Tenía catorce años, estoy en la cocina sirviendo un poco de ese líquido carmesí en las copas... He descubierto que puedo seguir el aroma de la sangre y, por eso, he cazado a un pequeño jaguar que rondaba por estos lados. La caza me resulta ahora más natural, casi instintiva, como si el aire me hablara y me guiara hacia su presencia. No es difícil, pero sí es fascinante. Le daré la sangre a mis hermanos, Arturo y Laura. Veré si con sangre de ese aroma fuerte puedo hacer que no consuman este líquido todo el tiempo. Quizás, de alguna forma, logre que puedan degustar de otro tipo de alimento. Se supone que, como todos, deben alimentarse de cosas más... humanas. He aprendido a cocinar tantas exquisiteces que es una lástima que solo tengan que beber esto. La comida, la verdadera comida, es algo

