—Arabelle dijo que estabas enferma. Puedo decirle a… —Algo me hizo mal en el desayuno. Estoy bien. —Bien, no es como que me importe. Tengo cosas más importantes. —¿Entonces porque gastas tiempo en estupideces? —espetó ella volteando caso con agresividad en su dirección y sentándose sobre la cama mientras jalaba algunas sabanas de su regazo—. No te pedí que vinieras. Pero si quieres jugar al marido dedicado delante de todos, lo mínimo que debes hacer es ahorrarte los cometarios, Arslan. Le miró con desdén. No tenía humor para tonterías. —Tienes razón, pero si quieres conservar tus seis meses… —¿Yo? —increpó—. Yo no pedí seis meses, lo aceptaste tu. Salió de la cama porque sintió que se asfixiaba un poco. —No es momento ni lugar para hablar de divorcio. —Ya lo hablaste con Ke

