Anna, su más grande prueba de resistencia

2099 Palabras
Disfrutando de que su plan escasamente preparado estaba dando resultados insospechados, Anna se excedió en la ingesta de champagne. Su padre lo notó también Israel y eso fue lo que hizo que este último hiciera la propuesta que Aparentemente fue el dolor de cabeza tanto del padre de Anna como de quien ahora es su cuñado y amante fugaz. —Creo que es mejor que la lleve a casa, no va a aguantar una copa más —dijo Israel incorporándose de la mesa. El padre de Anna, negado a que su hija diera más espectáculo que él consideraba que estaba dando al salir de allí de mano de un hombre que ni siquiera él conocía ni Ninguno de los invitados se opuso de inmediato. —No lo creo prudente, mi hija va a salir de aquí pero con nosotros señor —le dijo el sexagenario en un estado de evidente enfado. Anna que era consciente de que se había excedido en la ingesta de alcohol, no estaba tan obnubilada en su razón. Sabía perfectamente la razón del tono de la voz de su padre y la justificación que dio Israel ambas eran valederas pero ninguno de los dos estaba tomando en cuenta lo que ella quería hacer en ese momento. —Voy a aceptar la propuesta de Israel —dijo con voz firme poniéndose de pie cuidando no trastabillar al momento de quedar de pie. —¡Cómo se te ocurre! Mira el estado en el que está —reclamó su padre bajando un poco el tono de voz—. ¿Qué va a decir la gente? ¿No te cansas de darnos más vergüenza? ¡Ya basta! ¡Ya Anna! ¡Para ya con este afán de querer poner el apellido de nosotros por el piso!. Como si algo hubiera subido desde su estómago hasta su cerebro, Anna al escuchar las palabras de su padre, motivado a todo el resentimiento que guardaba en su interior, en seguida fijó la mirada en él y el sarcasmo se apoderó de su ser. —Y yo que pensaba que no había hecho absolutamente nada en la vida para llamar su atención —adujo cruzando los brazos sobre su pecho mientras que colocaba la mano derecha sobre su mentón a modo de darle más dramatismo a su comentario y dar a entender lo sorprendida que estaba con el comentario de su padre. Era evidente que lo estaba dejando en ridículo frente a las personas que compartían la mesa con ellos, pero ante el estado de ebriedad que tenía y todo el dolor que se apoderó de ella, poco le importaba el resultado que quedara después de esta escena. —¡Hazme el favor y vuelve a tomar asiento! —le ordenó su padre como si se estuviera dirigiendo a una niña de diez años. —No voy a hacer tal cosa —respondió en un tono de voz firme—, pues no estoy haciendo nada malo y no sé por qué te enojas si no estoy haciendo nada —giró levemente el cuerpo para quedar de frente a Loreta y Graham quienes la observaban curiosos por saber lo que sucedía en la mesa familiar—. Según tu hija perfecta, ¿La recuerdas? Esa que está allí, la que tienes al frente, la que se vanagloria con el vestido blanco que lleva puesto y el excelente hombre que escogió de esposo , bueno ella dice que soy insignificante y ustedes nunca la han desmentido —hizo una pausa en un gesto interrogante al levantar su ceja derecha—, si soy tan insignificante ¿Por qué es que dices que siempre los he dejado en ridículo? Que recuerde no he hecho nada, absolutamente en esta vida para avergonzarlos y mucho menos para hacerlos sentir orgullosos de mí; entonces, si es así es como si yo no existiera en sus vidas. Sí me voy ahorita. No voy a hacer mucha diferencia si me voy o me quedo, lo insignificante es invisible a los sentidos. Bueno eso creo yo ¿Verdad Israel? ¡Ay! disculpa ¿Verdad amor? En su respuesta, que resultó odiosa para todos los que ocupaba en la mesa a su alrededor e insultante para su padre que se vio puesto en verdadero ridículo frente a los presentes, ella simplemente se digno a desplegar una tierna sonrisa en su rostro, tomó a Israel del brazo y lo haló levemente para darle a entender que el show ya había terminado, y para terminar antes de girar por completo su cuerpo para darle la espalda a todos, de manera descarada miró a Graham, le dirigió una mirada bastante cargada, de esas que le hacen recordar a cualquiera que hubiera tenido una parte importante en su vida, los recuerdos de las horas atrás en el cuarto de servicio. —¿Qué le pasa a la descarada esa? —preguntó Loreta al percibir la mirada de Anna. La rechazó enseguida y sintió un odio profundo—. ¡Cómo se atreve ella a mirarte de esa manera! ¿También le llamaste la atención por su comportamiento? —adujo Loreta suponiendo que la razón de ser de esa forma de mirarlo no tenía una justificación distinta. Con mucho odio por dentro Graham al no poder pararse de allí y detener a Anna en su intención de irse con ese hombre desconocido, se limitó a asentir en un movimiento de cabeza, se tomó el resto del champán que había en la copa y luego fue que habló. —Sí, fue eso, le llamé la atención por haber traído a ese hombre que ninguno de nosotros conoce. Una vez le contestó a Loreta, se incorporó de la silla y se encaminó hacia el lado contrario por el que salió Ana. Necesitaba respirar aire fresco y contener el deseo de salir corriendo detrás de ella y detenerla. Para él no era admisible tener que compartir lo que consideraba suyo con otro más. Imaginaba que Anna era inocente, tan pura como la encontró, sin embargo, al parecer él resultó engañado, por lo menos en sus intenciones, pues si bien encontró pureza en su cuerpo, en su corazón y en su mente se escondía una mujer con cierta malicia. En cambio Anna totalmente aturdida por el exceso de licor en su cuerpo, se asió del brazo de Israel. En su bruma mental sabía que