una mujer que no tenía nada y él no toleraría insolencias. Tenía suficiente con que no hubiera acudido cuando la llamó. —Un florero decora una casa—masculló mordaz apretando su copa de licor—, tu te mantienes encerrada en tu habitación sin que nadie pueda verte. Segundo, si pudiera elegir, tu serías la ultima mujer en el mundo con la que engendraría un hijo. Eres un ser débil que no ha dejado de llorar en seis meses y que me tiene harto. Eres una niña que piensa que pareciendo miserable todo el tiempo despertará la compasión de su alrededor o convertirá las cenizas de sus padres en carnes con lamentaciones. Vives sufriendo por tus malditos muertos y yo estoy cansado de que me arrastres entre tu maldito fango, Aksoy. La barbilla de la mujer tembló. Estaba encolerizada observando el despreció en los ojos de Ruzgar. ¡No era el único que odiaba la situación! —Si tanto te molestan mis muertos, vete. El hombre bufó justo antes de comenzar a reír. —¿Vete? —repitió burlón acercándose lentamente—. Olvidas que esta es mi casa y que todo lo que hay en ella me pertenece. No miento cuando digo que estoy cansado y tu presencia aquí me causa malestar. No necesito una esposa de adorno, quiero una mujer funcional. Elif tragó saliva. Ya entendía las funciones que buscaba. —Dispárame de una vez entonces. Al momento que mencionó aquella oración, Ruzgar sacó su arma y le apuntó directo a la frente, afirmando el gatillo para segundos después cargarla contra su piel. Los vellos de su nuca se erizaron, pero no bajó la mirada que sostuvo firmemente a los ojos retadores e intimidantes de su marido. —Tres—articuló con el dedo más firme que nunca en el gatillo y alterando los nervios de Elif—, dos, uno… ¡Bang! Apretó el gatillo provocando que la mujer diera un respingo, pero no hubo un disparo, si no solo el sonido del cargador vacío. Acababa de jugarle una mala broma. Con la piel aun pálida, observó la sonrisa divertida en los labios de Ruzgar. Guardó el arma detrás de su pantalón y después le lanzó a los pies una invitación sin tapujos, ni cordialidades. —Vas a ir conmigo a Capadocia. Te pondrás un lindo vestido y sonreirás a todo el mundo. ¿Dices que eres un florero? Entonces hazles honor a tus pensamientos y conviértete en uno. Entiendo perfectamente que quieres irte al infierno con el traidor de tu hermano y con la escoria de tu padre y no me molesta que sea así, pero aun tienes que estar viva seis meses más. No quiero más preguntas del Meclis ni más presiones de la Kralice, así que pondrás de tu parte y dejarás de llorar a tus malditos muertos. Yo no pedí esta boda, pero pensé que serías agradecida de que gracias a que acepté este acuerdo estas viva. Ahora me doy cuenta de que estaba equivocado. Eres igual de obstinada que tu familia y claramente no me agradecerás que por mí, respiras. Cada oración encendió aun más la sangre de Elif quien ya temblaba de rabia y de deseos de abofetearlo. Odiaba cuando lo tenía de frente y odiaba aun más que pusiera en sus labios a su familia con tanto desdén como solo él lo sabía. Si se daban asco mutuamente, no era sorpresa. Ruzgar decidió marcharse con una sonrisa socarrona en sus labios, no sin antes, inclinarse cerca del oído de su joven esposa para susurrar: —Atrévete a negarte y te juro que tu muerte no será menos dolorosa que la de tus padres. Linda noche, preciosa. Elif apretó los puños y allí lo entendió. Podía esperar la muerte pacientemente, pero si le quedaban seis meses de vida porque no pensaba ceder, los usaría para convertir la vida de Ruzgar Arslan en un maldito infierno y su rabia era el mayor incentivo para ello. —Maldito desgraciado.
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