La mañana había llegado más rápido de lo que esperaba, solo fue cuestión de recostar la cabeza en la almohada y ya era de día. Se quitó las sábanas de encima y respiró profundo pensando en cómo enfrentaría ese día que vaticinaba tan difícil, tanto física como emocional mente. Se puso de pie sacando fuerzas de donde no tenía y caminó hasta el pacillo, de camino agarró su toalla y un par de bóxer que había dejado bien colocados sobre el nochero manchado de pintura. El frio lo recibió como un amante deseoso, y rogó mentalmente para que la ducha del baño del fondo del pacillo tuviera agua caliente, y mientras se dirigía hacia ella no pudo evitar echarle un vistazo al parque del pueblo a través de la ventana. El sol aún no había nacido, pero el alba anunciaba que sería un maravilloso día. Una