todo había salido mejor de lo que había planificado. Si bien quería estropear un poco la boda de su hermana, jamás imaginó lograr tanto en tan poco tiempo. —¿Hacia dónde te llevo? —le preguntó Israel cuando estaban en el interior del automóvil de este. —A mi casa no voy a volver, es evidente que después de esto mi familia me sacrificaría viva si con eso pueden cobrarse la afrenta —soltó una risita de niña traviesa y eso le encantó al hombre rubio. Por breves segundos, él no supo qué repsonderle, y al final se atrevió. —Si estuvieras en tus cinco sentidos te llevaría a un hotel para que pases la noche allí y mañana nos encargamos de buscar algo permanente, pero sería algo irresponsable de mi parte —comenzó a decir este. —Entonces ¿No tengo más opción que ir a la cueva del lobo feroz? —inquirió Anna totalmente aturdida e incapaz de razonar con regularidad. El alcohol y ella apenas estaban conociendose, así como la femme faltla que ella pretende actuar para demostrar que es más que una mujer débil, como la ve su famiila y el resto del mundo que la conoce. —No, no sería capaz de dejarte sola en este momento y menos después de ver cómo es realmente tu padre, es un ser irracional, definitivamente que tienes que salir de allí de inmediato. Necesitada del aire, Anna pulsó el botón para bajar el vidrio, pero no obtuvo respuesta alguna por lo que al sentir mareos y un vuelco al estómago, abrió de golpe la puerta y solo en cuestión de segundos, los suficientes para evitar ocasionar un accidente en el lujoso audi deportivo de su socio, ella volcó su estómago en el pavimento el parqueadero. Se sintió apenada e imaginó que Israel la vería con asco después de semejante escena carente de la elegancia de las mujeres con las cuales él habría salido antes. No obtuvo rechazo, al contrario, Israel para evitarle que ensuciara su larga cabellera, con rapidez la tomó en un moño y esperó a que ella sacara de su cuerpo todo vestigio del resultado de la ingesta de alcohol de manera irresponsable. No le reclamara, pero sí evitaría que volviera a tomar una copa más en las horas siguientes. —¡Qué vergüenza! —exclamó Anna después de limpiarse la boca con unas servilletas que él le entregó. —Cierra la puerta, encenderé el aire, te hace falta —le pidió en un tono de voz comprensivo—. No tienes nada que disculpar, eso es lo que se puede esperar después de haberse tomado con tanto gusto esa copa del mejor champagne que dieron en la recepción. Sintiéndose débil, Anna recostó su cabeza en el espaldar, cerró los ojos. —Nos vamos a mi casa —resolvió el hombre y puso en marcha la máquina silenciosa. Anan no protestó, no estaba en condiciones de hacerlo, se dejó llevar, y solo volvió abrir los ojos cuando el mismo Israel lo alertó. —Llegamos, bonita —le dijo en un tono de voz dulce. Israel no deja de ser varonil, pero el tono de su voz al tratarla es como recibir una dosis de terapia de miel en todo el cuerpo, empalaga y le hace recordar cuán carente ha estado de atención y cariño. Israel la hace volver a esos días en los que con sus abuelos era feliz, solo ellos le dieron el cariño que le fue negado después que ellos fallecieron. —¡Qué rápido! —dijo ella por decir algo. En realidad no fue consciente del tiempo transcurrido. Solo quería dormir y olvidarse del mundo. —Ven, entremos —le dijo él cuando la ayudó a subir los escalones que conducen a la entrada principal del town House de su propiedad. Anna no tuvo tiempo en reparar en nada por todos los lugares que recorrió en el interior de la casa, solo quería dormir, por lo que se dejó guiar por Israel, quien la llevó a una de las habitaciones disponibles en el mismo nivel donde estaba la habitación principal. Solo fue consciente de que la habitación era enorme, la cama ni se diga, en segundos se vio en ella, quiso hacerlo pero el mismo Israel la detuvo. —Debes ducharte, Anna —alertó él. —¿Ahora? —dijo fastidiada. —Sí —contestó tajante el hombre dirigiendole una mirada de padre imponente—. Volcaste parte de tu disfrute en el vestido —le señaló el lugar donde reposaba la mancha que ni ella había percibido. Sintió mucha más vergüenza al comprobar que él tenía razón. —Mi padre tiene razón ¡Soy un desastre! —afirmó deprimida. —No digas eso —exigió Israel llevando un dedo a los labios carnosos de la morena cuya mirada ahora se tornaba la de borrego enternecido, un animalito que bien él estaba dispuesto a cuidar si se lo permitían—. No eres tal cosa, un accidente lo tiene cualquiera. Vamos te llevo al baño y ahí te defiendes sola. Lo hizo pero tan aturdida estaba Anna, que la vio casi estrellada en la losa del baño, a duras penas expresó lo que no quería, no a la fuerza, no por obligación. —Ven, te ayudo —ofreció y la sentó sobre el váter, y tratando de contenerse para no detenerse a mirar palmo a palmo cada centímetro de la piel que comenzó á exponerse frente a sus ojos le quitó el vestido, el panti, los tacones y las joyas que adornaban su piel canela, tan brillante y suave como piel de bebé. se vio tentada a pasar su lengua por cada parte que miró. Tuvo que contener la respiración al ver la prueba tan difícil que le estaba poniendo la vida. Si sentada lo llevó a contener la respiración, cuando quedó de pie, fue peor, todas sus terminaciones nerviosas comenzaron a chocar haciendo cortocircuito en las partes sensibles de su cuerpo. Anna, su socia, era más apetecible sin ropa de lo que había elucubrado al verla pasar de manera disimulada por la empresa. Desde ese momento supo que ella sería su más grande prueba de resistencia.
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