ANKARA, TURQUÍA. Quiso vomitar. Fue inevitable no sentir que lo poco que había comido se regresaba fuera de su cuerpo después de no haber sido procesado correctamente. Regresó con lentitud hasta su habitación sintiéndose pálida y fría. Quería dejarse caer al suelo y llorar. Tenía una mezcla de desgaste físico como también emocional, pero, aunque estaba siendo demandante, sabía que demostrar debilidad en ese momento la mataría. Su llanto no se daba por el dolor, si no por la impotencia. Ahora entendía muchas cosas. Jamás iban a encontrar a uno de los traidores y así, como Yildaz estaba escondido entre ellos de manera tan perfecta, los demás también debían estar escondidos de la misma forma tan icónica. Esos malditos recibían y lanzaban balas por la Turk, así que era imposible que alguien

